EL AMOR (9)
Duelo criollo (1)
El duelo criollo fue ¿es?
una institución regida por normas convencionales y estrictas. La causal es la
afrenta en cualquiera de sus formas posibles. Desde los griegos, y seguramente
desde antes, los hombres, sobre todo en los modos heroicos de vida, tuvieron
sus códigos no escritos pero rígidos de honor, tuvieron una areté que
sostener: una areté que pueden vulnerar ellos mismos -por cobardía, por
menos valer, por fallas diversas, pero que pueden, además, vulnerar los otros
rebajando en cualquier forma de honor, el prestigio; en fin, y supremamente, la
hombría.
Si
alguno duda
de
mi palabra
que
salga y hable
con
el facón,
que
es ley de criollos
jugar
la vida
cuando
le tocan
el
corazón.
Frente a la ofensa el
único remedio posible es la muerte del ofensor; seguro que la muerte en duelo
criollo es distinta de las muertes por venganza, en que uno actuaba y el otro
padecía la acción. Ya no se trata de ir derecho a matar sino de pelear esa
muerte, tal vez con la confianza en que una justicia última haga que venza el
asistido por la razón, tal vez con la simple certeza de que, después de su
acción el otro no puede quedar vivo. Como se juegan las vidas, tiene más
dramatismo, más interés, más finales posibles que aquella.
Su carácter consagrado,
justiciero, de lid lo exime a veces de odio. Se lo toma como una manera de
dirimir un derecho, de resolver una situación equitativamente, de cumplir con
las formas. Por eso, aunque generalmente lo cuenta uno de los agonistas, y se
podría suponer que el vencedor, para jactarse y por la obvia razón de que vive
para contarlo, se cuentan también derrotas, y el tono no es necesariamente de
jactancia. En En su ley hay respeto y admiración -ni la menor sombra de
remordimiento- por el contrario:
Estoy
herido, hermano
no
digas nada a nadie
ni
quiero que mi sangre
tampoco
la vengués,
que
el hombre que me ha herido
es
macho donde cuadre,
varón
de un solo temple,
derecho
y sin revés…
En Pa mí es igual se
menciona el lejano duelo con cierta indiferencia, como un avatar corriente en
el que ambos hicieron un buen papel y que no parece razón suficiente para que
los dos amigos sigan separados:
Total
por
unos ojos y una boca
más
roja
que
la sangre de esa tarde…
Ninguno
de los dos
fuimos
cobardes,
me
tiraste un hachazo
y
lo atajé.
En
fin, eso pasó…
En Allá en el Bajo tampoco
hay animosidad; se cumple con la única manera aceptada, inapelable de resolver
el pleito:
Dos
hombres llegan,
son
dos rivales,
en
duelo criollo
resolverán
que
el brazo diga
quién
tiene más derecho
a
desflorar los besos
de
la mujer fatal.
En todo caso se habla de
cobrar, de hacer pagar una deuda, pero, como vimos, en términos justicieros,
casi impersonalmente. En El ciruja:
Frente
a frente,
dando
muestras de coraje,
los
dos guapos
se
trenzaron en el Bajo
y
el Ciruja
que
era listo para el tajo,
al
cafiolo
le cobró caro su amor.
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