ENIGMÁTICAS Y FASCINANTES PALABRAS QUE NOS LLEVAN AL CORAZÓN RADIANTE DEL ANIMA, EL ARQUETIPO FEMENINO EN EL HOMBRE
por Juan Pablo
Carrillo Hernández
El eterno femenino
nos atrae hacia lo alto.
Goethe
Jung creía que en el hombre existía una
imagen arquetípica femenina, que lo guiaba hacia la completud o la realización
de su propio ser (Selbt). Esta imagen o fuerza es conocida como el
"anima", la cual se podía representar como la madre, la hija,
la hermana, la amante, una diosa celestial o una fuerza telúrica monstruosa,
etc. Aunque en la experiencia el anima y las mujeres con
las que se encuentra el hombre se mezclan y superponen en una retroalimentación
de las fantasías y las fuerzas psíquicas transconcientes, el anima y
la mujer en sí misma no son lo mismo. En el caso de la mujer
ocurre algo similar, aunque no idéntico, con el animus, el
arquetipo masculino en el alma femenina, el cual es aun más complejo, según
Jung.
El concepto de anima, de
acuerdo con Jung, iba mejor de la mano con un lenguaje imaginativo,
dramático, mitológico, sensorial, y no con un lenguaje científico
descriptivo; había que dejar espacio, vacío, para que el arquetipo
actuara, ya que era un proceso viviente del alma. A diferencia de lo que
se creía con el horror vacui que se proyectó a la naturaleza,
los arquetipos aman el vacío.
El anima encarna en el trasfondo psíquico de cada hombre como un patrón que universaliza la
experiencia y la refiere a una base profunda de sentido o significado que
se encuentra enraizada en el inconsciente colectivo. El anima es
toda la experiencia de la feminidad en el sexo masculino, más allá de la
especie, que aparece con fuerza imaginativa y que viene desde el principio
del cosmos, el cual está permeado por energías polares u opuestos que
deben conjugarse para dar vida y espiritualmente para lograr la integración de
la psique con su esencia divina.
Esta anima es
arquetípicamente la figura femenina por la cual el hombre se interna en lo
desconocido y mata dragones y demonios. Pero aunque es la gran motivación
de la psique masculina, también puede llevarlo a la
perdición; participa también en la imagen del trickster, la
encantatriz, la seductora, la femme fatal, la diosa Maya,
Circe, las sirenas y ninfas, Salomé, etc. Dice Jung: "Ya que es su
gran desafío, exige del hombre lo máximo, y si lo obtiene, ella lo
recibirá". Una afirmación un poco críptica, que parece sugerir que las
joyas de la corona serán solamente de los verdaderamente valerosos. El soma, el
elixir de la inmortalidad siempre está custodiado por una serpiente y/o una
ninfa. Si entrega todo, ella lo recibirá en su seno: no el seno opresor de
la madre celosa sino el seno liberador de la vida, la energía y el significado
que es predicado en la belleza y la armonía.
En el Libro rojo Jung
dice: "Eres esclavo de lo que tu alma necesita. El hombre más masculino
necesita a la mujer, y por lo tanto es su esclavo. Conviértete en mujer tú
mismo, y serás salvado de la esclavitud a la mujer... La aceptación de la
feminidad lleva a la completud. Lo mismo es válido para la mujer que acepta
su masculinidad". Aquí Jung obviamente habla de la noción alquímica
del hermafrodita, en la que se realiza la unión sexual interna entre los
principios masculinos y femeninos, lo cual no significa suprimir uno en favor
del otro. El hombre debe desarrollar toda su masculinidad y fuerza, pero
también ser sensible a la feminidad.
Jung habló de cuatro etapas en la
relación del anima en el hombre. La primera es Eva, la tierra
como madre biológica o como materia por fertilizar. La segunda etapa
cobra una dimensión erótica, romántica, estética, y se valúa a la mujer
como individuo (la mayoría de los hombres no pasa de esta etapa). La tercera
etapa es en la que Eros se alza a lo religioso y espiritual. Esto es
descrito por Platón en El banquete: el amor físico es
trascendido y usado para elevar el alma. La cuarta etapa es ya una etapa de
gloria arquetípica en la que la mujer se convierte en una encarnación de la
divina Sophia, la sabiduría, y con ella el hombre alcanza la piedra
filosofal.
En una entrevista Jung expresó esto:
"Las mujeres son una fuerza mágica. Se rodean de una tensión emocional
más fuerte que la racionalidad del hombre... La mujer es un ser
muy fuerte, mágico. Es por ello que le temo a la mujer". Este
temor, creemos, debe ser interpretado como el terror de lo sagrado, el mysterum
tremendum, la sensación que según Rudolf Otto acompaña al verdadero
encuentro místico o numinoso... y, por lo tanto, una forma de
veneración. David Tresan, sin embargo, ve una ambivalencia en Jung, quien
atribuyó a los reflejos fantasiosos y engañosos del anima algunos
de los peligros a los que sucumbieron Nietzsche y los nazis. Pero señala que
después de una experiencia al límite, un casi ataque al corazón que lo
llevó a una seguidilla de visiones nocturnas, siendo su ego vencido in
extremis, Jung llegó en 1944 a una experiencia "directa de la belleza
no mediada por su intelecto" en la que el anima se reveló
como "puramente irracional, el arquetipo de la vida, directo, asombroso,
eterno". Jung debía también enfrentar la muerte para penetrar en los
misterios del anima, desde cuyos abismos radiantes se erigen
"el amor, la belleza, la sabiduría", esa trinidad que representa la
mujer en el alma masculina.
* Citas tomadas del ensayo "Anima" de Paul Watsky
(ALTERCULTURA / 3-3-2018)
No hay comentarios:
Publicar un comentario