miércoles

A LA BÚSQUEDA DE UNA IDENTIDAD EN LA OBRA DE JUAN CARLOS ONETTI (40) - MARYSE RENAUD

 

1ª edición: Editorial Proyección / Uruguay / 1993, en colaboración con la Universidad de Poitiers.

1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2020, con el apoyo de la Universidad de Poitiers.

 Traducción del francés: Hugo Giovanetti Viola

 

HISTORIA Y FICCIÓN

 

IV. EL FIN DE LOS TIEMPOS HEROICOS (2)

 

Sea lo que fuere, si bien la evocación de los valores heroicos suscita cierto orgullo retrospectivo, también desnuda las debilidades y las inconsecuencias de la sociedad “rioplatense” contemporánea, surgida precisamente, como todas las otras naciones latinoamericanas, de la ruptura del cordón umbilical que la ligaba a la metrópoli española. Esta brutal separación, que las obras de Juan Carlos Onetti se limitan a comprobar absteniéndose de buscar o determinar razones, no es valorada, paradójicamente, como un cuestionamiento de la herencia cultural legada por la Madre Patria, sino como un abandono, una puesta entre paréntesis de valores esencialmente viriles. Una vez más es la imagen del Padre la que, a través del rechazo de la tutela española, desaparece definitivamente de la escena americana, provocando una cruel sensación de vacío. Lo que explica la constancia del fracaso al que referirán, después de Tierra de nadie, la mayoría de los cuentos y las novelas.

 

Sin embargo, si bien el soplo épico de la Conquista ha sido aventado del Río de la Plata, los habitantes de la región no tienen por qué renunciar a la superación de su orfandad. Privados del Padre hispánico -glorioso pero dominador- que ellos mismos expulsaron, ahora se volverán paulatinamente hacia Europa: numerosos detalles en apariencia insignificantes permiten percibir a partir de los años treinta, la ambigua fascinación ejercida por el Viejo Continente. El héroe de Avenida de Mayo-Diagonal-Avenida de Mayo, por ejemplo, disfrutará sus salidas nocturnas por un Buenos Aires cosmopolita y evocador de las grandes metrópolis europeas:

 

Suaid caminaba, estremecido de alegría nerviosa. Nadie sabía en Florida lo extrañamente literaria que era su emoción. Las altas mujeres y el portero del Grand, ignoraban igualmente la polifurcación que tomaba en su cerebro el “Ya” de Olsen. Porque “Ya” podía ser español o alemán; y de aquí surgían caminos impensados, caminos donde la incomprensible figura de Owen se partía en mil formas distintas, muchas de ellas antagónicas.

Ante el tráfico de la avenida, quiso que las ametralladoras cantaran velozmente, entre pelotas de humo, su rosario de cuentas alargadas (70)

 

En forma más elocuente todavía, ¿no busca Baldi crearse un nuevo rostro y una personalidad más exaltante para deslumbrar a una extranjera de curioso acento alemán, encontrada por casualidad en la ciudad?

 

No me llame señor. ¿Qué decía? Desde que me vio…

Notó que las manos que la mujer movía en el aire en gesto de exprimir limones, eran blancas y finas. Manos de dama con esa ropa, con ese impermeable en noche de luna.

-¡Oh! Usted va a reírse…

Pero era ella la que reía, entrecortada, temblándole la cabeza. Comprendió, por las r suaves y las s silbantes, que la mujer era extranjera. Alemana, tal vez (71)

 

Y Jason, el personaje principal de Tiempo de abrazar, ¿no toma clases particulares con un profesor francés, Mr, Gigord, símbolo de la vieja Francia tradicionalista enamorada de las bellas letras, el clasicismo y las virtudes cristianas?

 

M. Gigord rectificó la hora de su reloj y se echó hacia atrás, devolviendo a su rostro la expresión habitual.

-Es indudable que Jean-Jacques era un enfermo mental. En caso contrario, nosotros haríamos bien en pensar que estábamos frente al más grande hipócrita, cínico, y pervertido que haya existido jamás… ¿Usted ha leído el “Emilio”?

-No, nada más que las “Confesiones”.

