NO ERA TOTALMENTE ÉL (*) (1)
JERZY GROTOWSKI
(*) Este artículo se publicó en Les Temps Modernes (París, abril de
1967) y en Flourish, el periódico del Royal Shakespeare Theatre Club
(verano de 1967).
A Stanislavski lo comprometieron sus discípulos. Fue el primer gran creador
de un método de actuación en el teatro y todos los que estamos interesados en
los problemas teatrales sólo podemos dar respuestas personales a las preguntas
que él planteó. Cuando en los múltiples teatros europeos contemplamos las
representaciones inspiradas por la “teoría de Brecht”, y nos vemos obligados a
combatir un terrible aburrimiento que surge de la falta de convicción tanto de
los actores como del director, para lograr el tan famoso “distanciamiento”,
recordamos las producciones del propio Brecht. Quizá estaban menos de acuerdo
con su teoría, pero eran, por otra parte, más personales y subversivas,
mostraban un conocimiento profesional muy profundo y nunca nos permitían caer
en el aburrimiento.
Ahora entramos de lleno en la época de Artaud. El “teatro de la crueldad”
ha sido canonizado, es decir, se ha hecho trivial, se ha llenado de baratijas y
ha sido torturado de muy diversas formas. Si un creador tan eminente como Peter
Brook, con un estilo tan acabado y personal, vuelve los ojos a Artaud, no es
para ocultar sus propias debilidades o para imitarlo: sucede que en un cierto
grado de su desarrollo se siente de acuerdo con Artaud y necesita una
confrontación con él, lo prueba, y retiene todo lo que resiste a la
prueba. Sigue siendo el mismo. Pero cuando vemos todas esas representaciones
viciosas del teatro de avant-garde de muchos países, esos trabajos
abortados y caóticos, empapados de esa supuesta crueldad que no asustaría ni a
un niño, esos happenings que sólo revelan una falta de habilidad
profesional, un sentimiento de inseguridad y el amor a las soluciones fáciles,
esas representaciones violentas sólo en la superficie (que debieran herirnos
pero no lo logran), cuando vemos esos subproductos cuyos autores consideran o
llaman a Artaud su padre espiritual, entonces sí creemos en la crueldad, pero
contra Artaud.
La paradoja de Artaud está en el hecho de que es imposible llevar a cabo
sus proposiciones. ¿Significa esto que estaba equivocado? Ciertamente que no.
Pero Artaud no dejó ninguna técnica concreta y no indicó ningún método. Nos
dejó visiones y metáforas; se debe seguramente a una expresión de la
personalidad de Artaud y es además el resultado de la falta de tiempo y de
medios adecuados para poner en práctica las cosas que vislumbró. También se
explica por lo que podríamos llamar el error de Artaud o al menos su
peculiaridad: él andaba a tientas, sutilmente, de una manera ilógica, casi
invisible e intangible. Artaud utilizó un lenguaje que era en sí mismo intangible
y huidizo. Los microorganismos se estudian con un instrumento de precisión: el
microscopio. Todo aquello que es imperceptible exige la precisión.
Artaud habló de la magia del teatro y su modo de conjurarlo; creó imágenes
que nos afectan en cierta forma. Quizá no las entendamos completamente pero
advertimos que estaba buscando un teatro que trascendiera la razón discursiva y
la psicología. Y cuando descubrimos un día que la esencia del teatro no se
encuentra ni en la narración de un evento, ni en la discusión de una hipótesis
con el auditorio, ni tampoco en la representación de la vida tal y como parece
desde afuera y ni siquiera en una visión, que el teatro es un acto que se
expresa a veces en los organismos de los actores, frente a otros hombres,
cuando descubrimos que la realidad teatral es instantánea y no una ilustración
de la vida, sino algo ligado a la vida sólo por analogía, cuando
descubrimos esto, entonces nos planteamos la pregunta: ¿hablaba Artaud sólo de
esto y de nada más?
Porque aunque el teatro disponga de las triquiñuelas del maquillaje y de la vestimenta, de falsos vientres y de falsas narices, nosotros le exigimos al actor que se transforme ante el espectador mediante sus impulsos interiores y su cuerpo; por eso cuando postulamos que la magia del teatro consiste en esta transformación tal y como se produce ante nosotros, volvemos a plantear la cuestión: ¿Artaud sugirió alguna vez otro tipo de magia?
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