Los parientes mejicanos del LSD (5)
La seta sagrada teonanacatl (5)
En aquel entonces yo era
el director de la división sustancias naturales de los laboratorios de
investigación farmacéutico-química, y quise asignarle al examen de las setas
milagrosas a uno de mis colaboradores. Pero él no mostró muchas ganas de asumir
esta tarea, porque se sabía que el LSD y todo lo relacionado con él no era un tema
visto con buenos ojos por la dirección general de Sandoz. Como no se puede dar
la orden de tener el entusiasmo necesario para un trabajo exitoso, pero yo lo
tenía, decidí realizar yo mismo la investigación.
Para el comienzo del
análisis químico disponíamos de unos cien gramos de hongos disecados del tipo psilocybe
mexicana, que el profesor Heim había cultivado en su laboratorio. En las
extracciones y ensayos de aislamiento me ayudó mi laborante Hans Tscherter,
quien, en el curso de nuestra tarea en común de varias décadas, se había
convertido en un colaborador sumamente eficiente y totalmente familiarizado con
mi método de trabajo. Como no había ningún punto de referencia sobre las
propiedades químicas de la sustancia activa buscada, había que realizar los
ensayos de aislamiento sobre la base del efecto de los extractos. Pero ninguno
de los diversos extractos mostró un efecto farmacológico claro, ni en perros ni
en ratones, del que podría haberse concluido la presencia del principio
alucinógeno. Surgieron dudas acerca de si los hongos cultivados y disecados en
París eran todavía eficaces. Esto sólo podía establecerse con un ensayo en el
hombre. Como en el caso del LSD, me decidí a hacerlo yo mismo, dado que no es
posible que un investigador transmita un autoensayo a otra persona, si lo
necesita para sus propias investigaciones y además encierra determinados
riesgos.
En este experimento comí
32 ejemplares disecados de psilocybe mexicana, que en conjunto pesaban
2,4 g. Esta cantidad correspondía, según las indicaciones de Wasson y Heim, a
una dosis media de las empleadas por los curanderos. Las setas desarrollaron un
fuerte efecto psíquico, como lo muestra el siguiente extracto del protocolo del
experimento:
Después de media hora el
mundo exterior comenzó a transformarse de modo peregrino. Todo adquirió un
carácter mejicano. Como yo era plenamente consciente de que podía fantasear
estas escenas mejicanas debido a mi conocimiento del origen mejicano de las
setas, intenté inconscientemente ver mi medio ambiente tal cual lo conocía de
todos los días. Pero todos mis esfuerzos por ver las cosas con sus formas y
colores habituales fracasaron. Con los ojos abiertos o cerrados veía únicamente
motivos y colores indígenas. Cuando el médico que controlaba el ensayo se
inclino por encima de mí para medir la presión sanguínea, se convirtió en un
inmolador azteca, y no me habría sorprendido de que blandiera un cuchillo de obsidiana.
Pese a la seriedad de la situación me divirtió ver que la cara teutónica de mi
colega había adquirido una expresión netamente india. En el punto álgido de la
embriaguez, unos noventa minutos tras la ingestión de las setas, el aflujo de
las imágenes internas -en general eran motivos abstractos de forma y color rápidamente
cambiantes- se hizo tan enorme, que temí ser arrastrado a ese vórtice de formas
y colores y disolverme en él. El sueño finalizó unas horas más tarde.
Subjetivamente no podría haber indicado cuánto había durado este estado vivido
de modo totalmente atemporal. Sentí el reingreso a la realidad acostumbrada
como un retorno feliz de un mundo extraño, vivido totalmente como real, al
viejo hogar familiar.
Este autoensayo mostró una vez más que el hombre es mucho más sensible a las sustancias psicoactivas que el animal. La misma comprobación, según lo señalábamos, la habíamos hecho ya en las investigaciones con LSD en el experimento animal. La causa de la aparente ineficacia de nuestros extractos aplicados a ratones y perros no radicaba, pues, en la falta de actividad de las setas, sino en la baja capacidad de reacción de los animales ante esas sustancias activas.
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