8 / LA PARTIDA DEL HÉROE (3)
El héroe ansioso de vivir, puede
resistir a la muerte, y posponer su destino por cierto tiempo. Se ha escrito
que Cuchulainn oyó un grito en sus sueños “tan espantoso y terrible, que cayó
de su cama al suelo, como un saco, en el ala oriental de su casa”. Se levantó
sin armas, seguido por Emer, su esposa, que llevaba sus armas y sus vestidos. Y
descubrió un carro enganchado a un caballo que tenía sólo una pata y la cara
atravesaba su cuerpo y le salía por la frente. Adentro estaba sentada una mujer
con las cejas rojas y envuelta en un manto escarlata. Un hombre muy alto
caminaba a un lado, también con una capa escarlata, portando un bidente de
avellano y conduciendo una vaca.
Cuchulainn reclamó la vaca como suya y
la mujer se opuso y Cuchulainn preguntó por qué hablaba ella en vez del hombre
grande. Ella contestó que el hombre era Uargaethsceo Luachair-sceo. “Por lo
menos” -dijo Cuchulainn- el largo del nombre es asombroso.” “La mujer con quien
hablas -dijo el hombre grande- se llama Faebor beg-beoil cuimdiuir folt
sceub-gairit sceo uath”. “Estás burlándote de mí”, dijo Cuchulainn; brincó a la
carroza, puso los dos pies en los hombros de ella y su lanza en medio de sus
cabellos. “No uses en mí tus armas afiladas”, dijo ella. “Entonces dime tu
verdadero nombre”, dijo Cuchulainn. “Pues retírate de mí. Soy una poetisa
festiva y llevo esta vaca como recompensa por un poema.” “Dime tu poema”, dijo
Cuchulainn. “Quítate de donde estás -dijo la mujer-; con sacudirte sobre mi
cabeza no ganas nada.”
Cuchulainn se apartó hasta colocarse en
medio de las dos ruedas del carro. La mujer le cantó una canción de reto y de
insultos. Él se preparó para saltar sobre ella, pero, en un instante, el
caballo, la mujer, la carroza, el hombre y la vaca desaparecieron y en la rama
de un árbol había un pájaro negro.
“Tú eres una peligrosa mujer
encantada”, le dijo Cuchulainn al pájaro, porque cayó en la cuenta de que ella
era la diosa de las batallas, Badb o Morrigan. “Si hubiera sabido que eras tú,
no nos hubiéramos separado así.” “Lo que has hecho -contestó el pájaro- ha de
traerte mala suerte.” “No puedes hacerme daño”, dijo Cuchulainn. “Ciertamente
que sí” dijo la mujer-, soy el guardián de tu lecho de muerte y estaré
guardándolo de hoy en adelante.”
Entonces la encantadora le dijo que
llevaba a la vaca desde la colina de las hadas de Cruachan para que fuera
fecundada por el toro del hombre grande, que era Cualigne, y que cuando el
becerro tuviera un año de edad, Cuchulainn habría de morir. Ella misma vendría
a buscarlo cuando estuviera luchando con un hombre “tan fuerte, tan victorioso,
tan diestro, tan terrible, tan incansable, tan noble, tan bravo, tan grande”
como él mismo. “Me convertiré en anguila -dijo ella- y me enlazaré tus pies
durante la batalla”. Cuchulainn cambió amenazas con ella y ella desapareció en
el suelo. Pero al año siguiente, cuando se llevó a cabo la lucha predicha en el
vado, él la venció y vivió para morir al otro día. (40)
Notas
(40) “Tain bó Regamma”, editado por Stokes y Windisch, Irische Texte (2. Serie, Heft 2, Leipzig, 1887), pp. 241-254. Lo anterior ha sido condensado de la obra de Hull, op. cit. Pp. 103-107.
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