TIEMPO Y ESPACIO EN LAS NOVELAS DE GOETHE (12)
Para Goethe, la actividad
creadora de los pueblos de la antigüedad clásica tiene un carácter igualmente
necesario. “He subido hasta Espoleto y estuve en un acueducto que al mismo
tiempo sirve de puente entre dos montes… Es la tercera obra de los antiguos que
estoy viendo, y en todas partes existe la misma gran idea. Su arquitectura es
la segunda naturaleza sometida a los fines cívicos; así son el
anfiteatro, el templo, el acueducto. Apenas ahora siento lo justo que ha sido
el odio que me inspira todo lo arbitrario, por ejemplo, la caja de
invierno en Weissenstein, la nulidad absoluta, un gran adorno para
dulces, y así con miles de objetos semejantes. Todo esto nace muerto, pues no
posee una existencia interna auténtica, carece de vida, no puede ser, ni llegar
a ser grande” (XI, p. 133).
La creación humana posee
un carácter de ley interior, debe ser humana (y cívicamente útil), pero también
debe ser necesaria, consecuente y auténtica como la naturaleza.
Cualquier arbitrariedad, invención, fantasía abstracta, a Goethe le repugna.
Lo que le importaba a
Goethe no era una razón moral abstracta (una justicia abstracta, un contenido
ideológico), sino la necesariedad de la creación y de todo quehacer histórico.
Es lo que marca una línea divisoria entre él y Schiller, entre él y la mayor
parte de los ilustradores, con sus criterios moralmente abstractos o abstractamente
razonables.
La necesariedad, como ya
lo hemos señalado, llegó a ser el centro organizador en la percepción del tiempo
por Goethe, Goethe quería juntar y ligar el presente, el pasado y el futuro en
un círculo de la necesidad. La necesariedad de Goethe, sin embargo, estaba muy
lejos tanto de la necesariedad del destino como de la necesariedad natural mecanicista
(en el sentido naturalista). La necesariedad de Goethe era visible, concreta,
material, pero materialmente creadora, era una necesidad histórica.
Una verdadera huella es
indicio de la historia y es humana y necesaria, en ella el espacio y el tiempo
están unidos en un nudo indisoluble. El espacio terrestre y la historia humana
son inseparables uno del otro dentro de la visión total y concreta de Goethe.
Lo cual convierte el tiempo histórico de su obra en algo muy denso y
materializado, y el espacio en algo tan humanamente razonado e intenso.
Así es la necesariedad en
la creación artística. Goethe dice lo siguiente en relación con las cartas
italianas de Winckelmann: “Aparte de las criaturas de la naturaleza, que es
verdadera y consecuente en todas sus partes, no hay nada que hable tan
convincentemente como la herencia de un hombre bueno y razonable, como el arte
auténtico, que no es menos consecuente que la naturaleza. Aquí, en Roma, donde
había reinado la arbitrariedad más encarnizada, donde el poder y el dinero
eternizaron tantos disparates, esto se siente con una claridad especial” (XI,
p. 161).
Es precisamente en Roma
donde Goethe percibe tan agudamente esta extraordinaria densidad del tiempo
histórico, su unión con el espacio terrestre:
Es sobre todo la historia
la que se lee aquí de un modo muy diferente en comparación con cualquier otro
lugar del globo. En otros lugares llega uno hacia lo leído como desde afuera:
aquí parece que se lee desde adentro: todo esto se extiende en torno de
nosotros y al mismo tiempo parece que proviene de nosotros mismos. Y esto no
tan sólo se refiere a la historia romana, sino también a la historia universal.
Porque desde aquí yo puedo acompañar a los conquistadores hasta el Weser y
hasta el Eufrates… (XI, p. 166).
U observa lo siguiente: “Me
pasa lo mismo que había sucedido en relación con las ciencias naturales, porque
con este lugar se vincula toda la historia universal, y el día que yo entré a
Roma lo considero como ni nuevo cumpleaños, como un verdadero renacimiento”
(XI, p. 160).
En otro lugar, al justificar la intención de visitar Sicilia, dice: “Sicilia me señala el Asia y el África; no es bagatela la posibilidad de estar en el punto mágico sobre el cual convergen tantos radios de la historia universal” (XI, p. 239.
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