TRISTE
PROSTITUCIÓN DEL PUERCO MUNDO
I
Uno más de la piara y gozoso y voraz a comer con fruición
esas basuras
suntuosas con las que nos ceban
los que luego
serán comedores
(pero en segunda
instancia)
de basuras
y han de ser a su
vez devorados después
por otros más
arriba en la pirámide,
hasta que el
tiempo se lo trague todo.
II
Convencidos
– orondos –
que estamos de ser
los clientes más
VIP
de este burdel
montado a todo lujo,
resulta que una
turba
de demonios
piojosos, indigentes,
nos sodomiza el
alma sin piedad
(y más bien por
rutina que por placer)
en este
cochambroso lupanar
de un arrabal
perdido del Infierno.
Pero nosotros,
hombre,
pues tan felices.
III
Aquella vez
que te vendí a mi
madre anciana
– o a mis dos
hijas más o menos vírgenes,
me falla la
memoria –
me pagaste con un
cheque sin fondos
y esa es una
maldad imperdonable.
IV
Vienen con la
insolente pretensión,
la loca fantasía
de la decencia.
Nos meten por los
hocicos
– aunque la van de
tímidos y modosos,
de respetuosos –
su dignidad,
su decoro.
Nos repiten el
sermón
del orgullo
austero
tras haber
conseguido cumplir el deber.
Tienen la
impudicia
de llamarle pecado
al pecado,
delito al delito,
demonio al
Demonio,
infierno al
Infierno.
No sé cómo es que
pueden ser así
de tan mal
educados.
V
Las cifras que
leerás a continuación
son todas
aproximadas,
pero se basan en
sólida
evidencia empírica.
Después de las
primeras treinta veces,
deja de doler.
Luego de las
cincuenta,
se logra poner
cara de estárselo gozando.
Tras las cien,
parece la cara de
gozo genuina
a los clientes
incautos.
A los cinco o seis
años de ejercer,
se aprende a
distinguir a los clientes
que gozan con el
asco que le causan a una.
Dicen que a los
diez años ya no importa.
Dicen que existen
algunas
que son como
nacidas para este oficio
(si eso implica o
no implica que lo disfruten
es cuestión todavía
por resolverse).
Dicen que nunca
deja de estar mal,
pero vaya a saber,
que una es apenas
puta y no filósofa.
VI
De muchacho soñaba
subirme a una cúspide altísima,
a llorar por el
mundo y sus muchos horrores y desastres.
Sobre los
veinticinco, ya más cínico,
proyectaba la
misma escalada
pero para mear
desde lo alto
sobre mis
semejantes.
Ya viejo,
no sueño
demasiado, pero si pudiera,
alcanzar esa
cumbre en helicóptero,
vomitaría sobre
mis congéneres.
Leí una vez sobre
uno
que construyó una
ermita en la montaña
y en esas alturas
púsose
a rezar por el
perdón
de los muchos
pecados de los hombres.
Me resultó interesante,
pero tuve otras
cosas que hacer,
y nunca terminé el
libro,
que vaya a saber
dónde se habrá extraviado,
en el desorden que
es mi apartamento.
VII
Aquella travesti
tan joven y rubia tenía una cara
calcada a la del
hijo menor de aquel gerente
que el tipo no
había
tenido más remedio
que adular por
diez años.
Pasó lo que no
tenía por qué pasar,
pero vayan a
convencerlo al empleaducho
de que no fue el
universo
haciéndole un
poquito de justicia.
VIII
Aburguesado lector
que de excursión vinieres
por este arrabal
de versos vomitivos y malsonantes,
sea que lo
hicieres
por puro regodeo
en lo asqueroso
– en esos días en
que es de buen tono
lo pornográfico
pero chic
y Erika Lust es un
arma cargada de futuro –
o para confirmar
que aún no estás
corrupto,
o por lo menos no
en grado que amerite
terapia psicoanalítica
o conductista,
confesión con
algún
curita posmoderno
y complaciente,
cirugía estética,
lectura meditada
de la obra
de Paulo Coelho
(favor de tachar
lo que no corresponda,
que aquí se
respetan los gustos del cliente)
o porque al tedio
de estos
días le da casi
todo los mismo,
aburguesado
lector,
venía yo
escribiendo para decirte que
tenemos muchas
culpas por pagar
y en el sitio al
que vamos todavía
no aceptan ninguna
tarjeta de crédito.
IX
(pensando en Don
Francisco de Quevedo y Villegas y en Hugo Achugar)
Puto es el gusto
de amoldarse al puto
mundo que nos
rodea. También puto
el gesto de
protesta ma non troppo
que algunas veces
ponen los clïentes.
