8 / LA PARTIDA DEL HÉROE (4)
Un curioso y quizá juguetón eco del
simbolismo de la salvación en el más allá resuena vagamente en el pasaje final
del cuento popular Pueblo del niño Cántaro de Agua. “Mucha gente vivía dentro
del manantial, mujeres y niñas. Todas corrieron al joven y lo abrazaron, porque
estaban contentas de que el hijo hubiera vuelto a casa. Así encontró el joven a
su padre y a sus tías. El joven permaneció allí una noche y al día siguiente
volvió a su casa y le dijo a su madre que había encontrado a su padre. Pero su
madre enfermó y murió. El joven se dijo a sí mismo: ‘No tengo por que seguir
viviendo con esta gente’. De manera que los dejó y fue al manantial. Y allí
estaba su madre. Esa fue la manera en que él y su madre fueron a vivir con su
padre. Su padre era Avaiyo’ pi’i (serpiente roja del agua). Les dije que no
hubiera podido vivir con ellos en Sikyat’ki. Por eso enfermó a la madre del
muchacho, para que viniera y ‘viniera a vivir conmigo -dijo el padre-: ahora
viviremos todos juntos’, le dijo Avaiyo’ a su hijo. Así fue como el joven y su
madre fueron a vivir allí.” (41)
Este cuento, como el de la mujer
almeja, repite punto por punto la narrativa mítica. Las dos historias son
encantadoras dentro de la aparente inocencia de su fuerza. El extremo opuesto
es la narración de la muerte del Buddha; llena de humor, como todos los grandes
mitos, pero consciente hasta un grado máximo.
“El Bendito, acompañado por una gran
congregación de sacerdotes, se acercó al banco más alejado del río Hirannavati,
y a la ciudad de Kusinara, y al soto Upavattana de los Mallas, y habiendo
llegado, se dirigió al venerable Ananda.
“Ten la bondad, Ananda, de tenderme una
cama con la cabecera al norte en medio de dos árboles gemelos. Cuando el
Bendito yació en su lado derecho, como lo hacen los leones, y colocó un pie
encima del otro, permaneció alerta y consciente.
En ese momento, los dos árboles gemelos
habían florecido completamente, aunque no era estación de flores, y los
capullos cayeron sobre el cuerpo de Tathagata, y se derramaron y esparcieron
sobre su cuerpo en adoración al Tathagata. (42) También cayó del cielo polvo de
madera de sándalo y cayó sobre el cuerpo de Tathagata y se esparció sobre él en
adoración al Tathagata. Y música sonó en el cielo en adoración al Tathagata y
coros celestes cantaron en adoración a Tathagata.”
Durante las conversaciones que entonces
tuvieron lugar, mientras el Tathagata yacía sobre su costado como un león, un
gran sacerdote, el venerable Upavana, estaba de pie frente a él, abanicándolo.
El Bendito le ordenó que se hiciera a un lado; y el asistente del Bendito,
Ananda, se quejó con el Bendito. ‘Reverendo Señor -dijo- ¿cuál fue la razón y
cuál la causa, de que el Bendito fuera duro con el venerable Upavana y le
dijera: hazte a un lado, sacerdote, no te pares frente a mí?’”
El Bendito replicó: “Ananda, casi todas
las deidades de diez mundos han venido juntas a contemplar al Tathagata. A una
distancia, Ananda, de doce leguas ala redonda, alrededor de la ciudad de
Kusinara y del soto de Upavattana de los Mallas, no hay un pedazo de tierra libre
ni para meter la punta de un cabello, todo está ocupado por las poderosas
deidades. Estas deidades, Ananda, están indignadas y dicen. ‘De lejos hemos
venido a contemplar al Tathagata, pues raras veces un Thatagata, un santo y
Supremo Buddha se ha levantado en el mundo; y esta noche, en la última vela, el
Tathagata pasará al Nirvana; pero ese poderoso sacerdote está de pie frente al Bendito
y lo oculta, y no tenemos oportunidad de ver al Tathagata aunque sus últimos
momentos se acercan’. Por eso, Ananda, están indignadas las deidades.”
