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A LA BÚSQUEDA DE UNA IDENTIDAD EN LA OBRA DE JUAN CARLOS ONETTI (56) - MARYSE RENAUD

 Traducción del francés: Hugo Giovanetti Viola 

1ª edición: Editorial Proyección / Uruguay / 1993, en colaboración con la Universidad de Poitiers.

1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2020, con el apoyo de la Universidad de Poitiers.

 

EL INDIVIDUO Y EL GRUPO

 

I – PASEOS DICHOSOS, VAGAR PATÉTICO (3)

 

En ocasiones, la implacable dureza del mundo urbano puede revestir un carácter verdaderamente trágico como sucede con Ossorio, el protagonista de Para esta noche, sobre el cual la ciudad terminará por cerrarse igual que una trampa (9). Su alocada fuga callejera se constituirá en la réplica inversa de los paseos adolescentes un Raucho, un Suaid o un Jason. El ritmo indolente de los relatos anteriores es sustituido por una precipitación angustiada, expresada con eficacia a través de la significante amplitud de los períodos oratorios, la proliferación verbal y el reiterado recuerdo del obstáculo que representan las “diez cuadras” fatídicas:

 

El ruido iba y se acercaba, giraba en rápidas vueltas y él, apoyado en los tablones, sujeto por el dolor como por ligaduras a un poste, rodeado de gritos, sólo podía pensar en las diez cuadras, bajando a la derecha, por las que eran necesario andar, correr, arrastrarse hasta llegar al puerto; las diez cuadras en pendiente donde una mujer gritaba, sin palabras, solamente gritaba, sin alzar el tono, hasta que necesitaba detenerse para respirar y volvía a gritar, arrancando la voz desde un invisible lugar próximo al suelo (10).

 

En otros vagabundeos, igualmente sellados por la fatalidad, el impacto surgirá del desenlance y no del desarrollo, como sucede con la muchacha de La cara de la desgracia, horriblemente asesinada durante uno de sus habituales paseos nocturnos por la playa:

 

La faz está manchada por un líquido azulado y sanguinolento, que ha fluido por la boca y la nariz. Después de haberla lavado cuidadosamente, reconocemos en torno de la boca extensa escoriación con equimosis, y la impresión de las uñas hincadas en las carnes. Dos señales análogas existen debajo del ojo derecho, cuyo párpado interior está fuertemente contuso. A más de las huellas de violencia que han sido ejecutadas manifiestamente durante la vida, nótese en el rostro numerosos desgarros. (…) Los tegumentos están invadidos por la putrefacción y pueden distinguirse en ellos vestigios de contusiones o equimosis. El interior de la tráquea y de los bronquios contiene una pequeña cantidad de un líquido turbio, oscuro, no espumoso, mezclado con arena (11).

 

Tanto en el caso de Ossorio como en el de la “muchacha de la bicicleta”, el errar impuesto por circunstancias penosas -la guerra u otras formas más grises de la desgracia cotidiana- termina por ser fatalmente asumido, al constituirse en el factor acelerador de un destino que ya parece ineludible. Es esta misma atmósfera -más apagada, desde luego, pero no menos desgarradora- la que rodea las regulares peregrinaciones portuarias de Kirsten, en Esbjerg, en la costa. Este extraño deambular ostenta muy claramente su índole compensatoria. Porque aun manifestando el desarraigo y el sufrimiento de un ser arrancado de su país natal y mal integrado en una sociedad “rioplatense” sin horizontes reales -cuyo verdadero parámetro parece ser el azar-, las peregrinaciones de Kirsten sugieren la posibilidad de sobrellevar, aunque sea puntualmente, la desgracia engendrada por el exilio, a través de la inmersión ritual en la densa multitud movediza del puerto:

 

Y ahora, en esta tarde de sábado, como en tantas noches y mediodías, con buen tiempo o a veces con una lluvia que se agrega a la que siempre le está regando la cara a ella, se van juntos más allá de Retiro, caminan por el muelle hasta que el barco se va, se mezclan un poco con gentes con abrigos, valijas, flores y pañuelos, y cuando el barco empieza a moverse, después del bocinazo, se ponen duros y miran, miran hasta que no pueden más, cada uno pensando en cosas tan distintas y escondidas, pero de acuerdo, sin saberlo, en la desesperanza y en la sensación de que cada uno está solo, que siempre resulta asombrosa cuando nos ponemos a pensar (12).

 

Acto masoquista y benéfico a la vez, el obsesionado errar de Kirsten constituye el inicio de una larga serie de mecanismos compensatorios que invadirán las ficciones onettianas, especialmente a partir de La vida breve.

 

Notas

 

(9) Cf. al respecto Jorge Ruffinelli, “La historia secreta de Para esta noche”, en Onetti, op. cit., y Gabriel Saad, Invariants et Système de production du récit dans l’oeuvre de Juan Carlos Onetti. Étude comparée de cinq éditions de Para esta noche. Thèse de Doctorat de Troisième cycle, Université de Paris III, Sorbonne Nouvelle, 1979.

(10) Para esta noche, XXIV, p. 176.

(11) La cara de la desgracia, en Tres novelas, p. 47.

(12) Esbjerg, en la costa, en Cuentos completos, pp. 40-41.

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