jueves

ALBERT HOFMANN - LSD: CÓMO DESCUBRÍ EL ÁCIDO Y QUÉ PASÓ DESPUÉS EN EL MUNDO (42)

 

 Viaje al cosmos del alma (11)

 

Un alegre cántico del ser (2)

 

“El huevo -grande, palpitante, verde brillante- ya estaba allí antes de que lo descubriera. Sentí que estaba. Estaba suspendido en medio del cuarto. Yo estaba embelesado con su tremenda belleza, pero temía que pudiera caerse al suelo y romperse. Pero antes de que pudiera completar este pensamiento el huevo se disolvió y descubrió una gran flor colorida. Jamás había visto una flor así. Pétalos de increíble delicadeza se abrían en el espacio y esparcían los colores más hermosos en todas las direcciones. Sentía los colores y los oía cuando acariciaban mi cuerpo, frescos y tibios, sonantes y aflautados.

 

El primer sentimiento de miedo sobrevino después, cuando el centro de la flor fue comiéndose lentamente los pétalos. Era negro y brillante y parecía estar formado por las espaldas de innumerables hormigas. Se comía los pétalos con una lentitud torturadora. Quise gritar que lo dejara o se apresurara. Me daba pena ver extinguirse lentamente estos hermosos pétalos, como si los devorara una enfermedad insidiosa. Luego, en una iluminación repentina, reconocí con espanto que esta cosa negra estaba deglutiéndome a mí. ¡Yo era la flor, y este algo extraño y reptante estaba devorándome! Grité o chillé; no lo recuerdo exactamente. La angustia y el asco desplazaron todo lo demás. Oí que mi guía decía: “Tranquilo, acompáñame, no te apoyes, acompáñame”. Intenté seguir su consejo, pero esta asquerosa cosa negra me causaba tal repugnancia que grité: “¡No puedo! ¡Por Dios, ayúdame!”. La voz me calmó y consoló: “Déjalo llegar. Todo está bien. No tengas miedo. Acompáñame y no te resistas”.

 

Sentí que me disolvía en esta horrible aparición. Mi cuerpo se derretía en olas, se unía con el núcleo de este algo negro, y mi espíritu era liberado del yo, de la vida e incluso de la muerte. En un único momento de claridad total reconocí que era inmortal. Pregunté: ‘¿Estoy muerto?’. Pero esta pregunta no tenía sentido. De pronto hubo una luz radiante y la belleza resplandeciente de la unidad. Todo estaba lleno de esta luz, luz blanca de una claridad indescriptible. Yo estaba muerto, y había nacido, y todo era un encanto puro y sagrado. Mis pulmones estallaban en el alegre cántico del ser. Era unidad y vida, y el amor sagrado que llenaba mi ser era ilimitado. Mi conciencia era aguda y universal. Vi a Dios y al diablo y a todos los santos, y reconocí la verdad. Sentí que salía volando del cosmos, ingrávido y sin ataduras, liberado, para bañarme en el resplandor bienaventurado de las apariciones celestiales.

 

Quería dar gritos de júbilo, cantar acerca de la nueva vida y el sentimiento y la forma. Sabía y entendía todo lo que puede saberse y entenderse. Era inmortal, más sabio que la sabiduría y capaz del amor que supera a todo amor. Cada uno de los átomos de mi cuerpo y de mi alma había visto y sentido a Dios. El mundo era calidez y bondad. No había tiempo ni lugar ni yo. Sólo existía la armonía cósmica. Todo estaba en la luz blanca. Con cada fibra de mi ser sabía que esto era así.

 

Incorporé esta iluminación dentro de mí y me entregué a ella por completo. Cuando comenzó a empalidecer me sentí impelido a retenerla, y me resistí obstinado a la invasión de la realidad del espacio y tiempo. Para mí las realidades de nuestra limitada existencia ya no eran válidas. Había visto las verdades últimas, y no podrían subsistir otras frente a ellas. Mientras me retornaban lentamente al reino despótico de los relojes, agendas y pequeñas maldades, intenté informar sobre mi viaje, mi iluminación, el susto, la belleza, todo. Debo de haber balbuceado como un demente. Mis pensamientos se arremolinaban con una velocidad impresionante, y mis palabras no lograban guardar el paso. Mi guía sonrió y dijo que había comprendido”.

 

La selección anterior de informes sobre “viajes al cosmos del alma”, por variadas que sean las experiencias que abarca, no permite dar una imagen completa de toda la amplia gama de reacciones ante el LSD, y que incluye desde sublimes experiencias espirituales, religiosas y místicas hasta graves perturbaciones psicosomáticas. Así se han descrito casos de sesiones con LSD, en las que la estimulación de la fantasía y de la experiencia visionaria, tal como se expresa en los protocolos e informes sobre el LSD aquí presentados, quedó totalmente ausente y la persona en ensayo se encontró todo el tiempo en un estado de horrible malestar físico y psíquico, o tuvo incluso la sensación de estar gravemente enferma.

 

También son contradictorios los informes sobre la influencia que el LSD ejerce sobre la vivencia sexual. Dado que el estímulo de todas las percepciones sensoriales es un rasgo esencial de los efectos del LSD, la embriaguez de los sentidos del acto sexual puede sufrir una intensificación insospechada. Pero también se han descrito casos en los que el LSD no condujo al esperado paraíso erótico, sino a un purgatorio o incluso al infierno de una terrible extinción de toda sensación y al vacío mortal.

 

Sólo en el LSD y los alucinógenos emparentados con él se encuentra tal variedad y contraste en las reacciones frente a una droga. La explicación de este hecho se encuentra en la complejidad y variabilidad de la estructura profunda anímico-espiritual del hombre, en la que el LSD lograr penetrar y llevarla en la experiencia a la imagen.

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