Puto el asco que
nunca se hace acción
(y sigue
contemplando, sin vómito ni huida).
Puto el pañal y
puta la mortaja
y puta la bandera,
trapo al fin.
Putísimo el puñal
tiranicida
y encumbrador de
tiranías nuevas.
Putas las
inversiones, las ganancias
y sobre todo,
putos lo impuestos.
Putas las
ilusiones pagaderas a plazos
y las delicias
electrodomésticas
con que nos
agasajan los demonios.
Puta esta
somnolencia placentera
que diluida en la
tinta con que escribo
los putos versos
estos de queja o de protesta
que debieran
seguir miles de páginas,
me emputece la pluma
sin remedio
y me hace irlos
dejando por aquí:
he conseguido
puesto de creativo
en una agencia de
publicidad.
X
Está, para
esperar, los pies clavados,
pero nosotros
preferimos métodos,
pues cómo le diré,
métodos menos
tremendos que ese
que Jesús propuso.
Pagar podemos
quien la cruz nos cargue
y siga al Buen
Pastor por su camino
estrecho y arduo
mientras nos tomamos
un whisky u otro
trago a su salud.
Está, para
esperar, los pies clavados,
pero ya no hay costumbre
de esperar,
porque ahora la
historia es instantánea.
Y si luego el
Infierno nos tocara,
mientras tenga
McDonald’s e Internet
no ha de ser tan
infierno el tal Infierno.
XI
Yo quería casarme
vestida de blanco
(igual que quieren
todas,
aunque muchas los
nieguen).
Santa María,
ruega por
nosotras.
Yo quería casarme
de blanco y por amor
con un hombre
sencillo y decente
y tener varios
hijos y educarlos
para que fueran
buenos y felices.
Santa María,
ruega por
nosotras.
Yo quería estudiar
para peluquera
pero no fue
posible.
Santa María,
ruega por
nosotras.
Yo quería y no
pude y hubiera querido después
que no se
emputeciese ninguna de mis hijas,
pero hubo que
vivir,
qué hemos de
hacerle.
Santa María,
ruega por
nosotras.
Hubiera querido
también ayudar a esa chica
que trató de
escapar,
pero fue ventajoso
delatarla
(era dominicana,
la recuerdo,
con esos dientes
de jazmín brillando
en el rostro de
triste chocolate).
Santa María,
ruega por
nosotras.
Hubiera debido
quererme
morir esa vez pero
quise
seguir viva y
quisiera
ver luz a fin del
túnel,
si la hubiera.
Santa María,
ruega por
nosotras.
XII
Cuando ya no era
joven pero aún no era viejo
frecuenté un par
de años
a una puta
poética,
melancólica,
que en su
envilecimiento conservaba
una cierta
inocencia.
De encuentro a
encuentro podía
apreciar cómo se
iba perdiendo esa magia.
Cuando la hallé al
nivel de sus colegas
dejé de
solicitarla.
XIII
Solía venir un
señor
de maneras amables,
no enamorado de
mí,
– ya no soñaba yo
con esas cosas –
pero sí
respetuoso.
No puedo saber si
fui yo
o los otros
clientes o la vida
pero de encuentro
en encuentro
pude apreciar cómo
iba empeorando
hasta ser casi,
casi tan mierda
como los otros
tipos que llegan por aquí.
Habrá demorado dos
años
en ponerse así.
Él dejó de pedirme
y yo de saludarlo.
XIV
En este solar
donde hemos
depositado los
restos de nuestros difuntos
habremos de erigir
a todísimo lujo un
shopping center
en homenaje al
olvido
porque eso de
acordarse de los muertos
es siempre de mal
gusto y siempre asusta.
XV
No me mancho el
hocico ni las pezuñas:
hay deliciosos
espectáculos
perversos
en que toda la
mierda y la basura
se la tragan
otros,
para que eructe
yo,
plenamente
satisfecho
– y más por el
goce
de estarlo pagando
carísimo
y sin regatear.
XVI
Hoy tengo cita con
la dominatrix
a la que pago para
que me humille
me seduce la idea
de que muy en el
fondo
ella abomine
todos los
vejámenes
que la obligo a
infligirme.
El goce de acaso
estarla humillando así
me resulta
exquisito.
XVII
“Bien lo habrás de
gozar, cuando te empale”,
decía el viejo y
no se le paraba.
Luego, por
resarcirse, castigaba
las carnes de
alquiler, dale que dale,
sin sentirse
culpable, pues pagaba,
y pagaba muy bien.
