La irradiación de Ernst Jünger (5)
El primer viaje (2)
Jünger elaboró literariamente el mencionado espectáculo de los “palitos de
incienso” en su narración Besuch auf Godenholm (Una rosita a Goldehom) en
la que intervienen experiencias profundas de la embriaguez de las drogas:
…Como solía hacerlo para purificar el aire,
Schwartzenberg quemaba una varilla de incienso. Un hilo azul se elevaba desde
el borde del candilero. Moltner lo miró primero con sorpresa, luego con
deleite, como si le hubiera tocado en suerte un nuevo poder visual. En este
poder se descubría los juegos de este humo aromático, que se elevaba en un
tallo delgado, y luego se ramificaba en una tenue copa. Era como si lo hubiera
creado su imaginación… Un pálido tejido de lirio marino en profundidades que
apenas temblaban con los golpes de la rompiente. El tiempo era activo en esa
formación: la había estriado, arremolinado, acarocolado, como si monedas
imaginadas fueran apilándose de prisa. La multiplicidad de espacio se revelaba
en la estructura fibrosa, en los nervios que tensaban el hilo en número ingente
y se desplegaban en las alturas.
Ahora una brisa tocaba la visión y la giraba ágilmente
alrededor de un eje, como una bailarina. Moltner lanzó un grito de sorpresa.
Los rayos y las rejas de la flor mágica convergían hacia nuevas llanuras, en
nuevos campos. Miríadas de moléculas se doblegaban ante la armonía. Aquí las
leyes no se cumplían y bajo el velo de la aparición; la tela era tan sutil e
ingrávida, que la reflejaba abierta. Cuán fácil y compulsivo era todo esto. Los
números, pesos y medidas sobresalían de la materia. Se despojaron de sus
vestimentas. Ni una diosa podía manifestarse más osada y libremente al iniciado.
Las pirámides, con su gravedad, no alcanzaban esta revelación. Este brillo era
pitagórico…
Ningún espectáculo lo había tocado jamás con semejante
hechizo…
Esta vivencia en el ámbito estético, como se la describe aquí en el ejemplo
de la contemplación del velo de humo azul, es típica de la fase inicial de la
embriaguez de LSD, antes de que surjan modificaciones más profundas en la conciencia.
En los años siguientes solía visitar a Ernst Jünger en Wilflingen, a donde
se había trasladado de Ravensburgo, o nos encontrábamos en Suiza, en mi casa en
Bottmingen (cerca de Basilea) o en Bündnerland. La común experiencia de LSD
había estrechado nuestras relaciones. En conversaciones y en nuestra
correspondencia las drogas y sus problemas anejos eran el tema principal, sin
que de momento volviéramos a los experimentos prácticos.
Intercambiamos bibliografía sobre drogas. Así, Jünger me dejó para mi biblioteca sobre drogas la monografía rara y valiosa del Dr. Ernst barón de Bibra, “Die Narkotischen und der Mensch” (“Los estimulantes narcóticos y el hombre”, impresa en Nuremberg en 1855. Este libro es una obra pionera y clásica de la literatura sobre drogas, una fuente de primer orden, sobre todo en lo que se refiere a la historia de las drogas. Lo que Bibra reúne bajo la denominación de “estimulantes narcóticos”, no son sólo sustancias como el opio y el estramonio, sino también el café, el tabaco, el kath, que no se incluyen en el concepto actual de “narcóticos”, igual que las drogas coca, oronja falsa y hashish, también descritas por este autor.
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