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A LA BÚSQUEDA DE UNA IDENTIDAD EN LA OBRA DE JUAN CARLOS ONETTI (44) - MARYSE RENAUD

 1ª edición: Editorial Proyección / Uruguay / 1993, en colaboración con la Universidad de Poitiers.

1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2020, con el apoyo de la Universidad de Poitiers.

 

HISTORIA Y FICCIÓN

 

V. UNA BÚSQUEDA INFRUCTUOSA: AMERICANISMO Y HEROICIDAD (2)

 

Esta áspera humorada nos retrotrae al punto de partida. Si bien Artigas no puede ser reconocido como el blanco de las estocadas de Eladio Linacero, el personaje principal de El pozo no dejará de atacar otro símbolo de la lucha libertaria uruguaya: los “Treinta y tres Orientales”, héroes de la Independencia y continuadores directos de la lucha emprendida por Artigas. Es la autoridad moral del jefe derrotado y ausente la que los impulsa a tomar las armas. En 1825, contra el Brasil (89) ya independiente, con el cual la “Banda Oriental” había estado integrada en la llamada “Provincia Cisplatina”. Pero la mera forma en que aparecen enumerados estos héroes nacionales, basta para despojarlos de toda relevancia política, a la vez que contribuye a subrayar la inanidad del pasado histórico uruguayo.

 

Por otra parte, en Tierra de nadie, uno de los personajes principales, Mauricio, se encargará de recordarnos que “todo es falso y lo autóctono lo más falso de todo”. Y la galería de víctimas ilustres se ampliará. Junto al despótico Brausen-Artigas, grotesca e implacablemente animalizado (89 bis) en las últimas obras de Juan Carlos Onetti, se ubicará a Latorre, cuyo poder fastuoso es evocado en El astillero. Pero es sobre todo en Dejemos hablar al viento donde la vida pública del gran hombre es objeto de un examen cuidadoso y severo. Las alusiones, al principio vagas, se transforman poco a poco en enfoques precisos. A la reiterada mención de la avenida que lleva el nombre supuestamente glorioso del Coronel Latorre, así como a la evocación de los humildes orígenes del Café Confederación, que fuera otrora una simple “pulpería (donde) dio un baile Latorre en los meses en que Santa María fue capital” (90), seguirá la transcripción de una desordenada conversación entre Medina y Barrientos, en la que la personalidad de Latorre, duramente controvertida, ocupa el primer plano:

 

Latorre era un hijo de perra, un ladrón, un gaucho bruto, como fueron todos ellos. Ves la fortuna que dejó, las leguas que fue comprando por centavos o por prepotencia mientras luchaba por la libertad y la patria. Ves la lista de fusilados por capricho; y más de cien gauchos. “Todos fueron iguales. Basta con mandar (91).

 

La arbritariedad, la brutalidad y la total ausencia de escrúpulos serán, para Barrientos, las características de este “caudillo”, cuyo nombre, sin embargo, ocupa un lugar en la Historia uruguaya (92). La desmitificación de las celebridades locales llega a su apogeo. La humorada final del comisario Medina marca la radicalización del proceso crítico y el profundo escepticismo que engendra la Historia nacional en las últimas obras de Juan Carlos Onetti, donde Dios y Brausen (92 bis) se transforman en verdaderos símbolos de la tiranía y la injusticia:

 

Y usted no cree, Barrientos -dijo lentamente, simulando estar ocupado en chupar del cigarrillo, ¿usted no cree que Latorre era Dios o casi? O tal vez Brausen, más moderno (93)

 

El cuestionamiento de la cimentación del edificio social uruguayo que desarrolla Juan Carlos Onetti a lo largo de numerosos textos termina por transformarse en un original replanteo de la célebre dicotomía Civilización/Barbarie (93 bis). El concepto de “civilización” defendido por Sarmiento y estrechamente asociado a la penetración de las ideas y los hombres llegados de Europa, ya ha sido desplazado -como lo analizamos en su momento- tras la decepción prontamente generada por el modelo europeo: Pero la América bárbara de los gauchos continúa siendo objeto de una sistemática desvalorización. La barbarie aparece condenada en primer lugar desde un ángulo ético, por no haber sabido generar verdaderos valores y entroncar con el pasado heroico; y más generalmente desde el ángulo estético, por haberse mostrado incapaz de construir un compacto edificio específicamente americano, sellado por la belleza y la grandeza.

