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Decidí seguir yendo a la
Universidad. Por lo menos iba a tener un sitio donde estar durante el día. Mi
amigo Becker había abandonado los estudios. La única persona que me interesaba
era el profesor de Antropología, un conocido comunista. Era un tipo grandote,
accesible y agradable, y no enseñaba demasiada Antropología.
-Les voy a enseñar cómo
se fríe un buen filete -dijo un día en la clase. -Primero dejan que la sartén
se ponga al rojo, toman un trago de whisky y le echan una capa de sal a la
sartén. Después ponen a cocer el filete, aunque no demasiado tiempo. Lo dan
vuelta, toman otro trago de whisky, lo sacan y se lo comen enseguida.
Un día yo estaba tirado
en el césped del campus y él llegó y se acostó al lado mío.
-Chinaski, vos no creés
en toda esa palabrería nazi que andás repitiendo por ahí, ¿no es cierto?
-No se lo podría
asegurar. ¿Usted cree en todas las porquerías que dice?
-Por supuesto.
-Que tenga suerte.
-Sos un chorizo,
Chinaski.
Después se levantó
sacudiéndose el pasto y las hojas, y se fue…
Recién llevaba viviendo
dos días en la calle Temple cuando Jimmy Hatcher me localizó. Una noche me
golpeó la puerta junto con dos compañeros de su fábrica de aviones. Uno se
llamaba Delmore y el otro Pies Rápidos.
-¿Y por qué lo llaman
Pies Rápidos?
-Dejale plata a mano y te
vas a dar cuenta.
-Pasen… ¿Cómo carajo me
encontraste?
-Tus padres contrataron a
un detective privado para localizarte.
-Mierda, ellos sí que
saben sacarte la alegría de vivir.
-A lo mejor están
preocupados.
-Entonces que me manden
plata.
-Dicen que te la vas a
gastar tomando.
-Bueno, entonces que se
queden preocupados.
Entraron los tres y se
sentaron en la cama y en el suelo. Traían un poco de whisky en una botella y
vasos de papel. Jimmy sirvió el whisky.
-Tenés una linda cueva.
-Es fantástica. Podés ver
el Ayuntamiento cada vez que sacás la cabeza por la ventana.
Pies Rápios sacó un mazo
de cartas del bolsillo. Estaba sentado en la alfombra y me miró:
-¿Jugás?
-Todos los días. ¿Tienen
la baraja marcada?
-Callate, hijo de puta.
-No me provoques o te
arranco los pelos para colgármelos en el sobretodo.
-¡No jodas, hombre, estas
cartas están limpias!
-Yo sólo juego al póker y
al 21. ¿Cuál es el máximo?
-Dos dólares.
-Bueno, vamos a sortear
quién va de mano.
Gané yo y propuse que
jugáramos con las reglas habituales. No me gustaba demasiado el póker abierto
porque se necesitaba mucha suerte. Mientras daba las cartas Jimmy sirvió otra
ronda.
-¿Cómo te las arreglás,
Hank?
-Hago trabajos escritos
para otros.
-Brillante.
-Sí…
-¿Vieron, muchachos? -comentó
Jimmy. -Les dije que este tipo era un genio.
-Sí -le contestó Delmore.
Estaba sentado a mi derecha y le tocaba empezar.
-Apuesto veinte centavos -dijo.
Le tomamos la apuesta.
-Tres cartas -pidió Delmore.
-Una -dijo Jimmy.
-Tres -pidió Pies Rápidos.
-Servido -contesté.
-Van otros veinte -dijo Delmore.
Los demás se plantaron pero yo dije:
-Subo a dos dólares y mostramos las cartas.
Delmore pasó, Jimmy pasó. Pies Rápidos me miró.
-¿Y qué más ves por la ventana, aparte del
Ayuntamiento?
-Jugá y callate. Acá no estamos para hablar de pavadas.
-Okey -dijo. -No sigo.
Puse mis cartas boca abajo y recogí las de los demás.
-¿Y vos qué tenés? -preguntó Pies Rápidos.
-Pagá por verlas o llorá
para siempre -dije mientras juntaba las cartas y las barajaba, sintiéndome como
Clark Gable antes que Dios lo debilitara durante el terremoto de San Francisco.
El servicio fue cambiando
pero seguí teniendo suerte en casi todas las manos. Ellos acababan de cobrar en
la fábrica aeronáutica. Nunca lleves mucha plata a la casa de un pobre. Él solamente
puede perder lo poco que tiene. Y además es matemáticamente posible que pueda
ganarte todo lo que llevaste. Lo que tenés que hacer, con la plata y con los
pobres, es no dejar que se acerquen demasiado.
Tuve la sensación de que la noche iba a ser larga.
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