El baile de las garzas (3)
“Así llegué sin apearme.
Aun durante el desayuno, durante la tarde, cuando viajé en coche a Schaffhausen
y regresé a Stein am Rhein no me había apeado. Llegué bien.
Las experiencias del ascenso
se repitieron especularmente en el descenso: la liviandad para caminar, la
libertad para respirar, la ronquera de la voz. Pero los sentidos estaban
depurados. Eso siguió. Sigue. El mundo es ahora distinto. Más colorido en la
armonía. Tiene una dimensión más. Su plasticidad es acendrada.
Me puse contento porque
no se presentaron las figuras de mis temidas amenazas. Fui un buen camarada
para mí. Seguiré siendo un buen camarada para mí. El experimento me brinda una
elevada autoafirmación. Me dio confianza, libertad y disposición. Me llevé a mí
-a saber, al mejor- en el descenso, me entiendo con él, le sonrío porque hemos
estado allí, porque estamos enlazados en el acróstico, lo llevamos con
nosotros. No se trataba de perturbaciones de la conciencia, sino de la
realización de la conciencia, de la comunidad universal, del aliento único al
que pertenecemos. Por eso los ruidos eran exactos, nítidos. En su presencia
peculiar anunciaban su testimonio de ubicuidad. Lo mismo hacían los colores.
Cuando resplandecían significaban la luz que los llenaba, no el color. También
el color. Ambos eran una misma cosa. Un triunfo de la seguridad más presente. Por
eso yo conocía el curso exacto del tiempo, que estallaba una y otra vez en
-intemporales- infinitudes. El tiempo tenía simultáneamente un paso extensivo y
una infinitud intensiva. Por ello también los pensamientos saltaban aquí y
allá. Pues allá y aquí estaban en el centro. Esto no puede perderse. Me pareció
una circunstancia feliz el hecho de que todo el ensayo se desarrollara en un
clima tan alegre. Pocas veces me he reído tanto y tan de corazón. Me reía toda
vez que me sentía unido a las cosas, cuando sin palabras me sentía existir.
Cada risa sostenía en su armonía toda la sabiduría universal. Rimaba con el acróstico,
era risa celestial.”
El informe del experimento de Erwin Jaeckle se caracteriza porque en su calidad de escritor y poeta logra expresar muchas alternativas de la experiencia del LSD que a la mayoría de los viajeros de LSD les parecen “inenarrables” o “indescriptibles”. Su filosofía personal ingresa en sus imágenes de LSD, se hace visible en ellas. Este ensayo muestra también hasta qué punto la personalidad del experimentador coloca su impronta en la embriaguez de LSD.
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