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A LA BÚSQUEDA DE UNA IDENTIDAD EN LA OBRA DE JUAN CARLOS ONETTI (75) - MARYSE RENAUD

 Traducción del francés: Hugo Giovanetti Viola 

1ª edición: Editorial Proyección / Uruguay / 1993, en colaboración con la Universidad de Poitiers.

1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2020, con el apoyo de la Universidad de Poitiers.

 

EL SUEÑO

 

1. LA PRIMACÍA DEL SUEÑO (1) 

 

Los personajes onettianos son generalmente soñadores: tanto Eladio Linacero como Aránzuru, Baldi, Brausen, Jorge Malabia, Kirsten, Nené o la “pobre loca” de Un sueño realizado aportarán, en mayor o menor medida, desestabilizantes ráfagas de irrealidad y de poesía a relatos muchas veces crueles. Por otra parte, la frecuencia con que se utilizan los verbos “imaginar” y “soñar”, o los sustantivos “sueño”, “ensueño” y “ensoñación” -para citar sólo algunos- ya alcanza para testimoniar la importancia otorgada al fenómeno.

 

Pero conviene precisar mejor los objetivos del presente capítulo. Existen dos clases de soñadores en la obra de Juan Carlos Onetti: la mayoría de ellos se abandonará por completo al fluir de lo imaginario, comentando y hasta intercambiando sus sueños, como Aránzuru y Nené en Tierra de nadie; otros intentarán, en cambio, fijar la fugitividad cotidiana a través de la escritura. Sólo consideraremos aquí a los verdaderos soñadores, a los del primer grupo, y -exclusión hecha de su relación con esta escritura (1)- a algunos personajes del segundo que conservan una privilegiada vinculación con el mundo onírico. Lo que interesa, en efecto, es determinar en forma prioritaria qué importancia reviste en el corazón del universo onettiano la proliferación del sueño, la expansión de este humus imaginario sistemáticamente valorizado desde 1939.

 

Cabe, pues, precisar cuidadosamente a la naturaleza y los límites del territorio a estudiar. Porque de lo contrario, al menor descuido, las primeras obras de Juan Carlos Onetti bien podrían contribuir más a despistarnos que a definir con claridad el exacto contorno de esta actividad imaginaria tan altamente reivindicada, sin embargo, desde El pozo. Creemos más útil, por lo tanto, comenzar enfocando la trayectoria personal de Eladio Linacero, arquetipo indiscutible de una larga estirpe de futuros soñadores.

 

La actividad onírica exaltada en El pozo parece, a primera vista, difícil de descifrar. Ella implica, en efecto, un trabajo psíquico tan nocturno como diurno. Por un problema de eficacia, numeraremos las primeras secuencias contraviniendo el orden del relato. La secuencia 1 parece remitir a representaciones imaginarias producidas esencialmente durante el sueño, de acuerdo a lo sugerido por la palabra “pesadilla”, la alusión a la hora tardía de acostarse y la presencia de la cama:

 

Me gustaría escribir la historia de un alma, de ella sola, sin los sucesos en que tuvo que mezclarse, queriendo o no. O los sueños. Desde alguna pesadilla, la más lejana que recuerde, hasta las aventuras en la cabaña de troncos. Cuando estaba en la estancia, soñaba muchas noches que un caballo blanco saltaba encima de la cama. Recuerdo que me decían que la culpa la tenía José Pedro porque me hacía reír antes de acostarme, soplando la lámpara eléctrica para apagarla (2)

 

También la secuencia 3, la asociación del “sueño de la cabaña de troncos”, la hora en que se desarrolla la escena y la cama de hojas parecen confirmar el carácter nocturno del sueño:

 

Pero ya no tengo necesidad de tenderle trampas estúpidas. Es ella la que viene por la noche, sin que yo la llame, sin que sepa de dónde sale. Afuera cae la nieve y la tormenta corre ruidosa entre los árboles. Ella abre la puerta de la cabaña y entra corriendo. Desnuda, se extiende sobre la arpillera de la cama de hojas (3)

 

Intuición que corrobora por otra parte la secuencia 4, a través de sus múltiples alusiones a la noche y al camastro donde descansa uno de los principales personajes de los sueños de Eladio Linacero.

 

Sin embargo, la aparente simplicidad del mundo onírico del protagonista de El pozo es desmentida en varias ocasiones: la palabra sueño es sustituida, profusamente por momentos, por la palabra “ensueño”:

 

Lo malo es que el ensueño no trasciende, no se ha inventado la forma de expresarlo, el surrealismo es retórica. Sólo uno mismo, en la zona de ensueño de su alma, algunas veces. ¿Qué significas que Ester no haya comprendido, que Cordes haya desconfiado? Lo de Ester, lo que me sucedió con ella, interesa porque, en cuanto yo hablé del ensueño, de la aventura (creo que era la misma, esta de la cabaña de troncos) todo lo que había pasado antes, y hasta mi relación con ella desde meses atrás, quedó alterado; lleno, envuelto por una niebla bastante espesa, como la que está rodeando, impenetrable, al recuerdo de las cosas soñadas (4)

 

Notas 

(1) Esta relación con la escritura será analizada en el capítulo VI.

(2) El pozo, p. 9.

(3) Ibíd., p. 19: “Bajé a comer. (…) Allí acaba la aventura de la cabaña de troncos. Quiero decir que es eso, nada más que eso. Lo que yo siento cuando miro a la mujer desnuda en el camastro no puede decirse, yo no puedo, no conozco las palabras. Esto, lo que siento, es la verdadera aventura. Parece idiota, entonces, contar lo que menos interés tiene. Pero hay belleza, estoy seguro, en una muchacha que vuelve inesperadamente, desnuda, una noche de tormenta.

(4) Ibíd., p. 24 (El subrayado es nuestro).

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