EL
DÍA Y LA NOCHE
Desnúdate en silencio.
La noche se desata
debajo de las hojas,
y en su lechoso zumo
nadarás blandamente.
Es un valle indeciso
el mundo de tu cuerpo,
un inerme alimento
para el musgo que mira
con devorantes ojos.
Deja en orden tus huesos
a orillas de tu almohada.
Descarnados países
suben ya por tu médula:
muertos llenos de espinas
y gastadas pelucas,
y una blandura extraña
en sus rotas gargantas.
Crece un césped nocturno
debajo de esas telas.
Del otro lado yacen
tus vidriosos vecinos:
son ese rumor cálido
que el alba descompone.
Pero apaga esas sábanas.
Oye las dulces cosas
resonar en la lumbre
con que invade sus formas
un perezoso océano.
Acaricia esa copa.
Contempla una vez más
tu rostro hereditario,
la pequeña bujía
bajo la noche inmensa,
y despide tu sangre
junto a ese muro pálido.
De ti sólo conoces
tu pipa de tabaco.
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