La búsqueda de la planta mágica Sta María Pastora (7)
Una
ceremonia de setas (1)
Cuando volvimos a la casa
de Herlinda, ya había llegado María Sabina con una compañía numerosa: con sus
dos bonitas hijas Apolonia y Aurora, dos curanderas novicias, y con una
sobrina; todas ellas además venían con niños. Cuando el niño de Apolonia se
ponía a llorar, ella le daba el pecho una y otra vez. Al final apareció también
el viejo curandero don Aurelio, un hombre imponente, tuerto, con un serape (abrigo)
con dibujos negros y blancos. En la veranda sirvieron cacao y pasteles dulces.
Recordé el informe de una antigua crónica, en la que se cuentas que antes de la
ingestión de teonanacatl se bebía chocolatl.
Al anochecer nos
dirigimos todos a la habitación en la que iba a tener lugar la ceremonia. Se
cerró la habitación bloqueando la puerta con la única tabla de madera que
había. Se dejó sin cerrojo únicamente una salida de emergencia hacia el jardín
trasero para las necesidades inevitables. Ya era cerca de la medianoche cuando
comenzó la ceremonia. Hasta ese momento toda la gente había estado aguardando
los acontecimientos por venir, durmiendo o expectante en las esteras repartidas
en el suelo en medio de la oscuridad. De cuando en cuando María Sabina arrojaba
un trozo de copal a la brasa de una pila de carbón, con lo cual el aire viciado
del abarrotado cuarto se volvía un poco más soportable. Por intermedio de
Herlinda, que de nuevo participaba como intérprete, le había dicho a la
curandera que cada píldora contenía el espíritu de dos pares de setas (eran
comprimidos con 5,0 miligramos de psilocybina sintética).
Cuando llegó el momento,
María Sabina repartió -previa ahumación solemne- pares de pastillas a los
adultos presentes. Ella misma cogió dos pares, que correspondían a 20 mg de
psilocybina. Les dio la misma dosis a su hija Apolonia, que también debía
oficiar de curandera, y a don Aurelio. A Aurora le dio un par, igual que a
Gordon, mientras que mi esposa y Urmgard tomaron cada una una sola pastilla.
A mí una de las niñas,
una muchacha de unos diez años, me había preparado, según las instrucciones de
María Sabina, el jugo prensado de cinco pares de hojas frescas de María
Pastora. Quería yo recuperar esta experiencia que se me había escapado en San
José Tenango. Dicen que la pócima es especialmente eficaz cuando la prepara un
niño inocente. La copa con el jugo también fue ahumada, y María Sabina y don
Aurelio pronunciaron unas palabras antes de dármela.
Todos estos preparativos
y la ceremonia misma transcurrieron de un modo muy parecido al de la consulta a
la curandera Consuela García en San José Tenango.
Una vez repartida la droga y apagada la vela en el “altar”, se esperó el efecto a oscuras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario