4 / 6) El problema del carácter como forma de interrelación entre el autor y el héroe.
Los caracteres
sentimentales y realistas vienen a ser productos de la desintegración del carácter
clásico. Los momentos transgredientes empiezan a debilitar la independencia del
personaje. Lo cual tiene lugar debido ora al reforzamiento del elemento moral
de la extraposición, ora al elemento cognoscitivo (el autor hablando desde la
altura de nuevas ideas y teorías empieza a examinar a su héroe errado). En el
sentimentalismo, la extraposición se utiliza no sólo artísticamente sino
también moralmente (en detrimento de las cualidades artísticas, por supuesto).
La piedad, la conmoción, la indignación y otras reacciones éticas y valorativas
que colocan al personaje fuera del marco de la obra destruyen la conclusión
artística; empezamos a reaccionar respecto al héroe como si fuera una persona
real (la reacción de los lectores respecto a los primeros héroes sentimentales
-la pobre Lisa, Clarissa, Grandison, etc., en parte Werther- es imposible con
respecto a un héroe clásico), a pesar de que artísticamente este héroe sea mucho
menos vital que un personaje clásico. Las desgracias del héroe ya no son su destino
sino que solamente representan algo creado por la gente mala; el héroe es
pasivo, apenas soporta la vida y ni siquiera perece sino que lo destruyen. El
héroe sentimental es el que más encaja con las obras tendenciosas, por poder
despertar una compasión social o una hostilidad social extraestética. La
extraposición del autor pierde casi por completo los momentos artísticos
esenciales aproximándose a la extraposición del hombre ético con respecto a sus
prójimos (aquí nos abstraemos absolutamente del humorismo, que es una
fuerza poderosa y netamente artística del sentimentalismo). En el realismo, el
excedente cognoscitivo del autor rebaja el carácter hasta una simple
ilustración social o alguna otra teoría del autor; sobre el ejemplo de los personajes
y de sus conflictos existenciales (que no son nada teóricos), el autor resuelve
sus problemas cognoscitivos (en el mejor de los casos, el autor apenas plantea
el problema a propósito de los personajes). El aspecto problemático no está
encarnado en el héroe, y forma parte del excedente cognoscitivo activo del
mismo autor, transgrediente respecto al héroe. Todos estos momentos debilitan
la independencia del héroe.
Un lugar especial pertenece a la forma situacional, a pesar de que a veces esta representa el producto de desintegración del carácter. Puesto que la situación es pura, es decir, en el centro de la visión artística se encuentra únicamente el determinismo de la circunstancia temática y semántica, en abstracción de un portador determinado que es el héroe, la situación está fuera del propósito de nuestro análisis. Y cuando la situación representa tan sólo desintegración del carácter, no representa nada esencialmente nuevo. En rasgos generales, así es el carácter como forma de interrelación del héroe y del autor.
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