por Pablo Javier Piacente
Según investigadores estadounidenses, la cultura ayuda a los humanos a
adaptarse a su entorno y a superar los desafíos mejor y más rápido que la
genética: el conocimiento se transfiere de forma más flexible y dinámica que
los genes. Vivimos un cambio evolutivo, en el cual gradualmente la herencia
cultural va ganando espacio sobre la herencia genética.
Científicos de la Universidad de Maine, en Estados Unidos, afirman en un
nuevo estudio que la cultura impulsa la evolución humana más que la genética.
El conocimiento y las prácticas culturales posibilitan avances más eficientes y
rápidos en la adaptación al entorno: la herencia cultural pasa de generación en
generación con mayor flexibilidad que la herencia genética.
De acuerdo a una nota de prensa, la humanidad vive un proceso de
transición evolutiva: poco a poco, factores como el conocimiento, las
habilidades adquiridas o las prácticas culturales van teniendo una mayor
influencia que los genes como motores de la evolución humana. El
estudio fue publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B.
Los especialistas también concluyeron que la transferencia de
conocimiento es más rápida y flexible que la herencia genética, porque no se
circunscribe únicamente a la información de los genes transmitida de padres a
hijos: también incluye a la información del entorno, las aportaciones de otras
personas, los productos culturales y las experiencias vividas.
Más culturales y menos genéticos
Para los expertos, que realizaron una extensa y exhaustiva revisión de
investigaciones y teorías referidas a la evolución humana, el ser humano es
único gracias a ese desarrollo «mixto» que combina la evolución cultural y
genética. Sin embargo, creen que existe un cambio paulatino: de manera gradual, somos
cada vez más «culturales» y menos «genéticos».
Aunque existen diferentes razones para esta transición, los
investigadores sostienen que un punto clave son las ventajas que posee la
cultura sobre los genes como medio de transferencia de información: no es
necesario esperar a que pase una generación para aprovechar los cambios
evolutivos, porque los mismos pueden capitalizarse de inmediato en forma de
nuevos conocimientos, habilidades, experiencias o prácticas.
Tampoco existe una estructura rígida de transmisión como en la herencia
genética. Mientras los genes transfieren información de forma «vertical» y
solamente de padres a hijos, o en forma indirecta también de generaciones
previas, la cultura y el conocimiento admiten la incorporación de novedades y
avances por parte de personas sin lazos sanguíneos, especialistas y educadores
o directamente experiencias que enriquecen al ser humano. Es una evolución
«horizontal» y dinámica.
La evolución intangible
Aunque la cultura ha moldeado a la humanidad desde tiempos inmemoriales,
generalmente ha sido menospreciada como factor evolutivo frente a la herencia
genética. Quizás se deba a que la evolución genética es más fácil de apreciar,
identificar y medir: las similitudes físicas entre padres e hijos o el
incremento en el tamaño del cerebro son evidentes. Por el contrario, el
enriquecimiento simbólico que producen las prácticas culturales conforma
un patrimonio «intangible» que no es tan sencillo cuantificar.
En el mismo sentido, el estudio remarca la trascendencia del aprendizaje
social y compartido. Según los expertos, se observa a lo largo de la
historia de la humanidad que los grupos organizados logran avances más
significativos que los individuos aislados. La vida cooperativa y el
aprendizaje entre pares permiten una evolución sostenida en el tiempo, logrando
una adaptación más rica a los desafíos que ofrece un entorno siempre cambiante.
Los científicos estadounidenses creen que existen «marcas» de evolución
cultural que no tienen correlato a nivel genético y que están modificando el
desarrollo humano, como por ejemplo las identidades culturales o regionales, el
sentido de pertenencia a grupos sociales cada vez más diversificados o,
incluso, los impactos de las nuevas tecnologías en los hábitos y las
costumbres.
En consecuencia, sostienen que avanzamos hacia patrones de evolución
cultural con apoyo genético: nos convertimos poco a poco en seres más
dominados por la transmisión
cultural que por la genética.
Referencia
Long-term gene–culture coevolution and the human evolutionary transition. Waring Timothy M. and Wood Zachary T. Proceedings of the Royal Society B (2021).DOI:https://doi.org/10.1098/rspb.2021.0538
(TENDENCIAS / 7-6-2021)
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