Traducción del francés: Hugo Giovanetti Viola
1ª edición: Editorial Proyección / Uruguay / 1993, en colaboración con la Universidad
de Poitiers.
1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2020, con el
apoyo de la Universidad de Poitiers.
EL SUEÑO
1. LA PRIMACÍA DEL SUEÑO
(1)
Los personajes onettianos
son generalmente soñadores: tanto Eladio Linacero como Aránzuru, Baldi, Brausen,
Jorge Malabia, Kirsten, Nené o la “pobre loca” de Un sueño realizado aportarán,
en mayor o menor medida, desestabilizantes ráfagas de irrealidad y de poesía a
relatos muchas veces crueles. Por otra parte, la frecuencia con que se utilizan
los verbos “imaginar” y “soñar”, o los sustantivos “sueño”, “ensueño” y “ensoñación”
-para citar sólo algunos- ya alcanza para testimoniar la importancia otorgada
al fenómeno.
Pero conviene precisar
mejor los objetivos del presente capítulo. Existen dos clases de soñadores en
la obra de Juan Carlos Onetti: la mayoría de ellos se abandonará por completo
al fluir de lo imaginario, comentando y hasta intercambiando sus sueños, como
Aránzuru y Nené en Tierra de nadie; otros intentarán, en cambio, fijar
la fugitividad cotidiana a través de la escritura. Sólo consideraremos aquí a
los verdaderos soñadores, a los del primer grupo, y -exclusión hecha de su
relación con esta escritura (1)- a algunos personajes del segundo que conservan
una privilegiada vinculación con el mundo onírico. Lo que interesa, en efecto,
es determinar en forma prioritaria qué importancia reviste en el corazón del
universo onettiano la proliferación del sueño, la expansión de este humus
imaginario sistemáticamente valorizado desde 1939.
Cabe, pues, precisar
cuidadosamente a la naturaleza y los límites del territorio a estudiar. Porque
de lo contrario, al menor descuido, las primeras obras de Juan Carlos Onetti
bien podrían contribuir más a despistarnos que a definir con claridad el exacto
contorno de esta actividad imaginaria tan altamente reivindicada, sin embargo,
desde El pozo. Creemos más útil, por lo tanto, comenzar enfocando la
trayectoria personal de Eladio Linacero, arquetipo indiscutible de una larga
estirpe de futuros soñadores.
La actividad onírica
exaltada en El pozo parece, a primera vista, difícil de descifrar. Ella
implica, en efecto, un trabajo psíquico tan nocturno como diurno. Por un
problema de eficacia, numeraremos las primeras secuencias contraviniendo el
orden del relato. La secuencia 1 parece remitir a representaciones imaginarias producidas
esencialmente durante el sueño, de acuerdo a lo sugerido por la palabra “pesadilla”,
la alusión a la hora tardía de acostarse y la presencia de la cama:
Me gustaría escribir la
historia de un alma, de ella sola, sin los sucesos en que tuvo que mezclarse,
queriendo o no. O los sueños. Desde alguna pesadilla, la más lejana que
recuerde, hasta las aventuras en la cabaña de troncos. Cuando estaba en la
estancia, soñaba muchas noches que un caballo blanco saltaba encima de la cama.
Recuerdo que me decían que la culpa la tenía José Pedro porque me hacía reír
antes de acostarme, soplando la lámpara eléctrica para apagarla (2)
También la secuencia 3,
la asociación del “sueño de la cabaña de troncos”, la hora en que se desarrolla
la escena y la cama de hojas parecen confirmar el carácter nocturno del sueño:
Pero ya no tengo
necesidad de tenderle trampas estúpidas. Es ella la que viene por la noche, sin
que yo la llame, sin que sepa de dónde sale. Afuera cae la nieve y la tormenta
corre ruidosa entre los árboles. Ella abre la puerta de la cabaña y entra
corriendo. Desnuda, se extiende sobre la arpillera de la cama de hojas (3)
Intuición que corrobora
por otra parte la secuencia 4, a través de sus múltiples alusiones a la noche y
al camastro donde descansa uno de los principales personajes de los sueños de Eladio
Linacero.
Sin embargo, la aparente simplicidad
del mundo onírico del protagonista de El pozo es desmentida en varias
ocasiones: la palabra sueño es sustituida, profusamente por momentos,
por la palabra “ensueño”:
Lo malo es que el ensueño
no trasciende, no se ha inventado la forma de expresarlo, el surrealismo es
retórica. Sólo uno mismo, en la zona de ensueño de su alma, algunas
veces. ¿Qué significas que Ester no haya comprendido, que Cordes haya
desconfiado? Lo de Ester, lo que me sucedió con ella, interesa porque, en
cuanto yo hablé del ensueño, de la aventura (creo que era la misma, esta
de la cabaña de troncos) todo lo que había pasado antes, y hasta mi relación
con ella desde meses atrás, quedó alterado; lleno, envuelto por una niebla
bastante espesa, como la que está rodeando, impenetrable, al recuerdo de las
cosas soñadas (4)
Notas
(1) Esta relación con la
escritura será analizada en el capítulo VI.
(2) El pozo, p. 9.
(3) Ibíd., p. 19: “Bajé a
comer. (…) Allí acaba la aventura de la cabaña de troncos. Quiero decir que es
eso, nada más que eso. Lo que yo siento cuando miro a la mujer desnuda en el
camastro no puede decirse, yo no puedo, no conozco las palabras. Esto,
lo que siento, es la verdadera aventura. Parece idiota, entonces, contar lo que
menos interés tiene. Pero hay belleza, estoy seguro, en una muchacha que vuelve
inesperadamente, desnuda, una noche de tormenta.
(4) Ibíd., p. 24 (El subrayado es nuestro).
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