6 / EL HÉROE COMO REDENTOR DEL MUNDO (2)
Los hermanos llegaron al estadio vacío.
Allí se puso el arco del dios Shiva, del alto de tres palmeras, grande y pesado.
Krishna avanzó hacia el arco, tiró de él, y el arco se rompió con un gran ruido.
Kans oyó el sonido dentro de su palacio y se sobrecogió.
El tirano mandó sus tropas para que
mataran a los hermanos dentro de la ciudad. Pero los jóvenes asesinaron a los soldados
y volvieron a su campamento. Dijeron a los pastores que habían dado un paseo
interesante, cenaron y se fueron a dormir.
Kans tuvo aquella noche sueños
terribles. Cuando despertó, ordenó que prepararan el estadio para el torneo y
tocaran las trompetas para reunir al pueblo. Krishna y Balarama llegaron
vestidos de juglares, seguidos de los pastores, sus amigos. Cuando entraron por
la puerta, había un elefante salvaje preparado para deshacerlos, poderoso como
diez mil elefantes corrientes. El que lo guiaba lo encaminó directamente a Krishna.
Balarama le dio un golpe tal con su puño, que se detuvo y comenzó a retroceder.
El que lo guiaba lo hizo atacar de nuevo, pero los dos hermanos lo azotaron
contra el suelo, y murió.
Los jóvenes marcharon por la arena.
Todos vieron lo que sus propias naturalezas les revelaron: los luchadores
pensaron que Krishna era un luchador, las mujeres que era un tesoro de belleza,
los dioses lo reconocieron como su señor y Kans pensó que era Mara, la Muerte
misma. Cuando hubo deshecho a todos los luchadores que enviaron en su contra, y
al fin mató al más fuerte, brincó al palco real, arrastró al tirano por los
cabellos y lo mató. Los hombres, los dioses y los santos mostraron su deleite,
pero las mujeres del rey vinieron a llorarlo. Krishna, al ver su dolor, las
consoló con su sabiduría primigenia. “Madre -dijo- no llores. Nadie puede vivir
y no morir. Imaginarse a uno mismo como poseedor de algo es estar equivocado;
nadie es padre, madre o hijo. Hay sólo el círculo continuo del nacimiento y de
la muerte”. (31)
Las leyendas del redentor describen el
período de la desolación como causado por una culpa moral de parte del hombre
(Adán en el paraíso, Jemshid en el trono). Pero desde el punto de vista del
ciclo cosmogónico, hay una alternancia regular de aciertos y errores, que es
característica del espectáculo del tiempo. Como en la historia del universo
sucede en la de las naciones; la emanación lleva a la disolución, la juventud a
la vejez, el nacimiento a la muerte, la vitalidad creadora de formas al peso
muerto de la inercia. La vida se agita, precipita formas, y luego de apaga
dejando todo atrás. La edad de oro, el reinado del emperador del mundo,
alternan, en el pulso de todos los momentos de la vida, como la tierra baldía,
reina del tirano. El dios que es el creador, se convierte al fin en destructor.
Desde este punto de vista el ogro
tirano no es menos representativo del padre que el anterior emperador del mundo
cuya posición usurpó, o que el héroe brillante (el hijo) que ha de suplantarlo.
Él representa lo estable, así como el héroe es el portador de los cambios. Y
dado que cada momento del tiempo se libera de los grilletes del momento
anterior, así este dragón, Soporte, es descrito como perteneciente a la
generación inmediatamente precedente a la del salvador del mundo.
Para decirlo en términos directos: el
trabajo del héroe es exterminar el aspecto tenaz del padre del dragón, el que pone
las pruebas, el rey ogro) y arrebatar de su poder las energías vitales que
alimentarán el universo. “Esto puede hacerse con la voluntad del Padre o en su contra,
Él (el Padre) puede ‘decidir su muerte, para el bien de sus hijos’ o bien
pudiera ser que los Dioses impusieran la pasión sobre él, haciéndolo su víctima
propiciatoria. Estas doctrinas no son contradictorias, sino diferentes maneras
de decir una y la misma historia; en realidad, el matador y el dragón, el sacrificador
y su víctima, son solamente una mente detrás de bambalinas, donde no hay
polaridad de contrarios, pero mortales enemigos donde se presenta la eterna
guerra entre los Dioses y los Titanes. En cualquier, el Padre Dragón es una
Plenitud, que no merma por lo que le arrancan ni crece por lo que recobra. Él
es la Muerte, de quien nuestra vida depende, y a la pregunta ‘¿la Muerte es una
o muchas?’ se pronuncia la siguiente respuesta: “Es una, porque una está aquí,
pero es muchas en cuanto está también en sus hijos.” (32)
El héroe de ayer se convierte en el
tirano de mañana, a menos que se sea sí mismo hoy.
Desde el punto de vista del presente
hay tal indiferencia en la entrega del futuro, que aparece nihilista. Las
palabras de Krishna, el salvador del mundo, a las esposas del muerto Kans,
entrañan un armónico aterrador, y también las palabras de Jesús: “No penséis
que he venido a poner paz en la tierra; no vine a poner paz, sino espada.
Porque he venido a separar al hombre de su padre, y a la hija de su madre, y a
la nuera de su suegra, y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que
ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí.” (33) Para proteger
a los impreparados, la mitología vela las últimas revelaciones en forma que las
oscurece a medias, pero insiste en la forma gradualmente instructiva. La figura
del salvador que elimina el padre tirano y después asume la corona se apodera
(como Edipo) del sitial de su señor. Para suavizar el terrible parricidio, la
leyenda representa al padre como un tío cruel o un Nemrod usurpador. Sin
embargo, permanece el hecho escondido a medias. Una vez entrevisto, surge el
espectáculo completo; el hijo mata al padre, pero el hijo y el padre son uno
mismo. Las figuras enigmáticas se disuelven en el caos primario. Esta es la
sabiduría del fin (y el recomenzar) del mundo.
Notas
(31) Adaptado de la obra de
Nivedita y Coomaraswamy, op. cit., pp. 236-237.
(32) Coomaraswamy, Hinduism and Buddhism, pp. 6-7-
(33) Mateo, 10,34-37.
No hay comentarios:
Publicar un comentario