53 (1)
Yo solía volver a casa
bajando la colina de Westview. Nunca llevaba libros en la mano. Los exámenes
los salvé adivinando las respuestas en la clase. Y había obtenido la
calificación “C” sin encerrarme jamás a estudiar. Un día me topé con una gran
tela de araña mientras bajaba por la colina y la empecé a romper para sacármela
de arriba. Y de golpe vi una enorme araña negra y la aplasté, a la hija de
puta. Había aprendido a odiarlas. Seguramente, cuando fuera el infierno me iba
a devorar una araña.
En aquel barrio me pasé
entreverado con las telarañas, los cuervos siempre me atacaban y vivía con mi padre.
Todo era eternamente triste, sombrío y maldito. A veces hacía un calor
espantoso durante semanas o llovía cinco o seis días seguidos y el agua
inundaba los jardines y hasta se metía en las casas. Al que inventó el sistema
drenaje le habían pagado bien por no saber nada.
A mí me iba cada vez peor
en todo, como empezó a pasar desde que nací. La única diferencia era que ahora
podía tomar de vez en cuando, aunque siempre me quedaba con ganas de seguir tomando.
Aquello era lo único que hacía que un hombre no se sintiera desplazado a
inútil. Todo lo demás era luchar y luchar, abriéndose paso a tajos. Y no me
interesaba nada. Voy a tener que aguantar toda la vida entre esta gente de
mierda, pensé. ¡Dios mío! Todos tenían un agujero en el culo y órganos sexuales
y bocas y sobacos. Se sentaban a decir pavadas y eran tan estúpidos como la cagada
de un caballo. Las muchachas eran lindas vistas desde lejos, cuando el sol se
les filtraba entre el pelo y la ropa. Pero cuando las escuchabas hablar y descubrías
los cerebritos que tenían, te daban ganas de excavar una trinchera en una
colina para esconderte allí con una ametralladora. Yo nunca iba a ser capaz de
ser feliz, casarme y tener hijos. Y además era incapaz de conseguir un trabajo
de lavaplatos, carajo.
A lo mejor podía dedicarme
a robar bancos. Algo realmente emocionante. Algo con relumbre y pasión. La vida
te da nada más que una oportunidad. ¿Y la vas a desperdiciar limpiando
ventanas?
Prendí un cigarrillo y
seguí bajando por la colina. ¿Sería la única persona capaz de preocuparme por
un futuro sin salida?
Entonces me encontré cara a cara con otra gran araña negra y la aplasté con el cigarrillo. El bicho se enloqueció tanto que se agitaron hasta las ramitas del arbusto donde tenía armada la tela, y terminó cayéndose en la vereda. Todas eran unas asesinas y unas cobardes, pensé mientras la terminaba de aplastar con el zapato. Después de todo fue un día útil, pensé. Había matado dos arañas y trastrocado el equilibrio de la naturaleza, aunque después los mosquitos y las moscas pudieran devorarnos mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario