Los tres viejos (18)
De a dos en fondo, entonces, el Carancho delante,
con el Zorrino: el Recluta y el Macá, después; cerrando la marcha el Lechuzón y
el Chimango, mudos estos y siempre fija, por las dudas, la mirada en los dos,
tan locuaces, que les precedían, el escuadrón descendió al trote corto en busca
del Paso, entró en la mansa corriente, se detuvo para que los caballos bebieran
y, de galope holgado -había que conservar los fletes- se internaron por el
inmenso campo abierto que, quién sabe hasta cuánto tiempo de trotar, era
cerrado por una franja verde oscuro a la cual ni a la derecha ni a la izquierda
podrá abarcar el horizonte.
Trotaban recado con recado el malacara del Macá y
el tubiano del Carpincho.
-¿Y qué me contás es estás pellejerías en que
andamos? ¡Yo, yo ya tengo la cabeza, te garanto…!
-A vos se te pueden decir las cosas claras,
Recluta. Habrás de saber que se trata de que Don Juan acuda esta noche a marcha
forzada con todos nosotros a ponerse al lado del Sargento Cimarrón, que se le
va a pasar.
-¡No me lo diga!
-Él va a tomar disposiciones para que quede poca
gente en el campamento. Él va a hacer creer en una alarma. Y, entonces, él va a
destacar guardias a todos lados menos al Paso de las Figuritas…
-¡Soberbio!
-¿Vos te das cuenta? Ni resistencia, m’hijito, ni
resistencia van a presentar los pocos que estén. La liberación de la Mulita y
del Aperiá, vos ves que es un hecho.
Así, al joven ex Recluta Carpincho en embeleso,
confiaba nuestro joven Asistente. Con un entusiasmo al que, en seguida, comenzó
a velar con su desaliento la idea recién, recién desde tantas horas, ocurrida
de que las intenciones del Sargento Cimarrón pudieran ser descubiertas antes de
recibir el refuerzo salvador…
-¡Pero es un plan divino, Macá! Si no fuese que
está tramao contra el Gobierno, se entera el Presidente de la República y, ahí
no más, le hace entregar al Sargento el uniforme del General y esa espada de
ellos, que ellos agarran siempre de guantes para no empañarla, porque dicen que
es un espejo de oro.
-¡Sí, figúrate! Y vos no sabés qué corazón…
-¡Pero ni para recuerdo vamos a dejar un milico,
con ese plan!
-Sí, pero… ¿sabés?, la cosa es que las cosas…
-¿Qué cosas?
-…la cosa es que las cosas… Por ejemplo: que nos
den tiempo a nuestra llegada.
-¡Dejate de partes! Con ese plan, mañana a estas
horas estamos toditos de mucha tertulia alrededor de un fogón. Y allí me lo veo
a Don Juan, parao entre todos nosotros también paraos y diciéndole a la Mulita,
que está sentada en un gran almohadón que le hemos hecho juntando toditos los
cojinillos: “Bueno, ahora, amiga, le presento al amigo Macá, que antes era
autoridá; y le presento al amigo Carpincho, igualmente…”
-¡Puta que tiene cosas, hermano! -exlamó el
Macacito conteniendo un brusco puchero.
-“…y también le presento al amigo del amigo
Carpincho, al Montés, que se han hecho uña y carne, los dos”. Y ella, Macá: “¡Tanto
gusto en conocerlo”, acá; “Tanto gusto en conocerlo!” allá… contenta.
-Sí, pero usté me deberá saber, hermano, que
anoche cayó al sitio el Sargento Segundo Cuervo, que si vos hubieras tenido
tiempo de conocerlo… ¿Y quién le dice a usté que en una no hay agarrao la punta
de la madeja y…?
-Tampoco he tenido tiempo de conocer al Sargento
Primero, hermano. Pero por las cosas que usté mismo me ha explicado… ¡Mire,
esto va a ser un paseo!
-Sí, hermano, sí; ya sé. Pero… yo… mire…
A no ser por no topar con el malacara y el
rosillo sobre los cuales respectivamente se erguían, rígidos como sus lanzas,
el Carancho y el Zorrino, metería espuelas el Macá a su malacarita para
cuadrarse de una vez ante Don Juan.
Pero, por desgracia, ya la prisa era inútil; inútil desde antes de haber aparecido el sol, tan alegremente calentando ahora, y tan dejando como nuevas, ahora, hasta a las prendas más viejas de indumentaria y aperos, tal la vivacidad que sabía arrancarles. Efectivamente: el viejo Sargento Primero Cimarrón hacía unas horas que había realizado su última hazaña, la más grande. Porque esa, ¡oh sí!, no con difuntos por testigos. Cabo Lobo, Cabo Pato, Soldados Avestruz, Jacú, Flamenco, Gato Pajero, Águila, Cuzco Overo, Trompa Tamanduá, Fajinero Mao Pelada, y todos los que, en el apresuramienro expositivo, estoy olvidando, ustedes pueden decir si no. Vengan aquí y, sin cumplidos, interrúmpanme a la menor exageración en lo que paso a detallar.
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