VI. AUTISMO
MERCEDES
FREIRE DE GARBARINO
Tomás
y su telescopio (1)
Tomás vivía en un mundo
cósmico, el espacio y el tiempo eran diferentes a los nuestros. No le
interesaba comer ni higienizarse, los otros le hablaban y él tomaba alguna
palabra que repetía, y con ella formaba frases originales incoherentes.
Se movía con aparente inquietud,
iba a de un lado a otro, giraba y giraba, aparecía satisfecho con cara
sonriente, alegre. Era un existir sin conectarse con los otros, o mejor dicho
sin intercambiar nada.
Si recordamos los aportes
de la teoría del Ser y los de la descripción del período inicial del lactante
en la interacción temprana, no le sucedía ni más ni menos lo que le pasa a
cualquier lactante en sus primeros meses. Con la diferencia de que Tomás tenía
ocho años.
Como todos sabemos, el
bebé al entrar en nuestro mundo interhumano, pasa de un medio líquido a uno
gaseoso. Pero además pasa de un espacio limitado (el útero) a otro que se le
aparece sin límites. Ya las paredes del útero no le detienen los movimientos de
sus miembros inferiores y superiores.
Y ahí ternemos a Tomás igual
que un bebé recién nacido, se mueve y emite sonidos. ¿Cómo se sentirá? ¿En ese espacio
ilimitado, en ese tiempo eterno?
Esa inquietud que
nosotros registramos, ¿será inquietud? ¿o sería tal vez holomovimiento?
¿No será esa la forma de
existir existiendo, como dijo Einnicott (1) (**), una energía, una partícula,
una onda, frecuencias, acontecimientos?
Se nos ocurre que existe
en un espacio cósmico, por lo tanto en un espacio y tiempo sin límites, en
holomovimiento, con un “orden implicado” (David Bohm). (2)
Dicen los físicos que
para lograr comprender la forma de funcionamiento de lo cósmico necesitamos
aparatos, máquinas que nos expliquen lo que allí sucede, que decodifiquen
los hechos y los conviertan en un discurso manifiesto, lo que implica explicar
qué pasa.
El ser humano en sus
primeras horas de vida (¿o meses?) utiliza a su madre (o sustituta) como telescopio
o microscopio, como máquina decodificadora para llevar su mundo implicado al
explicado, que es el nuestro.
Esta posibilidad, el
recién nacido la tiene en tanto la mujer por el hecho de ser madre, de entrar
en la condición de madre, o la “categoría madre” como nos gusta nominarla junto
con otros colegas, cumple su función de madre. Decíamos que dentro de las
condiciones de esta categoría, es la porosidad lo que permite desde el yo
realidad, pasar al mundo cósmico requerido por el niño y poder así decodificar
sus mensajes. Esta tarea la hace la madre ayudada por su aparato psíquico y
sensorial, sobre todo este último.
¿Qué pasó con Tomás? que a
los ocho años se comporta como un recién nacido. (3) (4) Quisiera aclarar que
no lo es exactamente, ya que camina, recoge sonidos (palabras), etc.
Sin embargo, buscó entrar
en nuestro mundo, para ello se manejó como los astrónomos: buscó a su alrededor
una máquina artificial para cambiar el orden, los elementos con los que vivía,
única forma de entrar en el mundo interhumano. Menciono a los astrónomos que
usan el telescopio para penetrar ese mundo aparentemente incomprensible: No lo
había podido hacer con las armas de que disponemos todos, los órganos de los
sentidos, ya que se su madre, en los primeros meses, no le decodificó sus
demandas para así lograr llevar al símbolo sus primeras acciones y entrar en
este mundo cotidiano entendido por su alter.
Notas
(1) Este autor dice esto
para describir lo que él considera la primera forma de existir, de ser, del
humano. Queremos rescatar aquí el hecho de que lo describe con un verbo
conjugado, lo que implica acción. Se es en tanto verbo, vale decir acción, y no
en tanto sujeto.
(2) El físico D. Bohm (*)
describe un orden implicado, no manifiesto, de la conciencia, infinito, donde
tiene lugar el holomovimiento, vasto océano de energía, donde todo es uno.
(Este océano de energía cósmica tendría su correlato, según nosotros, en la
energía narcisista del Ser.) Este orden implicado se despliega en el mundo
corriente de la experiencia, finito, llamado orden explicado.
(3) Esta forma de
existencia la mantenía desde los cuatro años, edad en la que consultara por
primera vez.
(4) Me concreto a una observación que la terapeuta hizo del niño en la institución a la que concurría, y que fue realizada en el momento de inicio de la terapia.
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