EL NUEVO TESTAMENTO DEL TEATRO
EUGENIO BARBA Y JERZY
GROTOWSKI (11)
Esto implica que para
trabajar con el actor “santificado” debe existir un productor que sea doblemente
“santo”; es decir, un “supersanto”, que con su reconocimiento y su intuición
rompa los límites de la historia del teatro; un “supersanto” bien familiarizado
con los últimos resultados de las ciencias como la psicología, la antropología,
la interpretación del mito y la historia de la religión.
Todo lo que acabo de
decir acerca de la miseria del actor se aplica también al producto. Para desarrollar
la metáfora del “actor cortesano”, el equivalente para los directores podría
ser la de “el productor mantenido”. Y así como es imposible borrar totalmente
las huellas del “cortesano” en el actor “santificado” no es posible borrar
completamente al “mantenido” en el director “santificado”.
El trabajo del productor
exige un savoir-faire táctico de cierto tipo, especialmente en el arte
de guiar a la gente. Si se habla en general, este tipo de poder desmoraliza.
Lleva implícita la necesidad de aprender a manejar a la gente. Exige un don
para la diplomacia, un talento frío e inhumano para dirigir las intrigas; estas
características persiguen al director como su sombra, aun en el teatro pobre;
lo que podría llamarse el componente masoquista en el actor es la variante
negativa de lo creativo en el director, en su forma de componente sádico. Aquí,
como en otras partes, lo oscuro es inseparable de la luz.
Cuando tomo partido contra la mediocridad, contra la falta de entusiasmo que todo lo da por descontado, es simplemente porque debemos crear cosas que estén firmemente orientadas ya sea hacia la luz o hacia la oscuridad. Hay que recordar, sin embargo, que alrededor de lo luminoso dentro de nosotros existe una mancha de oscuridad que podemos penetrar pero no aniquilar.
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