EL PROBLEMA DEL AUTOR (6)
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/ 3 La sustitución del contexto axiológico del autor por el contexto
literario. Ni una sola conjunción de
procedimientos literarios y materiales concretos (formales), y menos si se
trata de los elementos lingüísticos -a saber: palabras, oraciones, símbolos, series
semánticas, etc.-, puede ser entendida desde el punto de vista de la regla
estrictamente estética y literaria (la regla siempre tiene un carácter reflejo,
secundario, derivado), como estilo y composición (aparte de un experimento
artístico intencionado), es decir, no puede ser entendida a partir del autor
únicamente y de su energía puramente estética (esto se extiende a la lírica y a
la música), sino que es necesario tomar en cuenta también la serie semántica,
la legitimidad semántica y ético-cognoscitiva de la vida del héroe, la regla
semántica de su conciencia progresiva, porque todo lo estéticamente
significante no abarca un vacío sino una orientación resistente y legítima
(inexplicable estéticamente) del sentido de una vida progresiva. Una
obra no se desintegra en una serie de momentos estéticos, estructurales (aun
menos de momentos lingüísticos: palabras-símbolo como aureola emocional,
relacionadas según las reglas de asociaciones simbólicas verbales), vinculadas
según las leyes estético-estructurales; la totalidad artística representa una
superación, y muy importante, de una totalidad necesaria del sentido (de la
totalidad de una vida positiva y significativa). En una obra artística existen
dos poderes y dos derechos creados por los poderes mencionados, que se
condicionan mutuamente; cada momento se determina en dos sistemas valorativos,
y en todo momento ambos sistemas se encuentran en una interrelación esencial e
intensa: se trata de dos fuerzas que crean el peso valorativo del acontecer de
cada momento y de la totalidad.
Un artista jamás se
inicia en tanto que artista desde un principio, o sea que desde el comienzo no
puede tener que ver únicamente con los elementos estéticos. Dos son las reglas
que rigen una obra artística: la regla del héroe y la del autor, la regla del
contenido y las reglas de la forma. Cuando un artista desde un principio tiene
que ver con las magnitudes estéticas, el resultado es una obra forzada y vacía
que no supera nada y que en realidad no crea nada de valor. Un personaje no
puede ser creado desde principio hasta fin a partir de los elementos puramente
estéticos, no se puede “hacer” al héroe, porque no será vivo, no se “sentirá”
su significado estético. El autor no puede “inventar” al héroe carente de toda
independencia con respecto al acto creador del autor que lo afirma y le da
forma. Un autor artista desde antes del héroe como algo dado independientemente
de su acto puramente artístico, no puede engendrar al héroe a partir de sí
mismo: un personaje semejante no sería convincente. Por supuesto, hablamos de
un héroe posible, es decir de uno que aun no haya llegado a ser héroe, aun
no se haya formado estéticamente, porque el personaje de una obra ya
posee una forma estéticamente significante, es decir, la dación hombre-otro, y
es esta la que es encontrada por el autor como algo dado desde antes (*), y tan
sólo con respecto a esta forma el valor adquiere una conclusión estética.
(*) No se trata, por supuesto, de una existencia previa empírica del héroe, en tal lugar y en tal tiempo.
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