LA DESCRIPCIÓN (3)
Paralelismos y anáforas
En casi todas las formas
cantadas la repetición es un elemento habitual y constante. En el tango, las
repeticiones del texto musical -repeticiones de motivos, de frases, de partes
enteras- muestran el camino a la letra que muchas veces lo sigue. Sería prolijo
citar al azar casos de repetición; las veremos, mejor, en dos de sus formas
bien tipificadas: el paralelismo y la anáfora.
El paralelismo es usado
en todas sus formas posible y corrientemente; lo veremos en las dos opuestas y
fundamentales: a) una sentencia expone una idea, un hecho; la siguiente lo
reitera con otras palabras, pero guardando una forma paralela a la anterior. La
nueva manera de decirlo enriquece con nuevos datos, matices, sentidos, lo
dicho:
Yo,
si a un hombre lo desprecio,
tengo
que fingirle amores,
admiración,
cuando es necio,
y
si es cobarde, temores.
Pero sólo nos ocupan
aquellos casos en que la sucesión paralela no es el azar de un reiterado decir,
sino que es buscada intencionalmente, como un efecto especial, o en que, aun
azarosa, sale bien, es feliz:
caminito
al conchabo,
caminito
a la muerte.
Cuatro
pingos todos negros,
justo
como pa un entierro,
cuatro
pingos todos negros
como
pa cinchar a un muerto;
mas
todos en su negrura
tenían
su pinta clara
como
una estrella en la noche
como
el lucero del alba.
Tan frecuente o más que
esta es la otra forma de paralelismo, aquella en que la segunda sentencia,
paralela también en la forma, se opone a la primera, dice lo contrario:
Cuando
las percantas
mentían
que no
mientras
las enaguas
batían
que sí.
Un
tropezón
cualquiera
da en la vida.
por
cada copa de más
tengo
una pena de menos.
Así,
de gusto en gusto,
llena
de plata,
vos
encontrás la vida
color
salmón,
pero
yo, que soy pobre
como
una rata,
la
campaneo sin grupo
color
carbón.
La anáfora es uno de los
más frecuentes apoyos del paralelismo; consiste en comenzar varias frases o
períodos consecutivos con las mismas palabras. En Copas, amigos y besos la
segunda estrofa está hecha a base de dos anáforas: la primera, que comienza
-tres veces- por hoy la llevo: la segunda, -cuatro veces-; por un como
un:
Y
hoy la llevo
en
mi negro lunatismo
como
un grotesco
fantasma
de mí mismo;
hoy
la llevo
en
mis ojos doloridos
como
una gota
de
llanto contenido.
Y
la llevo, Señor,
como
un eco que me sigue,
como
un sueño hecho cenizas,
como
un cargo de conciencia,
como
un dedo acusador.
La sentencia
La sentencia, que condena
sabiduría o experiencia en fórmulas concisas de tono generalmente grave, tiene
su lugar natural en las piezas reflexivas o admonitorias, aunque puede
sobrevenir en cualquier contexto. Por otra parte, en el tango, la sentencia no
es siempre grave; muchas veces el tono es casual o burlón, aun condensando
amargura:
La
vida es una milonga.
Unos
nacen con estrella
y
otros nacen con farol.
Todo
el año es carnaval.
Algunas sentencias más
una resignación o una forma de manfutismo que las conclusiones o la enseñanza
que alguien sacó en limpio:
Nunca
faltan encontrones
cuando
un pobre se divierte.
Dale
nomás,
dale,
que va,
que
allá en el horno
nos
vamo a encontrar.
No
pensar ni equivocado
para
qué, si igual se vive.
Nace
el hombre en este mundo
remanyao
por el destino.
Un
tropezón
cualquiera
da en la vida.
La enseñanza, cuando la
hay, es más bien de carácter práctico o normativo, y no siempre loable:
Debe
ser manso y prudente
quien
anda en pagos ajenos.
Con
llorar nada se gana.
Otras repiten a su modo o
vuelven a inventar palabras ilustres:
Contra
el destino
nadie
la talla.
En
las grandezas
que
da el dinero
no
pongas nunca
tu
vanidad.
Sabe
que es
condición
de
varón
el
sufrir.
O resumen un lugar común
del sentimiento:
Madre hay una sola.
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