por Iván Santandreu
“Cuando una cultura
pierde progresivamente su espiritualidad -es decir, pierde el espíritu que fue
su fundamento- va lentamente degradándose. Yo creo que ahora se está trabajando
una espiritualidad del cambio.”
Ingresar a la casa de
Gastón Soublette en Limache es como ingresar a otra época y también a otra
dimensión. Junto a libros de páginas amarillas y DVD que se apilan, está un
estilo de vida ya olvidado; uno que invita a la calma, a la serenidad y a la
reflexión, que permiten los grandes espacios de las casonas antiguas, con un
patio quinta que invita al silencio.
Soublette, salvo por el
bastón que ocupa para apoyarse al caminar, no representa 92 años. Presenta una lucidez e ilación de ideas, unido
a una experiencia de vida, que hacen del conversar con él, en una mañana de
verano, en su sillón preferido para dar entrevistas, una experiencia única.
Aquí un apretado resumen
de los conversado.
Gastón, Ud. ha señalado
que Chile está despertando a algo mucho más profundo. Desde su mirada, ¿cuáles
son las raíces de esta crisis social?
Lo que define esta etapa
de la sociedad industrial es un hombre que no tiene interioridad, no tiene
espiritualidad y, por tanto, perdió los valores. Y, al perder los valores,
pierde el amor al prójimo, el sentido de la solidaridad; pierde el respeto, es
víctima de sus impulsos. No se conoce a sí mismo y empieza a vivir en una
parcela cada vez más mezquina de su mente, que yo llamo: “el intelecto
utilitario”. Es así como el hombre queda confinado a esa parcela de la mente y
va destruyendo otros estratos de la psiquis.
Entonces, se empobrece
mucho la vida, la visión de mundo, la visión del hombre y su destino
trascendente. Quedamos reducidos a la lógica de los negocios; a una visión
puramente económica y tecnológica del mundo. Y, so pretexto de alcanzar por
esos medios el bienestar, creamos exactamente lo contrario.
Si ustedes ven hoy los
barrios centrales de una ciudad, como Santiago, Buenos Aires o París, se van a
dar cuenta de que, en el fondo, hemos creado un infierno. Ya no se puede
respirar aire puro, ya no se toma agua pura, no se come nada que no tenga
preservantes tóxicos. Estamos buscando el bienestar, pero hemos caído en un
infierno. Eso se debe a la desmesura. La desmesura es la ambición de la
civilización industrial que, por el camino de maximizar utilidades, ha reducido
la vida nada más que a los problemas tecnológicos y económicos.
¿Pero quién controla ese
mundo? Se calcula que son entre 10 a 15 millones las personas que detentan en
sus manos toda la riqueza del planeta, contra 7.000 millones, que dependemos de
ellos. Ellos son los que determinan las pautas acerca de cómo debemos vivir, qué
debemos consumir, qué estilo de vida debemos llevar. Y nosotros lo único que
podemos pedirles es un empleo, por el cual ellos nos pagan. Ellos trabajan,
acumulan capital, no apuntan hacia el bien común, sino hacia la acumulación de
capital; hacia el incremento del poder y la competitividad. Ese mundo es un
infierno, se acabó la felicidad.
Las grandes masas
populares asignadas a las ciudades ya no saben lo que es ser feliz. Excluyeron
la felicidad de su vida. Lo único que se exige de ellos es el rendimiento. Este
es un hombre esencialmente desgraciado. Vive en el malestar permanente,
sabiendo que los poderosos están acumulando riqueza para nuevos emprendimientos
que hacen más complicada la vida, que hacen más pesada la existencia. Lo que
ocurre es que esa gente ya no aguanta más. Yo diría que la humanidad entera ya
no va a tolerar más que un grupo pequeño detente todo el poder económico,
tecnológico, político, informático y militar.
Las grandes potencias
solo piensan en ser más grandes; compiten de una manera extremadamente
peligrosa. Son cifras astronómicas. Estados Unidos tiene cinco portaviones, con
los cuales puede hacer lo que quiera, introducirse en cualquier parte,
bombardear impunemente. Y no le basta con 5, está produciendo otros 5. Los
gastos militares de Gran Bretaña o Francia son 40.000 millones de euros al año.
Eso me lo contaba Juan Pablo Orrego, Premio Nobel Alternativo de Medioambiente.
Este es un hombre
esencialmente desgraciado. Vive en el malestar permanente, sabiendo que los
poderosos están acumulando riqueza para nuevos emprendimientos que hacen más
complicada la vida, que hacen más pesada la existencia.
¿Para qué fabricar tanto
armamento? ¿Por qué se ha transformado en un gasto primordial de los
presupuestos de las naciones? Se están preparando para una guerra. Nos están
preparando para un apocalipsis. Mi única esperanza es que el cambio climático
les amarre las manos.
