miércoles

JUAN DE MARSILIO para elMontevideano Laboratorio de Artes

 

TRISTE PROSTITUCIÓN DEL PUERCO MUNDO

 

I


Uno más de la piara y gozoso y voraz a comer con fruición

esas basuras suntuosas con las que nos ceban

los que luego serán comedores

(pero en segunda instancia)

de basuras

y han de ser a su vez devorados después

por otros más arriba en la pirámide,

hasta que el tiempo se lo trague todo.

 

II

 

Convencidos

– orondos –

que estamos de ser

los clientes más VIP

de este burdel montado a todo lujo,

resulta que una turba

de demonios piojosos, indigentes,

nos sodomiza el alma sin piedad

(y más bien por rutina que por placer)

en este cochambroso lupanar

de un arrabal perdido del Infierno.

Pero nosotros,

hombre,

pues tan felices.

 

III

 

Aquella vez

que te vendí a mi madre anciana

– o a mis dos hijas más o menos vírgenes,

me falla la memoria –

me pagaste con un cheque sin fondos

y esa es una maldad imperdonable.

 

IV

 

Vienen con la insolente pretensión,

la loca fantasía

de la decencia.

 

Nos meten por los hocicos

– aunque la van de tímidos y modosos,

de respetuosos –

su dignidad,

su decoro.

 

Nos repiten el sermón

del orgullo austero

tras haber conseguido cumplir el deber.

 

Tienen la impudicia

de llamarle pecado al pecado,

delito al delito,

demonio al Demonio,

infierno al Infierno.

 

No sé cómo es que pueden ser así

de tan mal educados.

 

V

 

Las cifras que leerás a continuación

son todas aproximadas,

pero se basan en sólida

evidencia empírica.

 

Después de las primeras treinta veces,

deja de doler.

 

Luego de las cincuenta,

se logra poner cara de estárselo gozando.

 

Tras las cien,

parece la cara de gozo genuina

a los clientes incautos.

 

A los cinco o seis años de ejercer,

se aprende a distinguir a los clientes

que gozan con el asco que le causan a una.

 

Dicen que a los diez años ya no importa.

 

Dicen que existen algunas

que son como nacidas para este oficio

(si eso implica o no implica que lo disfruten

es cuestión todavía por resolverse).

 

Dicen que nunca deja de estar mal,

pero vaya a saber,

que una es apenas puta y no filósofa.

 

VI

 

De muchacho soñaba subirme a una cúspide altísima,

a llorar por el mundo y sus muchos horrores y desastres.

 

Sobre los veinticinco, ya más cínico,

proyectaba la misma escalada

pero para mear desde lo alto

sobre mis semejantes.

 

Ya viejo,

no sueño demasiado, pero si pudiera,

alcanzar esa cumbre en helicóptero,

vomitaría sobre mis congéneres.

 

Leí una vez sobre uno

que construyó una ermita en la montaña

y en esas alturas púsose

a rezar por el perdón

de los muchos pecados de los hombres.

Me resultó interesante,

pero tuve otras cosas que hacer,

y nunca terminé el libro,

que vaya a saber dónde se habrá extraviado,

en el desorden que es mi apartamento.

 

VII

 

Aquella travesti tan joven y rubia tenía una cara

calcada a la del hijo menor de aquel gerente

que el tipo no había

tenido más remedio

que adular por diez años.

Pasó lo que no tenía por qué pasar,

pero vayan a convencerlo al empleaducho

de que no fue el universo

haciéndole un poquito de justicia.

 

VIII

 

Aburguesado lector que de excursión vinieres

por este arrabal de versos vomitivos y malsonantes,

sea que lo hicieres

por puro regodeo en lo asqueroso

– en esos días en que es de buen tono

lo pornográfico pero chic

y Erika Lust es un arma cargada de futuro –

o para confirmar

que aún no estás corrupto,

o por lo menos no en grado que amerite

terapia psicoanalítica o conductista,

confesión con algún

curita posmoderno y complaciente,

cirugía estética,

lectura meditada de la obra

de Paulo Coelho

(favor de tachar lo que no corresponda,

que aquí se respetan los gustos del cliente)

o porque al tedio de estos

días le da casi todo los mismo,

aburguesado lector,

venía yo escribiendo para decirte que

tenemos muchas culpas por pagar

y en el sitio al que vamos todavía

no aceptan ninguna tarjeta de crédito.

 

IX

(pensando en Don Francisco de Quevedo y Villegas y en Hugo Achugar)

 

Puto es el gusto de amoldarse al puto

mundo que nos rodea. También puto

el gesto de protesta ma non troppo

que algunas veces ponen los clïentes.

