EL PROBLEMA DEL AUTOR (11)
4 / 3 Tradición
y estilo La crisis de autoría puede tener otro sentido: la posición externa
puede empezar a tender a la postura ética perdiendo su particularidad puramente
estética. Se debilita el interés por el fenómeno puro, por la evidencia de la
vida, por su conclusión tranquila en el presente y en el pasado; no el futuro
absoluto, sino el futuro social (e incluso político) próximo el plano forzosamente
moral del futuro es lo que desintegra la estabilidad de los límites del hombre
y de su mundo. La extraposición llega a ser un fenómeno morbosamente ético (los
humillados y ofendidos como tales se vuelven protagonistas de una visión -desde
luego, visión ya no puramente estética). No hay una extraposición segura,
tranquila y rica. No existe una paz valorativa interior que es necesaria
para esta postura (un sabio conocimiento interno de la mortalidad y una
intensidad ético-cognoscitiva desesperada, pero suavizada por la confianza.) No
hablamos de la noción psicológica de la paz (un estado psíquico), sino de una
paz fundamentada; la paz como una orientación valorativa y fundamentada de la
conciencia que es condición de la creación estética; la paz como expresión de
la confianza en el acontecimiento del ser, una paz responsable y tranquila. Es
necesario decir algunas palabas acerca de la diferencia entre la extraposición
estética y la ética (moral, social, política, cotidiana). La extraposición
estética y el momento de aislamiento, la extraposición con respecto al ser; de
allí que el ser se convierta en el fenómeno puro; la liberación del futuro.
La infinitud interna se
abre el paso y no encuentra quietud; la intransigencia de la vida. Un estetismo
cubriendo el vacío es el lado opuesto de las crisis. La pérdida del héroe; el
juego con los elementos puramente estéticos. La estilización de una tendencia
estética potencial. Fuera del estilo, la individualidad del creador pierde su
seguridad y se percibe como irresponsable. La responsabilidad de la creación individual
es sólo posible dentro del estilo, siendo fundamentada y sostenida por la
tradición.
La crisis de la vida, que
se opone a la crisis de la autoría pero que a menudo la acompaña, representa un
intento de poblar la vida con héroes literarios, de separar la vida del futuro
absoluto, de convertirla en una tragedia sin coro ni autor.
Estas son las condiciones
de la iniciación del autor en el acontecimiento del ser, de la fuerza y
fundamentación de la postura del creador. Es imposible demostrar su coartada en
el acontecimiento del ser. Allí donde esta coartada llega a ser la premisa de
la creación y del enunciado, no puede existir nada responsable, serio ni
importante. Una responsabilidad especial hace falta (dentro de un dominio
cultural autónomo): no se puede crear directamente en el mundo de Dios, pero
esta especialización de la responsabilidad puede fundamentarse tan sólo en una profunda
confianza hacia la instancia superior que bendice la cultura, confianza en que
por mi responsabilidad especializada se responsabiliza otro superior, que yo no
actúe en un vacío valorativo.
Un acto creativo real del autor (y en general todo acto) siempre se mueve en los límites (valorativos) del mundo estético, de la realidad de lo dado (la realidad de lo dado es una realidad estética), en la frontera del cuerpo, en la frontera del alma: el espíritu, mientras tanto, aun no existe; para él aun todo será; y todo aquello que ya es, para él ya fue.
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