1ª edición: Editorial Proyección / Uruguay / 1993, en
colaboración con la Universidad de Poitiers.
1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes /
2020, con el apoyo de la Universidad de Poitiers.
Traducción del francés: Hugo Giovanetti Viola
HISTORIA
Y FICCIÓN
III.
LA AUSENCIA DEL PADRE (4)
Estas intempestivas
irrupciones autoritarias no alcanzan sin embargo para otorgarle al padre la
noble estatura que él pretende poseer. Por muchos esfuerzos que haga, su figura
parece estar condenada a desempeñar papeles secundarios. La acción lo ubica
irremediablemente al lado del conformismo burgués, y aunque puede percibirse
una innegable ternura subyacente a los sarcasmos de los que es víctima, el
personaje del padre nunca llegará a imponerse. Benévolo, responsable, trabajador
y emprendedor pero mediocre, su figura dará la espalda a los que sus
detractores consideran la verdadera vida: aquella de la fantasía, el desenfreno
y el riesgo capaces de cuestionar, aunque sea por un instante, el orden
adormecido y el lenguaje fosilizado de la sociedad burguesa. Es ese lenguaje
codificado y retórico -donde abundan las fórmulas rituales, los estereotipos,
las redundancias y las simetrías absurdas- el que denuncia, por ejemplo, en
forma explícita, una novela como Juntacadáveres, verdadera crónica de la
envarada vida provincial:
En la mitad del cuarto
día el muchacho de la farmacia subió las escaleras de Díaz Grey y esperó su
turno en la salita, doblado y apático, la mandíbula en los puños, mirando sin
parpadear la mayólica verde sobre la mesita (…). El muchacho volvió a sonreír y
mostró la mano con un sobre.
-Aquí le manda el doctor Barthé,
doctor. Para entregar en manos propias.
La carta estaba fechada en
Finca El Descanso, la chacra que tenía Barthé entre la Colonia y el camino al
Rosario, y había sido escrita con una tinta azul muy clara, con letra pareja y
pequeña.
“Querido ciudadano,
doctor y amigo: He sido sorprendido por la enfermedad cuando tal vez un
presentimiento me llevó a descuidar mis obligaciones por unos días. He venido a
buscar reposo y energías en esta pobre su casa. Y un ataque muy doloroso reumático
me obliga a molestarle y honrarme solicitando la ayuda del profesional y amigo.
Sabría agradecerle que se llegara hasta aquí esta tarde si su verdadero
apostolado lo permite. El portador, experto en los caminos, podrá traerlo en mi
coche a su mejor comodidad. Su amigo incondicional, como bien sabe. Euclides
Barthé (61)
No puede sorprender,
entonces, el ocasional eclipse total de la figura del padre. Su desaparición
constituye la última fase de un largo proceso destinado a desnudar las múltiples
fallas del edificio familiar. Así, pues, no nos asombra mayormente enterarnos,
en Tan triste como ella, de que el niño puede no ser hijo del esposo de
la protagonista. La duda acerca de su concepción -ya provenga de un arranque de
celos, ya se trate de una acusación fundada- logra, esencialmente, desacreditar
insidiosamente la imagen del padre:
A veces el hombre la
despertaba para hablarle de Mendel. Encendía la pipa o un cigarrillo y
aguardaba para asegurarse de que ella estaba resignada y escuchando (…)
-¿Por qué con Mendel?
Podías haber elegido entre tantos mejores, entre tantos que me avergonzaran
menos.
Quería volver a escuchar el
relato de los encuentros de la mujer con Mendel; pero, en realidad, retrocedía
siempre, miedoso de saber del todo, definitivamente; resuelto, en el fondo, a
salvarse, a ignorar el por qué. Su locura era humilde y podía ser respetada. (…)
Una noche el hombre trató de reír: -Y sin embargo, así estaba escrito. Porque
las cosas se han enredado, o se pusieron armónicas, de tal manera que hoy puedo
mandarle a Mendel a la cárcel. A Mendel, a ningún otro. Un papelito
falsificado, una firma dibujada por él. Y no me muevo por celos. Tiene
una mujer y tres hijos totalmente suyos. Una casa o dos. Sigue pareciendo
feliz. No se trata de los celos sino de la envidia. Es difícil de entender (62)
En otros textos, la
eliminación del padre llega a traducirse en términos aun más radicales: la muerte
de Barcala, en Para esta noche, acentúa la soledad de su hija Victoria y
la deja en manos de un extraño personaje, Ossorio, sustituto a la vez generoso,
desprendido y un poco incestuoso del padre asesinado:
Ossorio miraba la cara de
la niña, movía los ojos sobre las luces del pelo en la almohada, medía la distancia
entre los ojos, la socavada separación de la nariz y la boca, la inmóvil
impensada expresión de orgullo, pureza y cálido desdén de la cara de la niña,
la amortiguada luz del ensueño y la insobornable justicia que descendía por las
mejillas desde la raya de sombra de las pestañas. “Algún día tendrá un hombre,
mentiras, hijos, cansancio. Esa boca”.
La miraba como si
quisiera verse a sí mismo, su infancia, lo que había sido, lo que estaba
aplastado y cegado en él, la perdida pureza inicial, lo que había abandonado
sin realizar. La miraba como amándose a sí mismo, con admiración supersticiosa
por la corta pureza del rostro humano, con lástima por la inevitable suciedad
que debía atravesar e incorporarse. “Yo que le maté al padre en acción de
guerra; sólo eso. Yo que estoy en este otro lado en que se puede palpar la
vida, en que es posible -tan distinto al vapor de impotencia en que ella está
aún encerrada y protegida- mover y combinar piezas con las manos, hacer cosas,
influir en la gente y por ejemplo matar” (63)
La debilidad y la
ineficacia de la organización familiar aparecen pues a lo largo de los años
como una característica fundamental de las obras de Juan Carlos Onetti. En
medio de esta decadencia estructural que Tierra de nadie ha contribuido
a subrayar con tanta fuerza, la imagen del padre, manejada a través de una
sabia dialéctica de presencias y ausencias, no consigue suscitar una nueva
coherencia emocional. Insustancial en Los niños en el bosque, Tiempo de
abrazar y El pozo; impotente para preservar s sus hijos de la
acechanzas exteriores en El infierno tan temido y en Dejemos hablar
al viento, donde Medina trata desesperada e infructuosamente de salvar a
Seoane del poder maléfico de Frieda; afectado y un poco grotesco en Juntacadáveres,
El astillero y El álbum; presa de una muerte cruel en Los adioses
y Para esta noche, el personaje del padre, por su inconsistencia, contribuye
a acentuar el vacío afectivo que sirve de telón de fondo e incide en la
percepción de la Historia experimentada por los principales personajes de Juan
Carlos Onetti.
Notas
(61) Juntacadáveres,
IV, pp. 23-24.
(62) Tan triste como
ella, en Tres novelas, pp. 59-60. (El subrayado es nuestro.)
(63) Para esta noche, XIII, pp. 124-125.
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