jueves

DIOTIMA: LA ENIGMÁTICA MAESTRA DE SÓCRATES

por Carlos Javier González Serrano 

Anna Pagés Santacana, doctora en Ciencias de la Educación (Universitat Autònoma de Barcelona) y profesora titular de la Universitat Ramon Llul, así como autora de numerosos artículos sobre hermenéutica filosófica y transmisión cultural, nos presenta en Cenar con Diotima. Filosofía y feminidad un libro en el que se acerca a una de las figuras más misteriosas de la historia del pensamiento: Diotima de Mantinea. Una enigmática mujer que aparece en el Banquete de Platón nada menos que como la maestra de Sócrates en cuestiones de amor. Recordemos el núcleo de su discurso:

 

Pues esta es justamente la manera correcta de acercarse a las cosas del amor o de ser conducido por otro: empezando por las cosas bellas de aquí y sirviéndose de ellas como de peldaños ir ascendiendo continuamente, en base a aquella belleza, de uno solo a dos y de dos a todos los cuerpos bellos y de los cuerpos bellos a las bellas normas de conducta, y de las normas de conducta a los bellos conocimientos, y partiendo de éstos terminar en aquel conocimiento que es conocimiento no de otra cosa sino de aquella belleza absoluta, para que conozca al fin lo que es la belleza en sí. En este periodo de la vida, querido Sócrates –dijo la extranjera de Mantinea–, más que en ningún otro, le merece la pena al hombre vivir: cuando contempla la belleza en sí. Si alguna vez llegas a verla, te parecerá que no es comparable ni con el oro… (Banquete, 211c-d).


María Zambrano, una de las pensadoras más relevantes del siglo XX, se refirió a Diotima –en su escrito Nacer por sí misma– como alguien que bajaba la voz “bajándose hacia la tierra, como la mano del que echa la semilla, inclinándose como solía al mismo tiempo sobre la tierra y sobre el corazón del que la escuchaba ocasionalmente”. Y Pagés puntualiza: “Diotima se inclina hacia algo que no se ve bien desde arriba, desde lo alto del Olimpo filosófico de quienes ya saben”. Así, dos clases de individuos se distinguen, por lo pronto: los que, considerándose sabios, emplean su tiempo en enseñar a los demás (denominados tradicionalmente sofistas), y, por otro, aquellos que abrigan la esperanza de llegar a saber algo sin dejar de reconocer su propia ignorancia a través del continuo recurso de la duda y la interrogación. A la estirpe de estos últimos, como es bien sabido, perteneció Sócrates.


Pero el propósito de la profesora Pagés, y es esto lo que hace tan interesante el volumen, no es sólo investigar la escasamente conocida trayectoria (acaso mítica o legendaria) de Diotima, sino indagar, en paralelo, eso que podemos llamar “feminidad” y, en concreto, la feminidad del pensamiento; un asunto que, asegura la autora, se le ha atragantado a la filosofía desde el albur de los tiempos. Pagés acude al testimonio de Simone de Beauvoir, autora que incluso dudó sobre la pertinencia de publicar su obra más aclamada, El segundo sexo, cuando la francesa aseguraba que “el tema es irritante, sobre todo para las mujeres: y no es nuevo”. Y más adelante se preguntaba: “Esta feminidad ¿la secretan los ovarios? ¿O está fijada en el fondo de un cielo platónico? […] Aunque ciertas mujeres se esfuerzan celosamente por encarnarla, jamás se ha encontrado el modelo”.