“¿Qué hacen las deidades, Reverendo
Señor, a quienes el Bendito percibe?”
“Algunas de las deidades, Ananda, están
en el aire, con las mentes colmadas de cosas terrestres, y dejan flotar sus
cabellos y gritan alto y tienden los brazos y gritan más y caen de cabeza al
suelo y ruedan de un lado para otro diciendo: ‘Demasiado pronto ha de pasar el
Bendito al Nirvana; muy pronto desaparecerá de nuestra vista la Luz del Mundo.’
Pero las deidades que están libre de pasiones, que piensan y son conscientes,
lo soportan con paciencia, diciendo: ‘Transitorias son todas las cosas. ¿Cómo
es posible que aquello que ha nacido, que ha llegado a ser, que está organizado
y es perecedero, no haya de perecer? Esa condición no es posible.’”
Las últimas conversaciones continuaron
por algún tiempo y durante su curso el Bendito consoló a sus sacerdotes. Luego
se dirigió a ellos:
“Y ahora, oh sacerdotes, me aparto de
vosotros, todos los constituyentes del ser son transitorios; trabajad con
diligencia en vuestra salvación.”
Y estas fueron las últimas palabras de
Tathagata.
“Entonces el Bendito entró en el primer
trance; y al levantarse del primer trance entró en el segundo trance; y al
levantarse del segundo trance entró en el tercer trance; y al levantarse del
tercer trance entró en el cuarto trance; y al levantarse del cuatro trance
entró en el reino de la infinitud del espacio; y el levantarse del reino de la
infinitud del espacio entró en el reino de la infinitud de la conciencia; y al
levantarse del reino de la infinitud de la conciencia entró en el reino de la
nada; y el levantarse del reino de la nada entró en el reino que no es ni de la
percepción ni de la no-percepción; y al levantarse del reino que no es de la
percepción ni de la no-percepción llegó adonde cesan la percepción y la
sensación.
Luego el venerable Ananda habló al
venerable Anuruddha como sigue:
‘Reverendo Anuruddha, el Bendito ha
pasado al Nirvana.’
‘No, hermano Ananda, el Bendito no ha
pasado al Nirvana, sólo ha llegado adonde se detienen la percepción y la
sensación,’
Entonces el Bendito se levantó de donde
cesan la sensación y la percepción y entró en el reino que no es de la
percepción ni de la no-percepción; y al levantarse del reino que no es de la
percepción ni de la no-percepción entró en el reino de la nada; y al levantarse
del reino de la nada entró en el reino de la infinitud de la conciencia; y al
levantarse del reino de la infinitud de la conciencia entró en el reino de la
infinitud del espacio; y al levantarse del reino de la infinitud del espacio
entró al cuarto trance; y al levantarse del cuarto trance entró en el tercer
trance; y al levantarse del tercer trance entró en el segundo trance; y al
levantarse del segundo trance entró en el primer trance; y al levantarse del
primer trance entró en el segundo trance; y al levantarse del segundo trance
entró en el tercer trance; y al levantarse del tercer trance entró en el cuarto
trance; y al levantarse del cuarto trance, el Bendito pasó inmediatamente al
Nirvana.” (43)
Notas
(41) Parsons, op. cit., pp.
194-195.
(42) Tathagata: “Llegado al, o
residente en” (gata), “tal estado o condición” (tatha) o sea un
Iluminado, un Buddha.
(43)
Reproducido de la obra de Henry Clarke Warren, Buddhism in Translations (Harvard
Oriental Series,3), Cambridge, Mass; Harvard University Press, 1896, pp.
95-110.
Comparar las etapas de la emanación cósmica, p. 246, supra.
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