ESTRUCTURA (2)
Las funciones de cada
parte dentro de la composición son concebidas de diferentes maneras. Esto no
quiere decir que cada autor cree un modo de encararlas, aunque se puede notar
la preferencia de algunos de ellos por esta o aquella forma. Tales formas, que
son unas pocas, tienen resultados bastante diferentes en cuanto a la organización
y al carácter general de la obra. Pueden darse las siguientes:
a / Las
estrofas van desarrollando su asunto en etapas, dividiéndolo cronológicamente o
en cualquier otro orden, pero de modo que cada una cierre un período o agote un
punto. Ese plan se ve bien con sólo citar los primeros versos de cada estrofa
de Lo que fuiste:
Vos
fuiste la graciosa
y
humilde costurera
que
en loca primavera
el
barrio engalanó.
Hasta
tu oído
llegó
un acento
como
un lamento
pidiendo
amor.
Hoy
sos una de tantas
que
por la vida ruedan
b / El
hilo expositivo o narrativo no acusa las divisiones del texto musical. En todo
caso las destaca la puntuación, pero no hay cortes necesarios, o
significativos, en la letra. En La mina del Ford:
I
Yo
quiero un cotorro
que
tenga balcones,
II
Yo
quiero un cotorro
con
piso encerado,
III
Yo
quiero una cama
Que
tenga acolchado
c / Este
es el caso más frecuente e interesante. La segunda estrofa se distingue
conceptual y muchas veces métricamente de primera y tercera. A la medida nos
referiremos después; bástenos saber ahora que la segunda es a menudo más breve
por ser sus versos más cortos o menos numerosos.
Dentro de este caso
también hay variantes. Unas veces esa estrofa se aproxima a una función de estribillo
-nombre que suele dársele, generalmente con error-, de refrán que se repìte
a intervalos como un comentario, una reflexión, una nostalgia, dichos en pocos
versos que vienen al caso pero que, desde el punto de vista de la información,
podrían omitirse; lo importante en ese sentido -la historia, los datos, la
situación- está dado en las dos estrofas mayores. Por ejemplo, en Bandoneón
arrabalero, Melenita de oro, Tres esperanzas, Caminito:
Desde
que se fue
triste
vivo yo;
caminito
amigo
yo
también me voy.
Desde
que se fue
nunca
más volvió;
seguiré
sus pasos,
caminito,
adiós.
En otras letras esa segunda
estrofa, aunque tampoco continúa el hilo de la exposición sino que más bien lo
corta, sirve para incorporar elementos vitales. Por ejemplo, mientras las otras
partes se refieren al presente, la segunda se ocupa del pasado, de hechos o
circunstancias que estuvieron en el origen de lo que se está cantando. Es lo
que pasa en Un tropezón, donde además podemos ver -ahora sí- un
verdadero estribillo en segundo y último lugar:
I
Por
favor, lárgueme, agente,
no
me haga pasar vergüenza,
yo
soy un hombre decente,
se
lo puedo garantir.
He
tenido un mal momento
al
toparme a esa malvada
mas
no pienso hacerle nada,
para
qué
ya
se ha muerto para mí.
Un
tropezón
cualquiera
da en la vida
y
el corazón
aprende
así a sufrir.
II
De
entre el barro
la
saqué un día
y
con amor
la
quise hasta mí alzar
pero
bien dicen
que
la cabra al monte tira
y
una vez más
razón
tuvo el refrán.
Fui
un gran otario
para
esos vivos,
pobres
donjuanes
de
cabaret;
fui
un gran otario
porque
la quise
como
ellos nunca
podrán
querer
III
Llevemé
nomás, agente,
es
mejor que no me largue,
pudiera
ser que me amargue
recordando
su traición
y
olvidándome de todo
a
mi corazón me entregue
y
al volverla a ver me ciegue
y
ahí nomás…
Lléveme,
será mejor.
Un
tropezón
cualquiera
da en la vida
y
el corazón
aprende así a sufrir.
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