La búsqueda de la planta mágica Ska María Pastora (8)
Una
ceremonia de setas (2)
Apenas transcurrida media
hora, la curandera comenzó a murmurar; también sus hijas y don Aurelio se
intranquilizaron. Herlinda tradujo y nos explicó lo que pasaba. María Sabina
había dicho que a las píldoras les faltaba el espíritu de la seta. Comenté la
situación con Gordon, quien yacía a mi lado. Nos resultaba obvio que la
resorción de la sustancia activa de las pastillas, que tienen que disolverse en
el estómago, tarda más que cuando se mastican las setas, con lo cual una parte
de la sustancia activa se asimila a través de la mucosa bucal. Pero ¿cómo
podíamos presentar en semejante situación una explicación científica? En vez de
explicar, decidimos actuar. Repartimos píldoras adicionales. Las dos curanderas
y el curandero recibieron cada uno un par más. Ahora había ingerido una dosis
total de 30 mg de psilocybina.
Unos diez minutos después
comenzó a desplegarse efectivamente el espíritu de la pastilla; su acción se
prolongó hasta la madrugada. Las oraciones y el canto de María Sabina eran
contestados apasionadamente por sus hijas y por don Aurelio, con su voz grave.
Los quejidos lánguidos y voluptuosos de Apolonia y Aurora daban la impresión de
que la experiencia religiosa de las jóvenes durante la embriaguez estaba
conectada con sensaciones sexo-sensuales.
En el centro de la
ceremonia se produjo la pregunta de María Sabina respecto de nuestra consulta.
Gordon volvió a inquirir sobre la salud de su hija y su nieto. Obtuvo la misma
respuesta positiva que la de la curandera Consuela. Efectivamente, madre e hijo
se encontraban bien cuando Gordon regresó a Nueva York, lo cual, desde luego,
no constituye ninguna demostración de los poderes proféticos de las dos
curanderas.
Probablemente a
consecuencia de los efectos de las hojas, un rato me encontré en un estado de
hipersensibilidad y de un experimentar con intensidad las cosas, pero sin que
estuviera acompañado por alucinaciones. Anita, Irmgard y Gordon vivieron un estado
de embriaguez eufórica, codeterminada por la atmósfera extraña y mística. Mi
esposa se quedó impresionada con la visión de muy determinados dibujos de
líneas extrañas.
Más sorprendida y turbada estuvo, cuando vio luego estas mismas figuras en los ricos adornos sobre el altar de una antigua iglesia cerca de Puebla. Ello ocurrió durante el regreso a la Ciudad de Méjico, cuando visitamos iglesias de la época colonial. Estas iglesias son especialmente interesantes desde una perspectiva histórico-cultural, porque los artesanos y artistas indios que colaboraron en su construcción introdujeron de contrabando elementos estilísticos indios. Sobre una posible influencia del arte indio en América Central debido a las visiones de la embriaguez de psilocybina, Klaus Thomas, en su libro “Die künnstlich gesteurte Seele” (“El alma artificialmente dirigida”), Edit. Ferdinad Enke, Stuttgart, 1970, escribe: “Una mera comparación, desde el punto de vista de la historia del arte, de las antiguas y nuevas creaciones artísticas de los indios, ha de convencer al observador desprejuiciado… de su coincidencia con las imágenes, formas y colores de una embriaguez de psilocybina”. Esta relación podrían indicarla también el carácter mejicano de las escenas que vi en mi primer ensayo con psilocybe mexicana disecada, así como el dibujo de Li Gelpke después de una embriaguez de psilocybina.
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