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A LA BÚSQUEDA DE UNA IDENTIDAD EN LA OBRA DE JUAN CARLOS ONETTI (45) - MARYSE RENAUD

 

1ª edición: Editorial Proyección / Uruguay / 1993, en colaboración con la Universidad de Poitiers.

1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2020, con el apoyo de la Universidad de Poitiers.

Traducción del francés: Hugo Giovanetti Viola


HISTORIA Y FICCIÓN

 

V. UNA BÚSQUEDA INFRUCTUOSA: AMERICANISMO Y HEROICIDAD (3)

 

Desde el comienzo, los valores americanos implicados por la edificación del Chamamé ostentan su vocación de fracaso. Y la contenida ternura que se cuela bajo la descripción del viejo boliche de mostrador rudimentario, “hecho de tablones cóncavos soportador por caballetes”, y el pintoresco viejo “aindiado y conversador, con un cabo de cuchillo (…) asomado en la cintura, siempre en camisa y bombachas” (98), representantes ambos de los valores ancestrales, no alcanza para ocultar la corrosión creciente del establecimiento: la “barbarie” americana, mezquina e inofensiva, a semejanza del mismo viejo, se vacía de su propia sustancia. Ella perderá en la obra de Onetti el turbio encanto que, en las obras del siglo pasado, volvía tan peligrosas y seductoras a la vez las fuerzas instintivas y brutales de la campaña. Sarmiento o Echeverría -para citar sólo dos de los ejemplos más representativos- no pudieron evitar, a pesar de pertenecer al partido unitario y profesar una ideología totalmente opuesta a la de sus adversarios, contemplar con un admirado asombro los mismos excesos de las tan vilipendiadas fuerzas bárbaras. Tanto el Facundo Quiroga -el “caudillo” andino- de Sarmiento como la “chusma” invasora de El matadero de Echeverría, aparecen igualmente dotados de una vitalidad exuberante, temible y fascinante, en sendas descripciones plurívocas y apasionadas. La crítica ha señalado, por otra parte, el profundo interés que no pueden dejar de sentir Sarmiento y Echeverría (98 bis) por personajes y situaciones que deberían legítimamente provocarles el rechazo y el asco.

 

No sucede lo mismo en la obra de Juan Carlos Onetti que remodela a su manera, deliberadamente pesimista, el viejo antagonismo Civilización/Barbarie. Desprovista de su halo mítico y de su equivoco esplendor, la “barbarie” ya no pertenece a ningún lugar ni época. Se extiende hasta el infinito y nos transporta a sórdidas realidades llamadas subdesarrollo, militarización creciente de la sociedad, miseria de las clases medias, resignación o desengaño. Nada puede atenuar su fealdad estéril, y menos todavía esa fácil excusa demasiado a menudo manejada, acerca de la “juventud” del continente latinoamericano. Porque la decepcionante América, según Juan Carlos Onetti, se emparenta menos con la juventud que con la inmadurez:

 

Ahora el reloj picoteaba el tiempo sin descanso. Diez y nueve y nueve, hora de Buenos Aires. Atrás de la cortina y su moña roja estaba la ciudad. Tres millones de personas. Y sin embargo, una vez al día, era forzoso oler un aire de provincias, lento y sin madurez (99)

 

Notas

(98) Ibíd., La casilla – V, p. 136.

(98 bis) Fernando Alegría, Breve historia de la novela hispano-americana de Andrea, México, 1959: “El ambiente es brutalmente real. Un estilo directo, desnudo de todo afán retórico. Echeverría dispone sus elementos: el solar de Matadero, la sangre, las vísceras, la grasa, los matarifes, las negras, los niños, todos sucios y enloquecidos, disputándose las entrañas de los animales; poco a poco se integra esto en una visión sobrecogedora. Una locura salvaje se apodera del ambiente”.

(99) Tierra de nadie, VI, p. 34.

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