EPÍLOGO / EL MITO Y LA SOCIEDAD
2 / LA FUNCIÓN DEL
MITO, DEL CULTO Y DE LA MEDITACIÓN (2)
Muchas otras simbolizaciones de esta
continuidad llenan el mundo de la comunidad mitológicamente instruida. Por
ejemplo, los clanes de las tribus cazadoras norteamericanas se consideraban
descendientes de ancestros mitad animales y mitad humanos. Estos ancestros no
solamente eran los padres de los miembros humanos del clan, sino también de la especie
animal de donde el clan tomaba su nombre. Así, los miembros humanos del clan
del castor eran primos hermanos de los castores, protectores de dicha especie y
al mismo tiempo protegidos por la sabiduría animal del pueblo de los bosques. Y
otro ejemplo: el hogan, o choza barro de los Návajo de Nuevo México y
Arizona, se construye según el plan de la idea del cosmos de los Návajo. La
entrada está hacia el oriente. Los ocho lados representan las cuatro
direcciones principales y los puntos que quedan entre ellas. Cada arista y cada
viga corresponde a un elemento en el gran hogan de la tierra y el cielo
que todo lo abarcan. Y como el alma del hombre es considerada en su forma como
idéntica al universo, la choza de barro es la representación de la armonía
básica del hombre y del mundo y un recordatorio del escondido camino vital de
la perfección.
Pero hay otro camino, diametralmente
opuesto al de los deberes sociales y los cultos populares. Desde el punto de
vista del camino del deber, el que es exiliado de la comunidad es nada. Desde
el otro punto de vista, este exilio es el primer paso de la búsqueda. Cada uno
lleva el todo dentro de sí mismo, por lo tanto puede buscarse y descubrirse dentro
de él. Las diferenciaciones de sexo, edad y ocupación no son esenciales a
nuestro carácter, sino meras vestiduras que llevamos por un tiempo en el
escenario del mundo. La imagen interior del hombre no debe confundirse con su
atuendo. Pensamos que somos americanos, hijos del siglo XX, occidentales y
cristianos civilizados. Somos virtuosos o pecadores. Sin embargo, estas
designaciones no dicen lo que debe ser el hombre, denotan solamente accidentes
geográficos, fecha de nacimiento o ingresos económicos. ¿Cuál es el meollo de
nosotros? ¿Cuál es el carácter básico de nuestro ser?
El ascetismo de los santos medievales y
de los yoguis de la India, los misterios helénicos de las iniciaciones, las
antiguas filosofías del Oriente y del Occidente, son técnicas para desplazar el
hincapié de la conciencia individual fuera de la presencia exterior. Las meditaciones
preliminares del aspirante apartan su mente y sus sentimientos de los
accidentes de la vida y lo llevan hasta lo más profundo. “Yo no soy esto ni lo
otro” -medita-; no soy mi madre ni el hijo que acaba de morir; mi cuerpo, que está
enfermo o envejece; ni mi brazo, mis ojos, mi cabeza, ni la suma de todas estas
cosas. No soy mis sentimientos, ni mi mente, ni mi fuerza intuitiva”. Por medio
de estas meditaciones sale de su propia profundidad y finalmente alcanza
insondables realizaciones. Ningún hombre puede regresar de practicar tales
ejercicios y tomarse muy seriamente como Don Fulano, de tal o cual población
del país. La sociedad y los deberes se esfuman. Don Fulano, al descubrirse
grande con el hombre, se convierte en una persona abstraída y apartada.
Esta es la etapa de Narciso
contemplándose en la fuente, del Buddha sentado en forma contemplativa debajo
del árbol, pero no es la última meta, es un requisito, pero no es el fin. La
meta no es ver, sino caer en la cuenta de que uno es, esa esencia;
entonces, el hombre es tan libre de vagar por el mundo como lo es su esencia.
La esencia de uno mismo y la esencia del mundo son una sola. De aquí que la
separación, el aislamiento, ya no sean necesarios. Por dondequiera que vaya el
héroe y cualquier cosa que haga, siempre está en presencia de su propia
esencia, porque ha perfeccionado sus ojos para ver. No hay aislamiento. Así
como el camino de la participación social puede llevar a la realización del
Todo en un individuo, así el exilio trae al héroe al Yo en todo.
Centrado en este punto capital, el problema del egoísmo o del altruismo desaparece. El individuo se ha perdido en la ley y ha renacido identificado con el significado íntegro del Universo. Por Él y para Él se ha hecho el mundo: “Oh Mahoma -dijo Dios-, si no fuera por ti, no hubiera creado el cielo.”
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