jueves

ESTÉTICA DE LA CREACIÓN VERBAL (121) - M. BAJTIN

 TIEMPO Y ESPACIO EN LAS NOVELAS DE GOETHE (3)

 

Ante todo, subrayemos la importancia excepcional de la visión para Goethe (este punto es de dominio común). Todos los demás sentidos externos, las vivencias internas, las reflexiones y los conceptos abstractos se reunían alrededor del ojo que ve, como centro, como instancia primera y última. Todo aquello que es importante puede y debe ser visto; todo lo que no se ve es insignificante. Es conocida la importancia que atribuía Goethe a la cultura del ojo y cuán profundamente entendía él este concepto. En su concepción del ojo y de lo visible se alejaba igualmente tanto del grosero sensualismo como de un estrecho esteticismo. Lo visible fue para él no sólo la primera, sino también la última instancia, donde la visibilidad ya se haya enriquecido y saturado con toda la complejidad del significado y del conocimiento.

 

Goethe detestaba las palabras que no reflejaban una experiencia propia de lo visto. Después de visitar Venecia exclama: “Por fin, gracias a Dios, Venecia ya no es para mí una simple palabra, no un nombre vacío que tantas veces me asustó, siendo como soy enemigo de sonidos sin sentido”. (Viaje a Italia).

 

Los conceptos e ideas más complejos e importantes siempre pueden, según Goethe, representarse en forma visible, pueden mostrarse mediante un dibujo esquemático o simbólico, mediante un modelo o diseño. Todas las ideas y construcciones propiamente científicas de Goethe están expresadas en forma de esquemas exactos, diseños y dibujos, así como las construcciones de los otros que posteriormente asimilaría aparecerán en forma visible. En la primera noche de su acercamiento a Schiller y al mostrarle a este su Metamorfosis de las plantas, Goethe hace surgir mediante algunos trazos característicos de pluma, una flor simbólica a los ojos de su interlocutor (Anales). (*) Durante sus reflexiones posteriores, hechas conjuntamente acerca de “la naturaleza, el arte y las costumbres”, Goethe y Schiller sienten una necesidad viva de recurrir a la ayuda de tablas y dibujos simbólicos (die Notwendigkeit von tabellarischer und symbolischer Behandlung). Representan una “rosa de temperamentos”, una tabla de influencias buenas y malas del diletantismo; trazan esquemas de la teoría de colores inventada por Goethe: Farbenlehre (Anales, p. 64).

 

Inclusive la base misma de una visión filosófica del mundo puede ser representada en una imagen sencilla y concisa. Cuando Goethe, durante su viaje marítimo de Nápoles a Sicilia, se vio por primera vez en alta mar, y la línea del horizonte se cerró a su alrededor, dijo: “Quien no se haya visto rodeado de mar por todos lados, no tiene idea de lo que es el mundo ni de su relación con el mundo” (XI, p. 248).

 

La palabra para Goethe se conmensuraba con la visibilidad más clara. En Poesía y verdad nos habla de un “procedimiento bastante raro” al que recurría a menudo. Un objeto o una localidad que eran interesantes para él, los solía esbozar sobre un papel mediante unos pocos trazos, y los detalles los completaba con palabras que inscribía allí mismo sobre el dibujo. Aquellos asombrosos híbridos artísticos le permitían reconstruir en la memoria de una manera exacta, cualquier paisaje (Localitat) que le habría podido servir para un poema o una narración (X, p, 309).

 

De este modo, Goethe todo lo quería y podía ver con ojos. Lo invisible no existía para él. Al mismo tiempo, su ojo no quería (ni podía) ver nada terminado e inmóvil. Su ojo no admitía una simple contigüidad espacial, una simple coexistencias de cosas y fenómenos. Detrás de cualquier heterogeneidad estática, Goethe veía diferentes tiempos: lo diverso se disponía, para él, según diferentes escalones (épocas) de desarrollo, es decir, todo adquiría un sentido temporal. En la pequeña nota intitulada Acerca de mis relaciones posteriores con Schiller, Goethe define esta particularidad suya de la siguiente manera: “Yo poseía un método evolutivo que revelaba el desarrollo (die entwickelnde entfaltende Methode), pero no un método que ordenara mediante comparación; yo no supe qué hacer con los fenómenos contiguos, más bien, por el contrario, yo podía enfrentarme a la filiación de estos fenómenos (Anales, p. 393).

 

(*) Goethe, Sämtliche Werge, Jubiläums-Ausg., Bd. 30, Stuttrgart-Berlín, 1930, p. 391.

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