-Bien; alcanza -subrayó la palabra con un risueño gesto de complicidad- alcanza. Trate de releerlas un poco. La semana próxima trabajaremos con eso. Nosotros estamos un tanto atrasados y en un día liquidaremos Jean-Jacques. En realidad no merece más (72)

 

En las obras siguientes, Europa seguirá siendo considerada esencialmente como el paradigma de la cultura. Ya en 1939, en El pozo, cuando Eladio Linacero se compara con Lázaro, el militante sindical de origen eslavo, reconoce con amargura la superioridad de su compañero. O cuando, revolcándose a gusto en la paradoja y la provocación, no duda en elogiar al nacional-socialismo:

 

Si uno fuera una bestia rubia, acaso comprendiera a Hitler. Hay posibilidades para una fe en Alemania; existe un antiguo pasado y un futuro, cualquiera que sea. Si uno fuera un voluntarioso imbécil se dejaría ganar sin esfuerzos por la nueva mística germana (73)

 

Porque más allá de la brutalidad nazi y las aberraciones de la Alemania hitleriana implícitamente condenadas por el héroe, pesa la inestimable ventaja de un país que, al igual que toda la Europa occidental, posee con toda evidencia una rica tradición histórica. La existencia de un patrimonio cultural constituye, para Eladio Linacero y otros personajes masculinos como Casal, Llarvi o Petrus, una carta de triunfo decisiva que permite pensar con relativa serenidad en los desafíos futuros. Independientemente de las ideologías pasajeras, buenas o malas, el legado de los valores colectivos que superaron el paso del tiempo hasta ser interiorizados y respetados por todos, deslumbrará al “rioplatense” de las ficciones onettianas. Y revela con toda claridad un complejo sufrido no sólo por un personaje -en este caso Eladio Linacero- sino por toda una comunidad. Complejo que ha sido objeto de numerosos análisis sociológicos o históricos, tal como lo confirma Mario Benedetti en un penetrante ensayo:

 

Yo creo que esta charla la podría terminar con las mismas palabras que terminé hace un par de años -creo que todavía siguen vigentes- un pequeño ensayo sobre la literatura de mi país, en el cual me refería a lo que significó para nosotros, no sólo para los escritores sino para los uruguayos en general, el haber estado tantos años de espaldas a América, incluso con un complejo de falta de indios que en cierto modo nos inferioriza con respecto a ciertos países de América Latina que tienen ese orgullo y, felizmente son conscientes de él, no pueden saber qué incómodo es, y qué frustráneo, haber pasado los años, y las decenas de años, mirando a Europa por sobre el Atlántico, reclamándole un sustitutivo de aquel orgullo, un sentido a nuestra ajenidad, y comprobar luego que, así como el océano antes de mojar nuestros pies se convierte preventivamente en río, nada más que río, así también aquella riqueza de tradiciones, antes de tocar nuestra cultura, se transformaba preventivamente en influencia, nada más que influencia. (74)

 

De todas maneras, a pesar de su calidad de faro y de punto de referencia para las élites intelectuales “rioplatenses”, la apreciación de Europa en la obra de Juan Carlos Onetti está sometida a fluctuaciones. Tradicionalmente atrayente -el viaje a Europa ya constituía en el siglo XIX una fase indispensable en la formación intelectual y sentimental de la aristocracia criolla- Europa es objeto, especialmente a partir de Tierra de nadie, de juicios más matizados. Embarcados en la búsqueda de su identidad, los miembros de la “barra” de Aránzuru ya no manifiestan fe ingenua en el modelo europeo. El impacto cultural del Viejo Continente no será negado, pero tampoco sobreestimado. A través de la confrontación de opiniones que hace que Tierra de nadie pueda considerarse una obra impar dentro de la producción onettiana, se afirma cada vez con mayor nitidez, la necesidad de reconsiderar adecuadamente las viejas ideas: el deslumbramiento de un Eladio Linacero o de un Baldi cede el paso a una actitud más circunspecta que apunta a examinar a fondo la aportación específica -en caso de que exista- de los diversos países del mundo a la cultura universal.

 

Notas 

(70) Avenida de Mayo – Diagonal – Avenida de Mayo, en Tiempo de abrazar, p. 7.

(71) El posible Baldi, en Tiempo de abrazar, p. 22

(72) Tiempo de abrazar, en Tiempo de abrazar, pp. 145-146.

(73) El pozo, p. 42.

(74) Mario Benedetti, “La actual literatura del Uruguay”, en Panorama de la actual literatura latinoamericana, Casa de las Américas, La Habana, Marzo de 1969, p, 119. (El subrayado es nuestro).

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