NO ERA TOTALMENTE ÉL (*) (6)
JERZY GROTOWSKI
(*) Este artículo se publicó en Les Temps Modernes (París, abril de
1967) y en Flourish, el periódico del Royal Shakespeare Theatre Club
(verano de 1967).
Artaud planteó la gran
liberación, la gran transgresión de las convenciones, la purificación mediante
la violencia y la crueldad; afirmó que la simple evocación de poderes ciegos en
el escenario podría protegernos contra ellos en la vida misma. Pero ¿cómo
podemos pedirles que nos protejan de ese modo, cuando es obvio que no pueden
hacerlo? No es en el teatro en donde los poderes oscuros pueden controlarse; es
más fácil que estos poderes conviertan al teatro a sus propios fines (aunque no
pienso que intervengan en el teatro, puesto que ya tienen los medios masivos de
dominio a su disposición). A fin de cuentas el teatro no nos protege ni nos
invalida. No creo que el retrato explosivo de Sodoma y Gomorra en un escenario
calme o sublime de ninguna manera los impulsos pecaminosos por los que esas dos
ciudades fueron castigadas.
Artaud da en el clavo,
sin embargo, cuando nos habla de la liberación y de la crueldad, porque
sentimos que está tocando una verdad que podemos verificar de otra manera.
Sentimos que un actor alcanza la esencia de su vocación cada vez que se entrega
a un acto de sinceridad, cuando se revela, se abre y se entrega en un gesto
extremo y solemne sin detenerse ante ningún obstáculo que oponga la costumbre o
la conducta. Y más aun cuanto este acto de extrema sinceridad se modela en un
organismo vivo, en impulsos, en una manera de respirar, en un ritmo de
pensamiento y de circulación de la sangre, cuando se ordena y se trae a
conciencia, no disolviéndose en el caos y en la anarquía formal, en una
palabra, cuando este efectuado en el teatro es total, entonces, aunque
el teatro nos proteja de los poderes oscuros, por lo menos nos permite
responder totalmente, es decir, empezar a existir; porque en general reaccionamos
sólo con la mitad de nuestra capacidad.
Y si hablo de un “acto
total” es porque tengo el sentimiento de que hay una alternativa del “teatro de
la crueldad”. Artaud continúa siendo un desafío para nosotros en este punto,
quizá menos por su obra que por su idea de la salvación mediante el teatro.
Este hombre nos entregó mediante su martirio una prueba extraordinaria del
teatro como terapia. He encontrado dos expresiones de Artaud que merecen la
atención: la primera es la observación de que la anarquía y el caos (que eran
como una espuela para su propio ser) deben estar unidos a un sentido del orden
que concebía dentro de su mente y no como una técnica física. Sería bueno citar
esa frase para aquellos que se autopostulan como discípulos de Artaud: “la
crueldad es rigor”.
La frase nos lleva al
elemento medular del arte del actor como acción extrema y última. “Los actores
deben ser como mártires quemados en la hoguera que continúan haciéndonos señales
desde ellas.” Quiero añadir que estas señales deben ser articuladas, y no
balbuceantes o llenas de delirio, desequilibradas, a menos que un trabajo dado
nos muestre precisamente que lo exige. Con esta salvedad, afirmamos que esta cita
contiene, en un estilo oracular, el problema total de la espontaneidad y la
disciplina, esta conjunción de opuestos que hace nacer el acto total.
Artaud fue un gran poeta del teatro, es decir, un poeta de las posibilidades del teatro y no de la literatura dramática. Como el profeta mítico Isaías, predijo para el teatro algo definitivo, un nuevo significado, una nueva y posible reencarnación. “Entonces Emmanuel nació.” Como Isaías, Artaud supo de la llegada de Emmanuel y lo que con él se implica. Vio la imagen a través de un vidrio, oscuramente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario