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ESTÉTICA DE LA CREACIÓN VERBAL (95) - M. BAJTIN

 DEL LIBRO PROBLEMAS DE LA OBRA DE DOSTOIESVKI (2)

 

DEL CAPÍTULO “FUNCIONES DEL ARGUMENTO DE AVENTURAS EN LAS OBRAS DE DOSTOIEVSKI” (2)

 

“Las profundidades del alma humana”, o lo que los idealistas románticos solían llamar “espíritu” a diferencia del alma, llegan a ser, en la obra de Dostoievski, objeto de una representación objetiva, realista, sobria y prosaica. Las profundidades del alma humana en el sentido del conjunto total de los actos ideológicos superiores (cognoscitivos, éticos y religiosos) eran, en la obra literaria, únicamente objeto de una expresión patética directa, o bien determinaban esta creación como sus principios. El espíritu se presentaba como espíritu del autor mismo objetivado en la totalidad de la obra por él creada, o como la lírica del autor, como su confesión directa en categorías de su propia conciencia. En uno y en otro caso el autor aparecía como “ingenuo”, y ni siquiera la misma ironía romántica pudo eliminar esa ingenuidad, porque permanecía dentro del mismo espíritu.

 

Dostoievski se vincula orgánica y profundamente con el romanticismo, pero aquello que un romántico enfocaba desde dentro en categorías de su propio yo, aquello de lo que estaba poseído, Dostoievski logró representarlo desde el exterior, y de manera tal que este enfoque objetivo no bajó ni un ápice la problemática espiritual del romanticismo, no la convirtió en psicología. Dostoievski, al objetivar el pensamiento, la idea, la vivencia, nunca llega por las espaldas, nunca ataca por detrás. Desde las primeras hasta las últimas páginas de su obra se dirigía por el principio de, para la objetivación y conclusión de la conciencia ajena, no utilizar nada que no fuese accesible a la conciencia misma, que estuviese fuera de su horizonte. Incluso en el libelo para descubrir a su héroe jamás utiliza aquello que este no ve ni conoce (tal vez con raras excepciones); no representa, con la espalda del personaje, su cara. En las obras de Dostoievski no hay, al pie de la letra, ni una sola palabra esencial acerca del héroe la cual el héroe mismo no hubiese podido expresar acerca de su persona por su cuenta (desde el punto de vista del contenido, no del tono). Dostoievski no es psicólogo. Pero al mismo tiempo, Dostoievski es objetivo y con pleno derecho puede llamarse realista.

 

Por otro lado, Dostoievski también objetiviza toda aquella subjetividad creativa de autor que matiza poderosamente el mundo representado en una novela monológica, volviendo objeto de percepción aquello que solía ser forma de percepción. Por eso aleja a su propia forma (y a la subjetividad de autor que le es inmanente) cada vez más profundamente, hasta el punto de que esta ya no puede hallar su expresión en el estilo y en el tono. Su héroe es un ideólogo. La conciencia de ideólogo, con toda su soledad y con todas sus escapatorias, con toda su fundamentación y profundidad y con toda su separación del ser llega tan rotundamente a formar parte del contenido de su novela que este ideologismo directo y monológico ya no es capaz de definir su forma literaria. El monologismo ideológico después de Dostoievski y su valoración ideológica no llegaron a enturbiar la objetividad de su visión artística. Sus métodos artísticos de representación del hombre interior, del “hombre dentro del hombre”, permanecen ejemplares para cualquier época y cualquier ideología, gracias a su objetividad.

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