Puto el asco que nunca se hace acción

(y sigue contemplando, sin vómito ni huida).

Puto el pañal y puta la mortaja

y puta la bandera, trapo al fin.

Putísimo el puñal tiranicida

y encumbrador de tiranías nuevas.

Putas las inversiones, las ganancias

y sobre todo, putos lo impuestos.

Putas las ilusiones pagaderas a plazos

y las delicias electrodomésticas

con que nos agasajan los demonios.

Puta esta somnolencia placentera

que diluida en la tinta con que escribo

los putos versos estos de queja o de protesta

que debieran seguir miles de páginas,

me emputece la pluma sin remedio

y me hace irlos dejando por aquí:

he conseguido puesto de creativo

en una agencia de publicidad.

 

X

 

Está, para esperar, los pies clavados,

pero nosotros preferimos métodos,

pues cómo le diré, métodos menos

tremendos que ese que Jesús propuso.

 

Pagar podemos quien la cruz nos cargue

y siga al Buen Pastor por su camino

estrecho y arduo mientras nos tomamos

un whisky u otro trago a su salud.

 

Está, para esperar, los pies clavados,

pero ya no hay costumbre de esperar,

porque ahora la historia es instantánea.

 

Y si luego el Infierno nos tocara,

mientras tenga McDonald’s e Internet

no ha de ser tan infierno el tal Infierno.

 

XI

 

Yo quería casarme vestida de blanco

(igual que quieren todas,

aunque muchas los nieguen).

 

Santa María,

ruega por nosotras.

 

Yo quería casarme de blanco y por amor

con un hombre sencillo y decente

y tener varios hijos y educarlos

para que fueran buenos y felices.

 

Santa María,

ruega por nosotras.

 

Yo quería estudiar para peluquera

pero no fue posible.

 

 

Santa María,

ruega por nosotras.

 

Yo quería y no pude y hubiera querido después

que no se emputeciese ninguna de mis hijas,

pero hubo que vivir,

qué hemos de hacerle.

 

Santa María,

ruega por nosotras.

 

Hubiera querido también ayudar a esa chica

que trató de escapar,

pero fue ventajoso delatarla

(era dominicana, la recuerdo,

con esos dientes de jazmín brillando

en el rostro de triste chocolate).

 

Santa María,

ruega por nosotras.

 

Hubiera debido quererme

morir esa vez pero quise

seguir viva y quisiera

ver luz a fin del túnel,

si la hubiera.

 

Santa María,

ruega por nosotras.

 

XII

 

Cuando ya no era joven pero aún no era viejo

frecuenté un par de años

a una puta poética,

melancólica,

que en su envilecimiento conservaba

una cierta inocencia.

 

De encuentro a encuentro podía

apreciar cómo se iba perdiendo esa magia.

Cuando la hallé al nivel de sus colegas

dejé de solicitarla.

 

XIII

 

Solía venir un señor

de maneras amables,

no enamorado de mí,

– ya no soñaba yo con esas cosas –

pero sí respetuoso.

 

No puedo saber si fui yo

o los otros clientes o la vida

pero de encuentro en encuentro

pude apreciar cómo iba empeorando

hasta ser casi, casi tan mierda

como los otros tipos que llegan por aquí.

Habrá demorado dos años

en ponerse así.

Él dejó de pedirme

y yo de saludarlo.

 

XIV

 

En este solar donde hemos

depositado los restos de nuestros difuntos

habremos de erigir

a todísimo lujo un shopping center

en homenaje al olvido

porque eso de acordarse de los muertos

es siempre de mal gusto y siempre asusta.

 

XV

 

No me mancho el hocico ni las pezuñas:

hay deliciosos

espectáculos perversos

en que toda la mierda y la basura

se la tragan otros,

para que eructe yo,

plenamente satisfecho

– y más por el goce

de estarlo pagando carísimo

y sin regatear.

 

XVI

 

Hoy tengo cita con la dominatrix

a la que pago para que me humille

me seduce la idea

de que muy en el fondo

ella abomine

todos los vejámenes

que la obligo a infligirme.

El goce de acaso estarla humillando así

me resulta exquisito.

 

XVII

 

“Bien lo habrás de gozar, cuando te empale”,

decía el viejo y no se le paraba.

Luego, por resarcirse, castigaba

las carnes de alquiler, dale que dale,

sin sentirse culpable, pues pagaba,

y pagaba muy bien.

