por ÓSCAR DE LA BORBOLLA (*)
Hace
muchos años leí, y no recuerdo dónde, en algún libro del filósofo Francis
Bacon, unas analogías que me maravillaron: en ellas clasificaba a los filósofos
en tres categorías: aquellos que como las hormigas solo se dedicaban a compilar
conocimientos; quienes eran como las arañas, pues sacaban de sí mismos, de
manera a priori, todo lo que decían y, finalmente, los que procedían como las
abejas, pues obtenían del mundo sus saberes pero no se conformaban con
compilarlos, sino que los procesaban para hacer miel con ellos. En este último
grupo, desde luego, Bacon se incluía a sí mismo. Estas analogías me han
permitido no solo clasificar a mis colegas, sino que me han llevado a
reflexionar por los rumbos del pensamiento analógico y a tropezar con algunas
sorpresas.
Al
adaptar las analogías de Bacon se me ha ocurrido, por ejemplo, clasificar un
buen número de actividades diciendo que algunas son como de mineros y otras
como de pescadores. El minero excava, va horadando un túnel en la tierra y,
conforme avanza, la tierra va rindiendo sus dones. Y eso es exactamente lo que
hacen quienes se adentran en la imaginación para hacer una novela, los
escritores: con cada frase excavan en la mina del lenguaje y, a veces, hallan
joyas literarias, frases afortunadas que el lector subraya. Y también los
matemáticos son mineros, aunque su montaña es la de la racionalidad pura;
buscan y buscan con sus deducciones, sus andamios numéricos y, solo a veces,
muy pocas, hallan. Novelistas y matemáticos son semejantes, pues, así como en
literatura lo que cuenta no son las frases espectaculares, tampoco en
matemáticas resultan tan valiosos los teoremas encontrados, sino las galerías
que unos y otros abrieron para llegar a ellos, los pasos justos con los que se
termina por levantar un mundo o los pasos precisos para comprobar una conjetura
y volverla teorema.
Mineros
son todos los que ponen su empeño en encontrar, son buscadores que se adentran
como los matemáticos, los astrónomos, los físicos, los pensadores, los músicos,
los escritores y muchísimos más.
Los
pescadores son distintos: ellos no buscan, encuentran. Lanzan su red o su
anzuelo donde saben que abunda lo que quieren y tras un rato de esperar,
recogen. Pescadores son los publicistas, los profetas, los médicos que aguardan
en sus consultorios… todos ellos saben que el mar y el río están llenos de
peces como el mundo está lleno de consumidores, de gente beata y de enfermos.
No tienen que buscarlos, llegan solos.
Las
analogías no sé si son o no conocimiento, pero sí son faros de luz que me
permiten andar menos a tientas, ir por ahí siquiera con una idea vaga de las
cosas… no estaría mal pasarme el resto de la tarde pensando para mí mismo en
las actividades relacionadas con los piratas, los agricultores y los donjuanes,
y que sean solo para mí.
(*) Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."
(SINEMBARGO 21-6-2021)
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