TERCERA CAUTELA
8. La tercera cautela es
muy necesaria para que te sepas guardar en el convento de todo daño acerca
de los religiosos. La cual, por no tener muchos, no solamente perdieron la
paz y bien de su alma, pero vinieron y vienen ordinariamente a dar en grandes
males y pecados. Esta es, que guardes con toda guarda de poner el pensamiento,
y menos la palabra, en lo que pasa en la comunidad: qué sea o haya sido, ni de
algún religioso en particular; no de su condición, no de su trato, no de sus
cosas, aunque más graves sean; ni con color de celo ni de remedio (digas cosa)
sino a quien de derecho conviene decirlo a su tiempo; ni jamás tes escandalices
ni maravilles de cosas que veas ni entiendas, procurando tú guardar tu alma en
olvodo de todo aquello.
9. Porque si quieres
mirar en algo, aunque vivas entre ángeles, te parecerán muchas cosas no bien,
por no entender tú la sustancia de ellas. Para lo cual toma ejemplo en la mujer
de Lot (Gen. 19,26), que porque se alteró en la perdición de los sodomitas,
volviendo la cabeza a mirar atrás, la castigó el Señor volviéndole en estatua y
piedra de sal. Para que entiendas que, aunque vivas entre demonios, quiere Dios
que de tal manera vivas entre ellos que ni vuelvas la cabeza del pensamiento a
sus cosas, sino que las dejes totalmente, procurando tú traer tu alma pura y
entera en Dios, sin que un pensamiento ni eso ni de esotro te lo estorbe. Y
para esto, ten por averiguado que en los conventos y comunidades nunca ha de
faltar algo en que tropezar, pues nunca faltan demonios que procuren derribar
los santos, y Dios lo permite para ejercitarlos y probarlos.
Y si tú no te guardas, como está dicho, como si no estuvieses en casa, no sabrás ser religioso, aunque más hagas, ni llegar a la santa desnudez y recogimiento, ni librarte de los daños que hay en esto; porque no lo haciendo así, aunque más buen fin y celo lleves, en uno o en otro te cogerá el demonio, y harto cogido estás cuando ya das a lugar a distraer el alma en algo de ello. Y acuérdate de lo que dice el apóstol Santiago: Si alguno piensa que es religioso no refrenando la lengua, la reglión de este vana es (1,26). Lo cual se entiende no menos de la lengua interior que de la exterior.
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