Se despenó emplomándose la sien

cuando nonagenario ya su brazo

también era impotente.

Por unos días comentó la gente

“con tanta plata y se pegó un balazo”.

 

XVIII

 

Los hay veniales

y los hay mortales.

 

El tiempo que no tengo para escribir

pero sí para ver televisión

se me habrá de añadir de Purgatorio.

 

Las horas que gasto en dolerme por mí

en lugar de auxiliar a mis prójimos

tal vez me las devuelvan,

multiplicadas por más infinito,

en otro reino mucho más abajo.

 

XIX

 

Todo se arregla con esa propina

que en rigor es soborno.

 

Ya después chillarán indignados los que,

de haber tenido los recursos para,

igual negocio hubieran perpetrado:

la envidia se transviste de moral a menudo

y queda tan ridícula como esas cincuentonas

que manotean blusas, minifaldas,

del armario de la hija quinceañera.

 

Pero tú,

cuando llegues al banquete,

verás que sonríen, afables,

todo por el soborno,

que, pudorosos, llamarán propina

– nunca tan generoso de tu parte

ni del todo por ellos merecido.

 

XX

 

“Esto de prodigarles genuflexiones

a dioses que en el fondo uno desprecia

no pueda acabar bien. Tarde o temprano

nos lo van a cobrar.” – pensaba el tipo,

que camuflado entre la multitud

jugaba a la escondida con sus culpas.

 

XXI

 

No nos haremos, no,

martirizar en aras

de fe adorable alguna

ni de dios valedero,

porque,

total,

para qué.

 

No cargaremos a la bayoneta

contra inexpugnables muros enemigos

por cumplir el deber, que es lo que toca,

ni para eterna gloria de la patria,

que es la bandera sobre el ataúd.

 

No vamos a enclaustrarnos en ningún convento

en intento de expiar

los pecados propios ni los del mundo

porque siempre la vida anda a esas horas

estrenando en la tele

alguno de esos lindos

nuevos teleteatros de Turquía.

 

No iremos de enfermeros voluntarios

ni a hospitales de sangre ni a leprosarios

porque ya no tenemos voluntad.

 

Y luego en el Infierno los demonios

vomitarán mientras nos atormenten.

 

XXII

 

Dígame,

Rabbí,

¿es cierto eso que dicen

que dijo en la parábola

sobre la puerta estrecha?

 

Yo que Usted cambiaba

de estrategia de marketing.

 

XXIII

 

Esas llagas en manos y pies y costado…

 

¿No ha considerado

una cirugía

estética?

 

Yo que Usted cambiaba

de asesor de imagen.

 

XXIV


Esos que arrojaban la primera piedra

y jamás por estar libres de culpa.

 

Esos que se acostaban con la adúltera

y después si te he visto no me acuerdo.

 

Esos que se encubrían en el coro

de los que a las pedradas

cumplían con la Ley

o en el de los llorones compasivos

que lamentaban la lapidación,

sin hacer nada por la desgraciada

(salvo firmar la petición on line

que desestimaría el Sanedrín).

 

Esos que señalaban con el dedo

cargado de un rencor peor que el plomo.

 

Esos que lo llevaron a la cruz

para después vendernos crucifijos.

 

XXV

 

Añoro esa versión mejor de mí,

esa que no buscaba jamás la triquiñuela

para irse sin pagar, total, los otros…

 

Añoro ese futuro al que aspiraba

y el mundo en el que había todavía

color de bien y mal entre los grises.

 

Es posible que un día me levante

y al iniciar el viaje de regreso

 me vuelva y vea, porque siempre estuvo,

el sol al que hace tiempo di la espalda.

 

CODA

 

Después que la salvó de la pedrea

tu Hijo le dijo que ya no pecara.

 

¡Hubiera más tipos así

como el bueno de tu Hijo!

 

Santa María, 

ruega por nosotros.

1 comentario:

sandokan dijo...

Es con sumo placer que leo los nuevos poemas de este amigo y buen profesor de literatura además de crítico literario , buena persona y auténtico cristiano.Las nieves del tiempo platearon nuestras sienes , dijera el tango.pero nos quedan los recuerdos sinceros de pasadas primaveras ,donde el torbellino de los sueños envolvían nuestras vidas. De nada me arrepiento , para vivir he nacido escribió don Pablo Neruda. Saludos al amigo y a su esposa,en tan grata ocasión. Anselmo Torres de Goes , aprendiz de poeta de zaguanes , patios , sótanos , altillos y azoteas , algo así como el SUNCA abreviado.


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