por Juan Pablo Carillo Hernández
Es muy
probable que muchos de nosotros estemos habituados a considerar a los colores
como una cualidad “natural” de los objetos y de la realidad en general. Es muy
normal que juzguemos a los colores que vemos en las cosas como sus colores
“reales” y que frente a declaraciones que involucran sus nombres difícilmente
nos preguntemos qué significan. En la vida cotidiana, casi nadie se pregunta
qué significa que algo sea rojo o cuál es el significado del término “verde”.
Lo más común es que aceptemos los colores sin mayores cuestionamientos ni
reflexión de por medio.
Sin
embargo, la indagación sobre los colores es un tema importante en las
reflexiones sobre la realidad. No por nada figuras eminentes como Isaac Newton,
Goethe y Ludwig Wittgenstein dedicaron parte de su trabajo a intentar
comprender qué son los colores.
Newton
abordó el problema desde el punto de vista de la física. En 1672, en su tratado
sobre óptica (que se conoce bajo el título breve de Opticks), fue la primera
persona en designar a la luz con el término “espectro” y planteó que el
espectro de luz visible para el ser humano está compuesto de siete colores
elementales, hallazgo que realizó a partir de experimentos hechos con cristales
en forma de prisma.
Cabe
señalar que la designación de este número estuvo influenciada por las creencias
de la época, pues Newton, practicante de la alquimia y otras disciplinas
esotéricas relacionadas con la adivinación del futuro, probablemente quiso
establecer una relación entre esos siete colores y las siete notas musicales y
los siete planetas del Sistema Solar que se conocían en la época.
Para
acompañar sus observaciones, Newton dibujó de propia mano un esquema circular
con el que mostró la composición de la que hablaba. En este, los colores
reciben los nombres en latín de rubeus, aureus, flavus, viridis, cœruleus, indicus y violaceus, los cuales corresponden a rojo, naranja, amarillo, verde,
azul (o cian), índigo y violeta.
Si
bien es cierto que en el siglo XIII ya Roger Bacon había observado que los
colores del arcoíris se formaban cuando se dejaba pasar rayos de luz a través
de un vaso de agua, el mérito de Newton fue explicar el fenómeno
científicamente. Su teoría fue tan revolucionaria que se siguió discutiendo
hasta bien entrado el siglo XIX.
El
siguiente hito en la teoría moderna del color lo estableció Johann Wolfgang von
Goethe, a quien más comúnmente se identifica como escritor y poeta (en buena
medida por obras como Fausto o Las
desventuras del joven Werther).
Sin
embargo, Goethe fue un gran entusiasta no sólo de toda forma de conocimiento,
sino especialmente del conocimiento sobre la naturaleza. Con un espíritu en
donde se fundieron de manera armoniosa las aspiraciones más elevadas de la
Ilustración y el apasionamiento del Romanticismo, Goethe emprendió
investigaciones sobre la naturaleza impulsado por su propia curiosidad.
Sobre
los colores, Goethe llegó a formular una teoría completa, cuya declaración más
destacada es el entendimiento de la luz como un continuo en donde no hay
separación real entre franja y franja de color. Este hallazgo confirmó la idea
de espectro sugerida por Newton y, de hecho, la consolidó.
Como
Newton, Goethe ilustró sus ideas sobre el color con dibujos, entre los cuales
un disco destaca por la belleza de su hechura.
La
teoría del color de Goethe tuvo una influencia notable en la ciencia y en la
filosofía, particularmente en las reflexiones de Ludwig Wittgenstein (quien
pretendió darle un vuelco radical a la disciplina).
En al
menos tres lugares de su obra (Observaciones
sobre los colores, Investigaciones filosóficas y Zettel), Wittgenstein
reflexionó en torno a algunas preguntas que pueden calificarse de asombrosas
pues, en efecto, se acercó al problema de los colores arrobado por el asombro,
acaso la mejor actitud para filosofar.
Wittgenstein
toma como punto de partida la pregunta de qué significa conocer un color, en la
cual se combinan cuestiones sobre el conocimiento y el problema de la lógica en
relación con el lenguaje. El siguiente fragmento de Observaciones sobre los colores da cuenta de este enfoque:
3. Lichtenberg dice que muy poca gente ha visto alguna vez el
blanco puro. ¿Usa, entonces, la mayoría de la gente la palabra de forma
equivocada? ¿Y cómo aprendió él el uso correcto? —Él construyó un uso ideal a
partir del uso ordinario. Y eso no es decir que sea un uso mejor, sino un uso
que ha sido refinado de acuerdo con ciertos lineamientos, y en el proceso algo
ha sido llevado al extremo.
Más
adelante, sobre la intención de sus reflexiones, dice Wittgenstein:
22. Nosotros no queremos establecer ninguna teoría del color (ni
una fisiológica ni una psicológica), sino más bien la lógica de los conceptos
de color. Y esta logra lo que indebidamente la gente a menudo espera de una
teoría.
Este
fragmento puede tomarse como un ejemplo de dicho enfoque:
68. A la pregunta “¿Qué significan las palabras ‘rojo’, ‘azul’,
‘negro’, ‘blanco’?”, podemos, desde luego, señalar cosas que tienen estos
colores —¡pero nuestra capacidad para explicar los significados de estas
palabras no va más allá! Por lo demás, no tenemos idea en absoluto de su uso, o
una idea muy tosca y hasta cierto punto falsa.
Las
observaciones de Wittgenstein se pueden entender como una especie de
contrapunto a las teorías científicas sobre el color, pues conducen a preguntas
que trascienden dicho campo y nos llevan a interrogar la lógica del lenguaje
que usamos a diario, la manera en que nombramos las cosas y la “razón” que
fundamenta esos nombres.
Bien mirado, es sorprendente que todo esto –una historia que abarca al menos tres siglos y en done figuran personajes como Newton, Goethe y Wittgenstein– haya surgido de algo tan aparentemente “natural” como los colores.
(pijamaSURF / 27-6-2021)
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