Se despenó
emplomándose la sien
cuando nonagenario
ya su brazo
también era
impotente.
Por unos días
comentó la gente
“con tanta plata y
se pegó un balazo”.
XVIII
Los hay veniales
y los hay mortales.
El tiempo que no
tengo para escribir
pero sí para ver
televisión
se me habrá de
añadir de Purgatorio.
Las horas que
gasto en dolerme por mí
en lugar de
auxiliar a mis prójimos
tal vez me las
devuelvan,
multiplicadas por
más infinito,
en otro reino
mucho más abajo.
XIX
Todo se arregla
con esa propina
que en rigor es
soborno.
Ya después
chillarán indignados los que,
de haber tenido
los recursos para,
igual negocio
hubieran perpetrado:
la envidia se
transviste de moral a menudo
y queda tan
ridícula como esas cincuentonas
que manotean
blusas, minifaldas,
del armario de la
hija quinceañera.
Pero tú,
cuando llegues al
banquete,
verás que sonríen,
afables,
todo por el
soborno,
que, pudorosos,
llamarán propina
– nunca tan generoso
de tu parte
ni del todo por
ellos merecido.
XX
“Esto de
prodigarles genuflexiones
a dioses que en el
fondo uno desprecia
no pueda acabar
bien. Tarde o temprano
nos lo van a
cobrar.” – pensaba el tipo,
que camuflado
entre la multitud
jugaba a la
escondida con sus culpas.
XXI
No nos haremos,
no,
martirizar en aras
de fe adorable
alguna
ni de dios
valedero,
porque,
total,
para qué.
No cargaremos a la
bayoneta
contra
inexpugnables muros enemigos
por cumplir el
deber, que es lo que toca,
ni para eterna
gloria de la patria,
que es la bandera
sobre el ataúd.
No vamos a
enclaustrarnos en ningún convento
en intento de
expiar
los pecados
propios ni los del mundo
porque siempre la
vida anda a esas horas
estrenando en la
tele
alguno de esos
lindos
nuevos teleteatros
de Turquía.
No iremos de
enfermeros voluntarios
ni a hospitales de
sangre ni a leprosarios
porque ya no
tenemos voluntad.
Y luego en el
Infierno los demonios
vomitarán mientras
nos atormenten.
XXII
Dígame,
Rabbí,
¿es cierto eso que
dicen
que dijo en la
parábola
sobre la puerta
estrecha?
Yo que Usted
cambiaba
de estrategia de
marketing.
XXIII
Esas llagas en
manos y pies y costado…
¿No ha considerado
una cirugía
estética?
Yo que Usted
cambiaba
de asesor de
imagen.
XXIV
Esos que arrojaban
la primera piedra
y jamás por estar
libres de culpa.
Esos que se
acostaban con la adúltera
y después si te he
visto no me acuerdo.
Esos que se
encubrían en el coro
de los que a las
pedradas
cumplían con la
Ley
o en el de los
llorones compasivos
que lamentaban la
lapidación,
sin hacer nada por
la desgraciada
(salvo firmar la
petición on line
que desestimaría
el Sanedrín).
Esos que señalaban
con el dedo
cargado de un
rencor peor que el plomo.
Esos que lo
llevaron a la cruz
para después
vendernos crucifijos.
XXV
Añoro esa versión
mejor de mí,
esa que no buscaba
jamás la triquiñuela
para irse sin
pagar, total, los otros…
Añoro ese futuro al
que aspiraba
y el mundo en el
que había todavía
color de bien y
mal entre los grises.
Es posible que un
día me levante
y al iniciar el
viaje de regreso
me vuelva y vea, porque siempre estuvo,
el sol al que hace
tiempo di la espalda.
CODA
Después que la
salvó de la pedrea
tu Hijo le dijo
que ya no pecara.
¡Hubiera más tipos
así
como el bueno de
tu Hijo!
Santa María,
1 comentario:
Es con sumo placer que leo los nuevos poemas de este amigo y buen profesor de literatura además de crítico literario , buena persona y auténtico cristiano.Las nieves del tiempo platearon nuestras sienes , dijera el tango.pero nos quedan los recuerdos sinceros de pasadas primaveras ,donde el torbellino de los sueños envolvían nuestras vidas. De nada me arrepiento , para vivir he nacido escribió don Pablo Neruda. Saludos al amigo y a su esposa,en tan grata ocasión. Anselmo Torres de Goes , aprendiz de poeta de zaguanes , patios , sótanos , altillos y azoteas , algo así como el SUNCA abreviado.
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