He sabido por ecologistas
chilenos que fueron a un congreso que se hizo en Sídney, en Australia, que hay
un plan para la evacuación de Londres, porque el mar va a subir 6 metros, eso
ya no se puede evitar. Y Londres, Nueva York, Miami, Valparaíso y Viña del Mar
y todas las ciudades costeras están al nivel del mar.
Y ante esto, ¿qué queda
del poder de ellos? Se les deshace su juego. Entonces, tenemos que prepararnos
para ese momento. No digo que ocurrirá mañana; pero puede ocurrir en unos 80
años más.
“¿Quién soy yo en medio
de este caos?”
Nuestra civilización
actual tiene un símil con el ocaso de la civilización romana, y ya muestra
síntomas de colapso, ¿hay indicios del surgimiento de una nueva cultura
alternativa?
Cuando una civilización
entra en una crisis tan grave como la que estamos viviendo, se acerca al
colapso. Todos estos reventones a nivel mundial son un síntoma muy claro. ¿Qué
va a pasar en Chile? Es muy difícil augurarlo.
Sin embargo,
paralelamente a este proceso de degradación, de desintegración, está emergiendo
un nuevo paradigma desde el inconsciente colectivo de la humanidad. La
expresión que se está usando en Chile: “Nuevo pacto social” se aproxima a ese
concepto. Rousseau decía que la sociedad se forma por un pacto. Ese pacto es el
fundamento.
Yo estoy convencido de
que está emergiendo un nuevo paradigma. Pero ese paradigma no lo podemos
identificar con el modelo vigente hoy. Es radicalmente distinto. Entonces,
cuando yo afirmo que el mundo está muy mal, estoy hablando de la mitad del
mundo. La otra mitad está emergiendo. Y esa es nuestra esperanza.
¿En qué se nota que está
emergiendo? Esto lo venimos estudiando desde hace muchos años. En Chile, la
doctora Lola Hoffmann lideró durante mucho tiempo un movimiento que se llamaba
“Iniciativa planetaria para el mundo que elegimos”, que justamente nace bajo la
idea de que está emergiendo un nuevo paradigma. Esto lo anunció Boris Berman en
su libro El reencantamiento del mundo. Se formó todo un movimiento y creó
conciencia ecológica en Chile. Sara Larraín, Manuel Baquedano y Juan Pablo
Orrego salieron de esa escuela. Se lo debemos a la “Iniciativa planetaria” y a
la doctora Hoffmann. Es más, los movimientos feministas fueron liderados por
ella. Fue el primer embrión.
¿Qué síntomas tangibles
hay de que efectivamente está emergiendo un nuevo paradigma? Yo, como educador,
lo veo en mis alumnos. Yo veo que hay consenso. Todos están de acuerdo en que
esto no puede seguir, que se han perdido valores fundamentales y que hay que
recuperarlos. Esos valores apuntan a una sociedad muy distinta a la actual. La
figura de Cristo está reapareciendo, en otra dimensión. Hoy yo puedo adherir a
Cristo, sin ser católico ni ser oficialmente cristiano. Los jóvenes están
buscando una espiritualidad. Están indagando en una relación armónica con ellos
mismos y con su prójimo. Están buscando conocerse a sí mismos, porque ellos
sienten que han perdido identidad personal. Esta mentalidad promedio que ha
creado esta civilización industrial puramente económica y tecnológica ha
arrasado con la identidad de las personas.
En medio de este mar en
que flotamos todos, en donde se nos exige adhesión al modelo, cada persona
ahora quiere saber quién es, porque la verdadera identidad de los individuos,
el sistema no la necesita. Lo único que necesita de ti es que rindas: nada más.
Pero quién eres tú, cuáles son tus sueños y anhelos, cuáles son tus verdaderas
aptitudes: al modelo no le interesa.
Entonces, ellos vuelven
sobre sí mismos. ¿Quién soy en medio de este caos? ¿Quién soy? Ese es uno de
los síntomas de los que está emergiendo un nuevo paradigma. Y el otro síntoma
dice relación con la llamada “cultura alternativa”.
La cultura alternativa
La “Iniciativa planetaria
para el mundo que elegimos” era parte de un movimiento que se venía formando
desde 1950, de mediados del siglo pasado, que estaba conformado por gente que
no sale a la calle a protestar, que se daba cuenta de lo mismo de los que
protestan hoy, pero que tomaron una opción distinta. Ellos dicen: “El cambio
que yo desearía lo voy a hacer en mi propia vida y me voy a juntar con otras
personas que quieran lo mismo. Nos vamos a ayudar unos a otros para crear un
mundo, aunque sea pequeño; un mundo distinto, que nosotros quisiéramos para la
totalidad”.
Ese movimiento de cultura
alternativa está tomando una dimensión más grande que es digna de ser
estudiada.
La información que
recibía la doctora Hoffmann, hace ya más de 25 años, decía que las personas que
han dado el vuelco de conciencia y que han tomado esta decisión serían
aproximadamente el 15 % de la humanidad, ¡ya en ese tiempo! A ese número, la
doctora Hoffmann lo llamaba la “cifra crítica”. Una vez lograda la cifra
crítica, sobrevendría un efecto multiplicador. Eso está ocurriendo en todas
partes del mundo. Está sucediendo en Medio Oriente, Europa, Estados Unidos,
Latinoamérica, etc., pero no hace noticia.
