Traducción del francés: Hugo Giovanetti Viola
1ª edición: Editorial Proyección / Uruguay / 1993, en
colaboración con la Universidad de Poitiers.
1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes /
2020, con el apoyo de la Universidad de Poitiers.
III
LA ISLA INTERIOR O LA ATRACCIÓN DEL MITO PERSONAL (1)
Chacun d’eux portait sur son dos une énorme Chimère aussi
lourde qu’un sac de farine ou de charbon, ou le fourniment d’un fantassin
romain. (…) Je questionnai l’un de ces hommes, et je lui demandai où ils allaient
ainsi. Il me répondit qu’ils ne savaient rien, ni lui, ni les autres; mais qu’évidenment
ils allaient quelque part puisqu’ils étaient poussés par un invincible besoin
de marcher.
BAUDELAIRE
La evolución de Aránzuru,
en Tierra de nadie, servirá para descifrar toda una serie de personajes desgarrados
por deseos contradictorios; tan atormentados por la tentación de una ruptura
definitiva con el mundo como por la cruel intuición de la inutilidad y la
imposibilidad de ese gesto. El análisis del mito de la isla, inicialmente
ligado al protagonista de Tierra de nadie pero con un alcance simbólico
capaz de proyectarse sobre más de una obra onettiana, nos permitirá un mejor
discernimiento del significado real de la silenciosa búsqueda emprendida por la
mayoría de los héroes.
Recordemos brevemente la
génesis del mito y sus principales características. Conviene señalar que su
creador no es, hablando con propiedad, Aránzuru sino Num, el viejo embalsamador
de pájaros, quien aportará el sabor y hasta el mismo nombre de la isla
-Faruru-, el dato sobre su localización geográfica y las pocas informaciones
complementarias destinadas a conferirle un mínimo de materialidad.
Anoche estaba vagando y
me paré en una agencia de vapores. Había uno de esos letreros de excursión que
ponen, con arbolitos y el agua azul marino, claro. Me acordé de Tahití y de
usted, de la otra isla, ¿se acuerda?
-Sí, la isla… Si usted la
viera doctor… No se viene más, no.
-¿Cómo era el nombre?
-¿El nombre, dice? ¡Qué
cabeza! Hay algunos días… Ah, Faruru. Sí, el nombre es Faruru. Todo eso de la
Polinesia, las islas. Pero no la traen los mapas. Una isla… Ah, nada de blancos,
es la única que queda. ¿Le conté? Estuve de paso, hace tantos años… Pero aquí
mismo, no hace mucho que estuve hablando con un marinero. Había estado. Nada de
blancos todavía. Está un poco al sur y se llama Faruru, así, con una efe de
garganta (46)
Aránzuru, por su parte,
tendrá por función específica la propagación del mito, intentando entusiasmar a
los integrantes de la “barra” con los beneficios del viaje. El éxito de su
tarea viene sugerido en las primeras páginas de la novela a través de la
descripción de una kermesse, a la cual todo acuden y que parece impregnada de
un exotismo lánguido y embriagante, que remueve el oscuro deseo de un “más allá”:
Frente a ellos, la parte
desnuda del jardín donde se bailaba. Un círculo de farolitos de papel ondulaba
suavemente.
-Estoy loca de ganas de
que venga la primavera -dijo Nené.
Había unas gruesas palmeras
con las hojas formando sombrilla. Algunos vestidos claros se amontonaban en los
kioscos de paja, como diminutas chozas indígenas. Una mujer con falda de rafia
y flores en la cabeza reía y saludaba encima de una mesa. A veces echaba la
cabeza para atrás y la luz le iluminaba la garganta.
-Este tiempo va a acabar
en lluvia -dijo Nené.
Aránzuru encendió un
cigarrillo y se recostó en el árbol. Fumaba mirando a las mujeres que pasaban
bailando.
-Bueno, no está mal.
Hawai o algo por el estilo ¿No? (47)
Sobre el final de la
novela, el poder persuasivo de Aránzuru vuelve a confirmarse inesperadamente,
con la irrupción de Violeta: en el momento en que todos -el mismo Aránzuru
inclusive- parece haber olvidado aquella posibilidad de evasión, ella replantea
el seductor proyecto de viajar a la isla:
Bueno. ¿Vino así, a
visitarme, puramente para eso? Tratándose de usted…
-Sí. Vine a buscarlo. Es
un proyecto… Después hablamos Dígame sólo si puede dejar esto, en cualquier momento.
-Bah… Esto o o cualquier
cosa…
-Bueno. ¿No podemos
salir? Vamos a algún lado a conversar.
-Ahora? No, espere.
Maldita la gana de vestirme.
-Así me cuenta algo de lo
que se pueda contar de lo que hizo.
-Bah. Nada. Anduve un
poco. Tipos, mujeres… Me emborraché algunas veces… ¿Qué más?
-¿Piensa siempre en la
isla?
-¿A usted también le
hablé de la isla? Pienso… Pero tanto da. ¿Vio el fonógrafo? Es divertido (48)
El mito de la isla
rebrota súbitamente y Aránzuru, su promotor, no duda, a pesar de algunas
vacilaciones iniciales, en empujar a sus amigos hacia la aventura. Hasta
Larsen, un extraño para la “barra”, será solicitado:
Guardó los papeles y se
recostó en la pared.
Larsen se abrochaba la
camisa, con los pantalones deprendidos.
-Oiga, Larsen. ¿Por qué
no se viene conmigo a la isla?
-Déjeme de embromar. Más
vale irse a pudrir a cualquier parte.
-Me gustaría verlo con un
taparrabos.
-Me voy a hacer humo (49)
Notas
(46) Ibíd., II, p. 26.
(47) Ibíd., I, pp. 19-20.
(48) Ibíd., XLVI, p. 136.
(49) Ibíd., L, pp. 152-153.
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