TIEMPO Y ESPACIO EN LAS NOVELAS DE GOETHE (3)
Ante todo, subrayemos la importancia
excepcional de la visión para Goethe (este punto es de dominio común).
Todos los demás sentidos externos, las vivencias internas, las reflexiones y
los conceptos abstractos se reunían alrededor del ojo que ve, como
centro, como instancia primera y última. Todo aquello que es importante puede y
debe ser visto; todo lo que no se ve es insignificante. Es conocida la
importancia que atribuía Goethe a la cultura del ojo y cuán
profundamente entendía él este concepto. En su concepción del ojo y de
lo visible se alejaba igualmente tanto del grosero sensualismo como de
un estrecho esteticismo. Lo visible fue para él no sólo la primera, sino también
la última instancia, donde la visibilidad ya se haya enriquecido y saturado con
toda la complejidad del significado y del conocimiento.
Goethe detestaba las palabras
que no reflejaban una experiencia propia de lo visto. Después de visitar
Venecia exclama: “Por fin, gracias a Dios, Venecia ya no es para mí una simple
palabra, no un nombre vacío que tantas veces me asustó, siendo como soy enemigo
de sonidos sin sentido”. (Viaje a Italia).
Los conceptos e ideas más
complejos e importantes siempre pueden, según Goethe, representarse en forma
visible, pueden mostrarse mediante un dibujo esquemático o
simbólico, mediante un modelo o diseño. Todas las ideas y construcciones propiamente
científicas de Goethe están expresadas en forma de esquemas exactos, diseños y
dibujos, así como las construcciones de los otros que posteriormente asimilaría
aparecerán en forma visible. En la primera noche de su acercamiento a Schiller
y al mostrarle a este su Metamorfosis de las plantas, Goethe hace surgir
mediante algunos trazos característicos de pluma, una flor simbólica a los ojos
de su interlocutor (Anales). (*) Durante sus reflexiones posteriores,
hechas conjuntamente acerca de “la naturaleza, el arte y las costumbres”,
Goethe y Schiller sienten una necesidad viva de recurrir a la ayuda de tablas y
dibujos simbólicos (die Notwendigkeit von tabellarischer und symbolischer
Behandlung). Representan una “rosa de temperamentos”, una tabla de
influencias buenas y malas del diletantismo; trazan esquemas de la teoría de
colores inventada por Goethe: Farbenlehre (Anales, p. 64).
Inclusive la base misma
de una visión filosófica del mundo puede ser representada en una imagen
sencilla y concisa. Cuando Goethe, durante su viaje marítimo de Nápoles a
Sicilia, se vio por primera vez en alta mar, y la línea del horizonte se cerró
a su alrededor, dijo: “Quien no se haya visto rodeado de mar por todos lados,
no tiene idea de lo que es el mundo ni de su relación con el mundo” (XI, p.
248).
La palabra para Goethe se
conmensuraba con la visibilidad más clara. En Poesía y verdad nos habla
de un “procedimiento bastante raro” al que recurría a menudo. Un objeto o una
localidad que eran interesantes para él, los solía esbozar sobre un papel
mediante unos pocos trazos, y los detalles los completaba con palabras que
inscribía allí mismo sobre el dibujo. Aquellos asombrosos híbridos artísticos
le permitían reconstruir en la memoria de una manera exacta, cualquier paisaje
(Localitat) que le habría podido servir para un poema o una narración
(X, p, 309).
De este modo, Goethe todo
lo quería y podía ver con ojos. Lo invisible no existía para él. Al mismo
tiempo, su ojo no quería (ni podía) ver nada terminado e inmóvil. Su
ojo no admitía una simple contigüidad espacial, una simple coexistencias de
cosas y fenómenos. Detrás de cualquier heterogeneidad estática, Goethe veía
diferentes tiempos: lo diverso se disponía, para él, según diferentes escalones
(épocas) de desarrollo, es decir, todo adquiría un sentido temporal. En la
pequeña nota intitulada Acerca de mis relaciones posteriores con Schiller,
Goethe define esta particularidad suya de la siguiente manera: “Yo poseía un
método evolutivo que revelaba el desarrollo (die entwickelnde entfaltende
Methode), pero no un método que ordenara mediante comparación; yo no supe
qué hacer con los fenómenos contiguos, más bien, por el contrario, yo podía
enfrentarme a la filiación de estos fenómenos (Anales, p. 393).
(*) Goethe, Sämtliche Werge, Jubiläums-Ausg., Bd. 30, Stuttrgart-Berlín, 1930, p. 391.
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