por Leda Muñoz García
Nicholas Carr, uno de los
autores más críticos sobre el efecto de Internet en nuestra mente, plantea en
una entrevista reciente en el diario español El País, que cuando nos conectamos
“intercambiamos profundidad por amplitud, contemplación por estimulación”,
creando desbalances y sesgos en la información que procesamos, con
repercusiones individuales y colectivas importantes.
Las redes sociales
responden a un diseño industrial de manejo de la información, que privilegia la
cantidad y la velocidad de “transmisión” de esta, por sobre la calidad, diseño
que se alinea a los principios de eficiencia del cerebro. No obstante, estas no
son las condiciones que el cerebro requiere para procesar los fragmentos de
información que recoge y convertirlos en conocimiento, estimulando un
pensamiento profundo y crítico. La evidencia es abundante: la forma en que
navegamos por las redes fomenta un pensamiento superficial, y no promueve el
pensamiento conceptual. Paradójicamente, los medios digitales, fuentes vastas
de información, no nos están ayudando a conocer más o mejor.
Recordemos que las redes
sociales fueron creadas para conversaciones superficiales, sin embargo, hoy,
por una mezcla de “pereza personal y manipulación empresarial”, se han
convertido en el espacio para el debate público de todos los temas,
sustanciales o banales. Políticos, agencias publicitarias (incluyendo las
redes), y cualquier grupo interesado en promover su agenda particular,
aprovechan este diseño para exaltar “la emoción sobre la razón y el pensamiento
grupal por encima del crítico” (de nuevo Carr). Así, las redes actualmente son
un fecundo (y barato) medio de propaganda y desinformación.
Las tecnologías no tienen
vuelta atrás en la sociedad, y sin duda han demostrado su enorme potencial,
pero es fundamental entender a qué nos enfrentamos, para orientar el uso
adecuado de estas poderosas herramientas. La gente más joven es especialmente
vulnerable pues aún no ha terminado de desarrollar su pensamiento crítico y las
herramientas de la lógica para discernir. Incluso la población adulta debe ser
guiada hacia un uso de las tecnologías que estimule la construcción de conocimiento
y disminuya el riesgo de manipulación.
Leda Muñoz García es catedrática de la Universidad de Costa Rica y cuenta con más de 35 publicaciones científicas y académicas. Actualmente es la directora ejecutiva de la Fundación Omar Dengo.
(EL FINANCIERO / 20-5-2021)
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