EL DOCTOR FAUSTO: MONTAJE TEXTUAL (*) (1)
EUGENIO BARBA
(*)
Ni una sola palabra del texto original de Marlowe ha sido cambiada, pero el
script se ha rehecho mediante “montajes” en los que la sucesión de escenas fue
modificada; nuevas escenas se añadieron y algunas de las originales fueron
omitidas. Existen notas de esta producción que Eugenio Barba grabó. Este texto
ha sido publicado en la Tulane Drama Review (Nueva Orléans, t. 24, 1964)
y en Alla ricerca del Teatro Perduto (Marsilio Editori, Padua, 1965).
El
Doctor Fausto fue producido por Jerzy Grotowski. Los trajes diseñados
por Waldemar Krygier y la arquitectura escénica por Jerzy Gurawski. Fausto:
Zbigniew Cynkutis; Mefistófeles el Andrógino: Rena Mirecka y Antoni
Jaholkowski; Benvolio: Ryszard Cieslak.
Fausto tiene una hora de
vida antes de martirio en el infierno y la condenación eterna. Invita a sus
amigos a una última cena, a una confesión pública donde ofrece episodios de su
vida como Cristo ofreció su cuerpo y su sangre. Fausto da la bienvenida a sus
huéspedes: los espectadores, a medida que llegan y les pide que se sienten en
dos grandes mesas a los lados del cuarto. Fausto ocupa su lugar en una mesa más
pequeña como el prior en el refectorio. Parece un monasterio medieval y la
historia interesa específicamente a los monjes y a sus huéspedes. Este es el
arquetipo que subraya el texto. Fausto y los otros personajes están vestidos con
los hábitos de diferentes órdenes monacales. Fausto está de blanco;
Mefistófeles de negro y su papel es actuado simultáneamente por un hombre y una
mujer; otros personajes están vestidos como franciscanos. Hay también dos
actores sentados en las mesas con el público, vestidos con trajes ordinarios.
Sobre ellos hablaremos más tarde.
Es una obra basada en un
tema religioso. Dios y el Diablo intrigan contra los protagonistas: es por eso
por lo que la obra se sitúa en un monasterio. Existe una dialéctica entre la
burla y la apoteosis. Fausto es un santo y su santidad misma se muestra como un
deseo absoluto por buscar la verdad pura. Si el santo quiere integrarse a su
propia santidad, deberá revelarse contra Dios, Creador del mundo, porque las
leyes del mundo son trampas que zahieren la moralidad y la verdad.
Stipendium peccati mors est. Ha! Stipendium, etc.
El premio al pecado es la
muerte. Es duro.
Si pecasse negamus,
fallimur.
Et nulla est in nobis veritas.
Si decimos que no tenemos
pecado
nos engañamos, y no existe
la verdad en nosotros.
Entonces hay que pecar
y morir por ello,
Ay, hemos de morir en
muerte eterna.
(I, 1, 39-47)
Hagamos lo que hagamos
-bueno o malo- estamos condenados. El santo no es capaz de aceptar como modelo
este Dios que acorrala al hombre. Las leyes de Dios son mentiras, Él busca el
deshonor en nuestras almas para condenarnos mejor. Por tanto, si se busca la
santidad hay que estar en contra de Dios.
¿Pero qué es lo que debe
cuidar el santo? Su alma, por supuesto. Para utilizar una expresión moderna
debe buscar su propia conciencia. Fausto no está interesado, por lo tanto, en
la filosofía o en la teología; debe rechazar ese tipo de conocimiento y buscar
algo más. Su búsqueda empieza precisamente en su rebelión contra Dios. Pero
¿cómo se revela? Firmando un pacto con el Diablo. De hecho, Fausto no sólo es
un santo sino un mártir, más aun que los santos y los mártires cristianos,
porque Fausto no espera ninguna recompensa. Al contrario, sabe que su pago será
la condenación eterna.
Aquí tenemos el arquetipo
del santo. El papel lo actúa un actor que parece joven e inocente: sus
características psicofísicas son las de san Sebastián. Pero este san Sebastián
es antirreligioso y lucha contra Dios.
La dialéctica de la burla y la apoteosis consiste entonces en un conflicto entre la santidad del mundo y la santidad religiosa, que hace mofa de nuestras ideas usuales sobre los santos. Pero al mismo tiempo esta lucha apela a nuestro compromiso contemporáneo de tipo “espiritual”, y aquí reside la apoteosis. En esta producción, las acciones de Fausto son una paráfrasis grotesca de los actos de un santo; pero revela al mismo tiempo el agudo phatos de un mártir.
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