por Lisette Ávila
Como muchas de las mujeres de su época, a la escritora feminista
Virginia Woolf le tocó vivir en un mundo de hombres. Por eso, en la
escritura encontró la libertad necesaria para relatar parte de su vida
o para ficcionarla a través de sus novelas. El suyo es un relato
intimista y cercano, tanto que en uno de sus clásicos feministas Un
cuarto propio la autora se pregunta: “¿Qué necesitan las mujeres para
escribir buenas novelas? Independencia económica y personal: un cuarto propio”.
Llegaba a escribir hasta siete cartas diarias ayudaron a que se
empoderara a través de la escritura y como escritora fue una divulgadora del
arte de narrar. Creía que era necesario que más mujeres escribieran,
incluso llegó a hacer una apología de las diferencias entre los sexos:
“Sería una lástima que las mujeres escribieran como los hombres, vivieran como
los hombres o se parecieran físicamente a los hombres, porque dos sexos son ya
pocos, dada la vastedad y variedad del mundo”.
Habló de su madre como una figura todo
poderosa, de las injusticias intelectuales, políticas y sexuales de las
mujeres, de su bisexualidad y del abuso sexual que vivió en su infancia de
parte de uno de sus hermanastros. Sobre esta última experiencia habló su
libro Apuntes del pasado (1939): “Una vez, cuando yo era muy
pequeña, Gerald Duckworth me puso encima de una repisa (que se reflejaba en un
espejo), y mientras estaba sentada allí comenzó a explorar mi cuerpo. Puedo
recordar la sensación de su mano bajo mis ropas; descendiendo con firmeza y con
seguridad más y más abajo. Recuerdo cuánto esperaba que se detuviera, y como me
puse tensa y empecé a retorcerme cuando su mano se aproximaba a mis partes
íntimas. Pero no se detuvo. Su mano exploró también mis partes privadas.
Recuerdo mi resentimiento, mi desagrado. ¿Cuál es la palabra para expresar
aquel sentimiento mudo y complejo?”
Jamás superó su aversión a verse reflejada en los espejos ni la dificultad que enfrentaba en sus relaciones de sexuales. Sentimientos que exploró en su libro Fin de viaje, donde la protagonista Rachel Vinrace guarda importantes paralelismos con la escritora: su frialdad sexual, su locura y su suicidio. De hecho, los biógrafos de Woolf coinciden que ella usó muchas de sus primeras experiencias sexuales para el contenido a esta obra. Así cuando en la novela el protagonista masculino tocaba a Rachel, la cabeza de ella esforzaba para no estar allí. Ella sentía que su cabeza estaba separada del resto del cuerpo, en el fondo del mar.
(LA TERCERA / 30-12-2020)
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