 

Diotima, explica Anna Pagés, es una versión más de esta pregunta, que nos atenaza y que llega desde los tiempos de Sócrates y Platón. Y apuntala: “este libro no intenta discernir el mito de la feminidad. Más bien trata de deconstruir la feminidad como mito, desdoblando un programa inacabado de cuestiones, sin llegar a una conclusión fehaciente. ¿no es esto la tarea filosófica?”. De hecho, el Banquete de Platón es una reunión de hombres que, alrededor de una mesa, discuten sobre la naturaleza del amor, y será la aparición deslumbrante, y por supuesto femenina, de Diotima, lo que destapa, digamos, la verdad y hondura del asunto: es una mujer la que llega a poner los puntos sobre las íes en un simposio erigido y dirigido por hombres. Por eso, escribe Pagés, “las filósofas feministas han tomado a Diotima como un estandarte, defendiendo su existencia histórica con el fin de contrarrestar los ataques machistas de algunos autores, tipo Alan Bloom, que se regodea en decir lo políticamente incorrecto: que Diotima es un mito sin consecuencias”.

 

Al margen de la historia, Diotima supone sin duda una alusión y una metáfora muy fecunda. Y es que, leemos en el libro de Pagés, “un tono de voz femenina surge del Banquete de Platón” gracias a Diotima, pues “constituye un giro súbito e inexplicable” en la trama del diálogo: “Se trata de un revulsivo contra toda certeza sobre qué significa para una mujer leer, estudiar, pensar. Diotima es una inquietud para Platón en el interior de Sócrates”. Una “invisibilidad concreta”, una ausencia que grita por ser escuchada y a la que no sólo se presta oídos, sino que aparece como la versión más auténtica de cuanto se ha dicho en el banquete sobre el amor. El ensayo de Pagés es un intento por encontrar, así, las resonancias de la voz femenina en el núcleo mismo de la filosofía.

 

La reivindicación de la importancia tanto conceptual como filosófica, aunque también histórica, de Diotima fue una pauta común en el discurso feminista a partir de los años ochenta del siglo XX. “Diotima representa –escribe Pagés– la sabiduría de las mujeres al servicio de la transmisión de una ruta para pensar superando lo evidente, impulsando un tipo alternativo de trascendencia”. Y añade: “Al acompañar al filósofo hacia otra experiencia sobre el pensar, hacia otra manera de entender qué es el amor, Diotima ilustra una concepción de lo femenino como una instancia ‘en tránsito’, en contacto con otro universo simbólico, de una lucidez intelectual más afinada”.

 

Diotima es, sin duda, una aspiración. La aspiración a introducir en un discurso eminentemente masculino el complemento (necesario, imprescindible, insoslayable) de lo femenino en el seno de una tradición marcada por la masculinidad. Su aparición en el diálogo de Platón no es anecdótica, pues se introduce en él con una gran carga dramática, atronadora, llenando los huecos que el resto de discursos habían dejado. Como apunta muy acertadamente Anna Pagés, “tal vez no exista una filosofía en femenino sino una filosofía afectada por el interrogante sobre la feminidad […]. La feminidad como idea resquebraja el mundo cerrado que pretende sostenerse por sí mismo, lanza una melódica y sonora carcajada”. Un libro fundamental para adentrarse, a través de la apasionante figura de Diotima, en una de las grandes problemáticas que tanto ha afectado a la historia de la filosofía.

 

Cenar con Diotima presupone introducir la problemática de una voz ausente pero no inaudible, encajada en el logos del método socrático al que incordia para despertar de su letárgico acontecer discursivo. Se trata de una operación inteligente y delicadamente bella; apunta hacia otra cosa más allá del sistema filosófico envuelto en un halo metafísicamente sagrado. Consiste en hilar el tejido con la habilidad de la punta de los dedos, manipular la guirnalda de las verdades que circulan en la gramática y desenredar la compacidad de un concepto entero para desmenuzar las múltiples tonalidades que lo inspiran. Así se entibia la filosofía. La feminidad es la filosofía que canta, baila y se ríe, una práctica vital y alegre, dispuesta a disfrutar del socavón en el tropiezo de Tales, a esperar en el umbral de la guarida del filósofo profesional. Cenar con Diotima nos enseña que la filosofía, hoy, es declaradamente femenina: de mujeres y de hombres. Basta con localizar su voz (Anna Pagés, Cenar con Diotima).


(El vuelo de la lechuza / 17-4-2020)

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