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Delmore abandonó pronto y
se fue.
-Camaradas -dije-, tengo
una idea. Las cartas son demasiado lentas. Mejor jugamos a emparejar monedas,
diez dólares la tirada, el número impar gana.
-Dale -dijo Jimmy.
-Dale -contestó Pies
Rápidos.
El whisky se había
acabado. Estábamos atacando una de mis botellas de vino barato.
-Okey -dije-, tiren las
monedas bien alto y agárrelas con la palma de la mano. Cuando yo diga “muestren”
comparamos los números.
Las tiramos al aire y las
recogimos.
-¡Muestren! -dije.
Yo era impar. Carajo.
Veinte dólares, así de fácil.
-¡Muestren! -dije. Y
destapamos.
Gané otra vez.
-¡Tiren! -dije.
-¡Muestren!
Esta vez ganó Pies
Rápidos.
En la próxima volví a
ganar yo.
Después le tocó ganar a Jimmy.
En las dos siguientes volví
a ganar yo.
-Espérenme -dije. -Tengo
que ir a mear.
Y fui a mear al lavatorio.
Habíamos terminado la botella de vino y abrí el armario.
-Acá tengo más vino -les
dije.
Saqué casi todos los
billetes del bolsillo y los metí en el cajón. Volví, abrí la botella y le serví
a todo el mundo.
-Mierda -dijo Pies
Rápidos mirando su billetera. -Estoy casi en la ruina.
-Yo también -dijo Jimmy.
-Adivinen quién se quedó
con la plata -les contesté.
Ellos no sabían tomar, y
la mezcla del vino con el whisky les cayó muy mal. Ya estaban tambaleándose.
De golpe Pies Rápidos se cayó
arriba de la cómoda y tiró un cenicero que se partió en dos.
-Recogelo -le dije.
-No recojo una mierda
-contestó.
-¡Te dije que lo recogieras!
-No recojo una mierda.
Entonces Jimmy estiró un
brazo para levantar los pedazos del cenicero.
-Y ahora mejor se van -les
advertí.
-No me podés echar -me
contestó Pies Rápidos.
-Mirá -le dije-, ¡si
volvés a abrir la jeta otra vez y a decir otra palabra no vas a
ser capaz de sacar la cabeza del agujero de tu culo!
-Vámonos, Pies Rápidos
-dijo Jimmy.
Entonces les abrí la puerta
y salieron con un paso inseguro. Los seguí hasta el comienzo de la escalera y
nos quedamos parados unos momentos.
-Hank -dijo Jimmy. -Tranquilo.
Un día de estos nos volvemos a ver.
-Okey, Jim…
-Escuchame -empezó a decir Pies Rápidos. -Vos…
Le encajé un directo en
la boca y cayó rodando por la escalera. Era más o menos de mi estatura, un
metro noventa y dos, y hacía un ruido que se podía escuchar en toda la manzana.
La patrona rubia estaba en el vestíbulo con dos filipinos. No se animaron a
acercarse al cuerpo de Pies Rápidos.
-¡Lo mataste! -chilló
Jimmy.
Entonces bajé corriendo
la escalera y le di vuelta el cuerpo a Pies Rápidos. Sangraba por la nariz y
por la boca. Jimmy le sostuvo la cabeza y me miró.
-Estuviste mal, Hank…
-Sí. ¿Y qué pensás hacer?
-Volver para darte una
buena paliza -dijo Jimmy.
-Esperá un minuto -le
contesté.
Volví a mi pieza y me
serví un vaso de vino. Los vasos de papel de Jimmy no me gustaban y había
estado tomando en un tarro usado de gelatina que tenía la etiqueta del costado
manchada de mugre y vino. Volví a salir.
Pies Rápidos estaba
reviviendo y Jimmy lo ayudó a incorporarse pasándose uno de sus brazos por arriba
del hombro.
-¿Qué era lo que me estabas
diciendo? -pregunté.
-Que sos un tipo jodido,
Hank. Alguien tiene que darte una lección.
-¿Querés decir que no soy
guapo?
-Lo que quiero decir es
que hacés cosas de bestia…
-¡Llevate a tu amigo de
aquí antes de que baje y lo destroce del todo!
Pies Rápidos levantó la
cabeza que le había salpicado de sangre la floreada camisa hawaiana, y apenas
pude oír lo que dijo:
-Te voy a matar…
-Sí -agregó Jimmy. -Vamos
a volver a buscarte.
-¿AH SÍ, SORETES? -aullé.
-¡NO ME PIENSO ESCAPAR! ¡CUANDO ME QUIERAN ME ENCUENTRAN AQUÍ! ¡VOY A ESTAR
ESPERÁNDOLOS! HABITACIÓN NÚMERO 5. ¿SE VAN A ACORDAR? ¡Y LA PUERTA VA A ESTAR
ABIERTA!
Después terminé el vino y
les tiré el tarro de gelatina con toda la fuerza que pude, aunque con mala
puntería: rebotó en la pared de la escalera y terminó cayendo en el vestíbulo,
entre la patrona y los dos filipinos.
Jimmy arrastró
agónicamente a Pies Rápidos, que al llegar a la puerta de calle volvió a gemir lloriqueando:
“¡Lo voy a matar… lo voy a matar!”.
Hasta que desaparecieron.
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