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JOSEPH CAMPBELL - EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (150) Psicoanálisis del mito

 8 / LA PARTIDA DEL HÉROE (3)

 

El héroe ansioso de vivir, puede resistir a la muerte, y posponer su destino por cierto tiempo. Se ha escrito que Cuchulainn oyó un grito en sus sueños “tan espantoso y terrible, que cayó de su cama al suelo, como un saco, en el ala oriental de su casa”. Se levantó sin armas, seguido por Emer, su esposa, que llevaba sus armas y sus vestidos. Y descubrió un carro enganchado a un caballo que tenía sólo una pata y la cara atravesaba su cuerpo y le salía por la frente. Adentro estaba sentada una mujer con las cejas rojas y envuelta en un manto escarlata. Un hombre muy alto caminaba a un lado, también con una capa escarlata, portando un bidente de avellano y conduciendo una vaca.

 

Cuchulainn reclamó la vaca como suya y la mujer se opuso y Cuchulainn preguntó por qué hablaba ella en vez del hombre grande. Ella contestó que el hombre era Uargaethsceo Luachair-sceo. “Por lo menos” -dijo Cuchulainn- el largo del nombre es asombroso.” “La mujer con quien hablas -dijo el hombre grande- se llama Faebor beg-beoil cuimdiuir folt sceub-gairit sceo uath”. “Estás burlándote de mí”, dijo Cuchulainn; brincó a la carroza, puso los dos pies en los hombros de ella y su lanza en medio de sus cabellos. “No uses en mí tus armas afiladas”, dijo ella. “Entonces dime tu verdadero nombre”, dijo Cuchulainn. “Pues retírate de mí. Soy una poetisa festiva y llevo esta vaca como recompensa por un poema.” “Dime tu poema”, dijo Cuchulainn. “Quítate de donde estás -dijo la mujer-; con sacudirte sobre mi cabeza no ganas nada.”

 

Cuchulainn se apartó hasta colocarse en medio de las dos ruedas del carro. La mujer le cantó una canción de reto y de insultos. Él se preparó para saltar sobre ella, pero, en un instante, el caballo, la mujer, la carroza, el hombre y la vaca desaparecieron y en la rama de un árbol había un pájaro negro.

 

“Tú eres una peligrosa mujer encantada”, le dijo Cuchulainn al pájaro, porque cayó en la cuenta de que ella era la diosa de las batallas, Badb o Morrigan. “Si hubiera sabido que eras tú, no nos hubiéramos separado así.” “Lo que has hecho -contestó el pájaro- ha de traerte mala suerte.” “No puedes hacerme daño”, dijo Cuchulainn. “Ciertamente que sí” dijo la mujer-, soy el guardián de tu lecho de muerte y estaré guardándolo de hoy en adelante.”

 

Entonces la encantadora le dijo que llevaba a la vaca desde la colina de las hadas de Cruachan para que fuera fecundada por el toro del hombre grande, que era Cualigne, y que cuando el becerro tuviera un año de edad, Cuchulainn habría de morir. Ella misma vendría a buscarlo cuando estuviera luchando con un hombre “tan fuerte, tan victorioso, tan diestro, tan terrible, tan incansable, tan noble, tan bravo, tan grande” como él mismo. “Me convertiré en anguila -dijo ella- y me enlazaré tus pies durante la batalla”. Cuchulainn cambió amenazas con ella y ella desapareció en el suelo. Pero al año siguiente, cuando se llevó a cabo la lucha predicha en el vado, él la venció y vivió para morir al otro día. (40)

 

Notas

 

(40) “Tain bó Regamma”, editado por Stokes y Windisch, Irische Texte (2. Serie, Heft 2, Leipzig, 1887), pp. 241-254. Lo anterior ha sido condensado de la obra de Hull, op. cit. Pp. 103-107.

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