EXPLORACIÓN METÓDICA (*) (2)
JERZY GROTOWSKI
(*) Este artículo fue
escrito para explicar el objetivo del Instituto Bohr. Fue publicado en Tygodnik
Kulturalny (Varsovia, 17, 1967).
III
Me intereso en el actor
porque es un ser humano. Esto plantea dos hechos fundamentales: primero, mi
encuentro con otra persona, el contacto, el sentimiento mutuo de comprensión y la
impresión que resulta del hecho de abrirse a otro ser, de que tratamos de
entenderlo; en suma, la superación de nuestra sociedad. En segundo lugar, el
intento de comprenderme a mí mismo a través de la conducta de otro hombre, de
encontrarme en él. Si el actor reproduce un acto que le he enseñado, parece que
lo he domado. El resultado es una elección banal desde el punto de vista
metodológico y, en lo más profundo de mi ser, lo considero un acto estéril
porque nada se ha abierto ante mí. Pero si en el curso de una colaboración
estrecha llegamos al punto en que el actor, liberado de sus resistencias, se
revela profundamente mediante un gesto, considero entonces que desde el punto
de vista metodológico el trabajo ha sido efectivo. Entonces me sentiré
enriquecido personalmente, porque en ese gesto es perceptible una especie de
experiencia humana que me ha sido revelada, algo más bien especial que podría definirse
como un destino, como una condición humanos.
Lo dicho se refiere a la relación
que se establece entre el director y un actor individual, pero si este concepto
se extiende a toda la compañía, una nueva perspectiva se abre hasta los límites
de la vida colectiva, hasta el terreno común de nuestras convicciones, nuestras
creencias, nuestras supersticiones y las condiciones de vida contemporánea.
Si este terreno común
existe, podremos, con toda sinceridad, llegar inevitablemente a la
confrontación de la tradición y la contemporaneidad, del mito y la
incredulidad, de lo inconsciente y la imaginación colectiva.
No monto una obra para
enseñar a los demás lo que ya conozco. Es después de que la producción de la
obra se termina, y no antes, cuando me siento más sabio. Cualquier método que
no se proyecte hacia lo desconocido es malo. Cuando afirmo que la acción debe comprometer
la personalidad entera del actor a fin de que su reacción no sea inerte, no me
refiero a algo “externo”, como serían los gestos exagerados o las triquiñuelas.
¿Qué es lo que quiero decir? Es un problema de la esencia más profunda del
actor, de una reacción de su parte que le permite revelar una a una las
distintas facetas de su personalidad, desde las fuentes biológicas e
instintivas hasta el canal de la conciencia y el pensamiento, para alcanzar la
cima que es tan difícil de definir y en la que todo se vuelve una unidad. Este
acto de develación total del propio ser se convierte en una ofrenda de uno
mismo que alcanza a transgredir las barreras y el amor. Yo le llamo a esto un
acto total. Si el actor actúa de esta manera, crea una especie de provocación
para el espectador.
Desde el punto de vista
metodológico es efectivo porque le otorga el máximo de condición o poder
sugestivos. Evita por supuesto el caos, la histeria, la exaltación. Debe
tratarse de un acto objetivo: es decir, un acto desarticulado, disciplinado.
Pero por encima y más allá de toda eficacia metodológica, se abre una nueva
perspectiva para el espectador: la perfección del actor constituye un acto que
trasciende los tibios afectos de la vida cotidiana frente a los conflictos
internos entre el cuerpo y el alma, el intelecto y el sentimiento, los placeres
fisiológicos y las aspiraciones espirituales. Por un momento el actor se
encuentra fuera de los semicompromisos y conflictos que caracterizan nuestra vida
diaria.
¿Lo ha hecho por el
espectador? La expresión “para el espectador” implica cierta coquetería, cierta
falsedad, un autorregateo. Es mejor decir “en relación con” el espectador, o
quizá hasta a pesar de él. Es en este punto donde radica la provocación.
Hablo del método, hablo de la superación de límites, hablo de una confrontación, de un proceso de autoconocimiento y hasta en cierto sentido de una terapia. Este método debe permanecer abierto -su vida misma depende de esta condición- y es diferente para cada individuo. Así debe ser, porque su naturaleza intrínseca exige que sea individual.
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