Un multimillonario organizó
un congreso de cultura alternativa en Toronto, Canadá, e invitó a 300
representantes de este movimiento de todos los continentes. A eso le precedió
un estudio que duró muchos años. ¿Por qué un poderoso empresario impulsa esta
iniciativa? Porque le preocupó el alcance de este movimiento. Podemos llegar al
extremo del movimiento de Martin Luther King, en EE.UU., cuando discriminaban a
los afroamericanos en los autobuses. En ese entonces, Luther King dijo: “De
aquí en adelante, ningún afroamericano se sube a ningún bus”, e hicieron
quebrar a muchas empresas. Ahí está el peligro.
Yo estoy convencido de
que está emergiendo un nuevo paradigma. Pero ese paradigma no lo podemos
identificar con el modelo vigente hoy. Es radicalmente distinto. Entonces,
cuando yo afirmo que el mundo está muy mal, estoy hablando de la mitad del
mundo. La otra mitad está emergiendo. Y esa es nuestra esperanza.
Este congreso de Toronto
creó un código de principios básicos y, luego, un manifiesto. Entre esos
principios generales hay tres que revelan el desenganche total con el sistema:
no lucrar, no tener metas precisas y no publicitarse.
Esta cultura alternativa
está tomando un vuelo inusitado, que puede ser la forma actual de emerger del
nuevo paradigma. Yo lo comparo con la comunidad que fundó el apóstol Pablo en
el Imperio Romano. Éste era uno de los más brutales que han existido en la
historia de la humanidad, solo comparable con los nazis: soluciones de fuerza,
culto al genio y al superdotado. Los emperadores eran tiranos, la arbitrariedad
era absoluta, se vivía en la inseguridad. Además, les hacían la vida imposible
a los otros pueblos. Las legiones romanas hacían lo que querían con la Galia,
Gran Bretaña, Germania, etc.
En medio de esa sociedad,
un hombre llamado Pablo, que parecía que luchaba solo contra todo el imperio,
difundiendo el evangelio de Jesucristo, creó comunidades. En esas comunidades,
se creó el hombre nuevo. Era la simiente del cambio de paradigma. Y, al cabo de
unos tres siglos, el emperador Constantino tuvo que darse cuenta de que estas
comunidades llenaban el imperio de Irlanda, Escocia, Gran Bretaña, la Galia,
España, Italia, Medio Oriente. En todas partes, estas comunidades creían en la
doctrina predicada por Pablo y Jesús. Ellos eran la verdadera estructura
espiritual del imperio. Ya nadie creía en los dioses. Es así como Constantino
se vio en la obligación de preparar lo que hizo su sucesor: declara al
catolicismo como religión oficial del Imperio Romano. ¿Qué significa esto, como
fenómeno histórico? Se creó un nuevo paradigma, que cubrió el mundo entero.
Arnold Toynbee
desarrolla, en su obra Estudio de la historia, la ciclicidad de las
civilizaciones. ¿Podría repetirse el ciclo que augurara un nuevo paradigma?
Eso es lo que estoy
sospechando. Este movimiento de cultura alternativa en el mundo es comparable,
de alguna manera, a lo que pasó con las comunidades que fundó Pablo. Es por eso
que un profesor norteamericano, llamado Harold Richard, que es una eminencia en
economía y sociología, hizo un seminario en Limache sobre la importancia de
estudiar las comunidades de Pablo, pero no desde el punto de vista religioso,
sino como fenómeno histórico e, incluso, económico. Él afirma que eran
cooperativas que lo compartían todo. Es decir, no había diferencias de estatus
económico y vivían en el mismo amor, respeto y colaboración; con la misma
esperanza, con un mismo espíritu. Y eso era lo contrario del hombre que había
creado el Imperio Romano, que era un hombre fuerte, prepotente, conquistador.
Yo creo en la protesta
masiva también. Por supuesto que creo.
Forman parte de lo mismo,
del renacer de algo…
Por supuesto, ese es un paso más inmediato del colapso de este modelo. Lo otro es más profundo; porque estos movimientos cesan en algún momento. El mayo del ’68 no duró mucho. El Partido Comunista se arregló con el gobierno en esa época, les subieron los salarios a los trabajadores y se desinfló completamente el movimiento. Duró muy poco. Fue muy inmediato, faltó interioridad. No se trabajó una verdadera espiritualidad. Yo creo que ahora se está trabajando una espiritualidad del cambio.
Gastón Soublette es profesor titular de la Facultad de Filosofía y Estética de la Universidad Católica de Chile. Experto en filosofía oriental y cultura popular e indígena, imparte clases cada martes en el Campus Oriente de la Universidad Católica.
(mundonuevo)
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