miércoles

CHARLES BUKOWSKI - JAMÓN Y CENTENO (LA SENDA DEL PERDEDOR) - 92

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Cruzó la pieza y agarró su vaso. Yo tomaba un vino barato de los que se cerraban con un tapón a rosca en lugar de un corcho. Le saqué el tapón a otra botella. Becker me extendió su vaso y se lo llené. Me serví otro para mí y apoyé la botella en la mesa. Vaciamos los vasos.

 

-Sin rencor -dije.

 

-Mierda. No, compañero -dijo Becker apoyando su vaso, y enseguida me clavó un derechazo en el estómago. Después me agarró la nuca para dejarme doblado del todo y me pegó un rodillazo en la cara. Caí de rodillas, empapándome la camisa con la sangre que me chorreaba de la nariz.

 

-Servime otro trago, compañero -dije- y damos esto por terminado.

 

-Levantate -contestó Becker. -Esto fue nada más que el principio.

 

Entonces me paré y avancé hacia él. Le bloqueé un gancho justo a la altura de mi codo y le encajé un directo en la nariz que lo hizo retroceder tambaleándose. Ahora los dos sangrábamos mucho por la nariz.

 

Le salté arriba y empezamos a pelear a ciegas. Le paré algunos golpes y al final pudo incrustarme uno en la boca del estómago. Eso me hizo agachar, aunque alcancé a encajarle un gancho en el mentón. Fue un extraordinario golpe de suerte. Becker se derrumbó contra la cómoda y reventó el espejo con la nuca. Estaba grogui. Entonces le agarré la pechera de la camisa y le metí un derechazo atrás de la oreja derecha. Apenas pudo quedarse en cuatro patas sobre la alfombra. Yo me fui a servir otro vaso con la mano muy insegura.

 

-Becker -le dije-, últimamente vengo peleando una o dos veces por semana. Me agarraste mal parado, no más.

 

Vacié mi vaso. Becker se levantó, se quedó un rato mirándome y después se me vino arriba.

 

-Becker -le dije-, escuchame…

 

Él hizo un amague con su derecha y me clavó la izquierda en el estómago. Ahora nos pegábamos casi sin defendernos. Nos pegábamos y nos pegábamos y nos pegábamos. Hasta que de repente me hizo caer arriba de una silla que quedó destrozada. Me paré y le contuve otro ataque. Cuando osciló hacia atrás le incrusté otro derechazo que lo hizo estrellarse contra la pared y sacudir toda la pieza. Entonces dio un salto y me reventó la frente. Vi lucecitas verdes, amarillas, rojas… Y mientras me castigaba en las costillas y me encajaba otro derechazo en la cara, traté de contenerlo con la derecha pero le erré.

 

Carajo, pensé, ¿no habrá nadie que oiga todo este ruido? ¿Por qué no viene nadie a parar la pelea? ¿Por qué no llaman a la policía?

 

Entonces Becker se me abalanzó de nuevo y no le pude parar un derechazo circular y allí se me terminó todo…

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