EL VERSO (3)
Los primeros tangos con
letra, no sujeta aun a tradiciones o a normales formales muy definidas, se
atenían en su escritura al texto musical del que se servían; por eso empleaban
el verso corto. De las cinco estrofas de La morocha cuatro son de
exasílabos y una, la central, de octosílabos; en Don Juan cuatro son de
octosílabos y una de exasílabos; Mi noche triste se compone íntegramente
de octosílabos.
Por otra parte, siempre
ha habido entre los autores quienes separan bien sus versos, entendiendo por separar
bien esa sujeción a la música y a cómo se corta naturalmente el texto al
ser cantado. Fernán Silva Valdez, Enrique S. Discépolo, Cátulo Castillo, Homero
Expósito y muchos otros -por lo menos en piezas aisladas-, sobre todo entre los
letristas modernos, tienden a separar sus líneas según la rima y la música
mandan:
Entre
el lento ir y venir
del
tango va
la
frase dulce
y
ella baila en otros brazos
prendida
rendida
por
otro amor.
A veces el letrista se
arriesga a jugar con sus acentos. En La última cita las partes primera y
tercera deben repetir sus catorce compases para dar cabida a los veinte versos
de las estrofas respectivas: en cada una de estas hay cuatro trisílabos:
Pasó
la
sombra cruel de una duda
y
en el romance de amor
clavó
el dolor
su
zarpa ruda
y
allí
donde
tu boca querida
puso
el alma en el besar
fue
a balbucear
la
despedida…
Jardín
que
encantadoras promesas
ayer
nomás perfumó
hoy
es mansión
de
mis tristezas…
Ciprés
donde
grabamos antaño
juramentos
de los dos,
testigo
fue
del
triste adiós.
Normalmente, el acento principal
de cada verso golpea sobre el acento principal de un compás, es decir, sobre su
primer tiempo, y en el caso de que ese tiempo esté compuesto por más de una
nota, sobre la primera nota del primer tiempo. En algunos de los tangos que ya
vimos:
cam pa neo mi ca tre ra
Amurado
mientrasla lu na se re
na
Duelo criollo
En La última cita, en
cambio, los versos aludidos -pasó, y allí, jardín, ciprés- dicen esas
dos sílabas sobre dos notas pero con la particularidad de que su acento,
invariable y premeditadamente, cae sobre el tiempo débil del compás, creándose
al contrario un conflicto entre altura y duración y el acento natural de la medida.
Pa só
Y no sólo sucede esto en
los cuatro versos mencionados, sino que continuamente están cayendo acentos de
final de verso, los más intensos del texto literario, sobre la nota más débil
del compás: la última del segundo tiempo que, eso sí, en todos los casos
compensa con duración,
que
mi vi da sueña vió que co menzó
De todo esto podemos
sacar una conclusión pobre pero tal vez útil: la forma rítmica del tango
requiere versos cortos y muy cortos; incluso apoya su ritmo en asonancias de las
subdivisiones del verso. De manera que, casi seguramente, toda línea que pase
de ocho a nueve sílabas será cantada como dos versos, por lo menos.
No se ve bien por qué tantos letristas -¿o son los editores?- distribuyen sus letras sin tener en cuenta su estructura real. Podría pensarse que es una cuestión de espacio, o que se sigue una tradición formal que sólo tiene en cuenta las divisiones más gruesas del texto musical. Es posible que se las escriba de cualquier manera porque ello no tiene mayor importancia, porque tanto da, puesto que la música obligará en la práctica a distribuir esas sílabas correctamente.
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