 

No es sorprendente entonces encontrar muy escasas alusiones al pasado de América en la obra de Juan Carlos Onetti. La estatua de Brausen-Artigas, destinada a conmemorar los días gloriosos de la Guerra de la Indepenencia, está ubicada en una plaza. Más allá, en una calle de “casas sucias y frentes de muros altos y viejos, con pequeñas puertas” (94), perteneciente a un barrio poblado de negocios pobres y descoloridos, se pèrcibe un vago eco en que la Nación buscaba afirmar su unidad: la “horca enana y torcida de un palenque” (95) nos recuerda aquí fugazmente los modestos orígenes rurales del Uruguay, así como la descripción del Chamamé, en El astillero, nos transporta “al tiempo de los reseros” (96).

 

Dondequiera que sea, los valores propiamente americanos se muestran desvigorizados, mezquinos y sombríos. Es así como el famoso Chamamé, símbolo del Uruguay rural y sus costumbres tradicionales, carga desde sus orígenes con los estigmas de la degradación y la muerte, hacia las que se desliza lentamente, tal vez contaminado por la proximidad del decrépito astillero:

 

Podría haber sido destinado, cuando lo construyeron, a guardar herramientas, aperos y bolsas, a proteger de la disipación ese olor a humo de leña, a gallinero y grasa envejecida, mucho más campesino que el de los árboles, las frutas y las bestias. Uno de esos galponcitos con una o dos paredes de ladrillo que parecen no haber sido nunca nuevas, alzados por albañiles aficionados como un remedo de ruina. El resto, vigas, chapas y tablas acomodadas sin otra noción arquitectónica que la del prisma, sin otra ayuda que la paciencia. Como la tapera se encontraba aislada, haciendo esquina en un lote de barro, resultaba evidente que no era la construcción complementaria de ninguna vivienda (97)

 

Notas

(89) Cf. Hugo Barbagelata, op. cit., pp. 197-200.

(89 bis) La muerte y la niña, Cap. 9, p, 77: “Bergner dijo: Hace un tiempo quise preguntarle si usted notó que algunas veces, al atardecer, la cabeza de un caballo de la estatua tiene rasgos más de vaca que de equino.

-Puede ser, nunca me fijé -dijo Díaz Grey.

Se asomó a la ventana del consultorio, pero desde allí sólo podía juzgar el anca húmeda de la bestia inferior..” Cf. igual p. 78.

(90) Dejemos hablar al viento, Cap. XXVI, p. 168.

(91) Ibíd., Cap. XXVI, p. 169.

(92) Cf. al respecto los análisis de Alberto Zum Felde, que destaca con énfasis los avances económicos obtenidos por el país bajo la dictadura de Latorre (Cap. VII, pp. 194-198, en Evolución histórica del Uruguay, op. cit.).

(92 bis) Cf. especialmente La muerte y la niña y Dejemos hablar al viento, donde la rebelión contra toda instancia superior -principalmente Dios y Brausen- adquiere una violencia por momentos excesiva.

(93) Dejemos hablar al viento, Cap. XXVI, p. 169.

(93 bis) Cf. al respecto los análisis de Paul Verdevoye, especialmente en el Capítulo IV, titulado Civilización y Barbarie, en Domingo Faustino Sarmiento, educador y publicista (entre 1839 y 1852). Tesis para el Doctorado en Letras, Universidad de París, 1963.

(94) Ibid., Cap. XXVI, p.168.

(95) Ibíd., Cap. XXVI, p. 168.

(96) El astillero, La casilla – V, p. 136.

(87) Ibíd., La Casilla – V, p. 135. (El subrayado es nuestro).

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