EL NUEVO TESTAMENTO DEL TEATRO (*)
EUGENIO
BARBA Y JERZY GROTOWSKI (8)
¿Esto
presupone que se trata de un teatro para una élite?
Sí, pero para una élite que
no está determinada por el ambiente social o por la situación financiera del
espectador, ni siquiera por su educación. Un trabajador que no ha tenido ni
siquiera educación secundaria puede pasar por este proceso creativo de autobúsqueda,
mientras que un profesor universitario puede estar muerto, formado
permanentemente, moldeado dentro de la terrible rigidez de un cadáver. Debemos
aclararlo desde el principio: no nos interesa cualquier tipo de auditorio, sino
un auditorio especial.
No podemos decir si el
teatro todavía es necesario actualmente, puesto que el cine y la televisión se
han apoderado de todas las atracciones sociales, todas las diversiones, todos
los efectos de color y de forma. Todos repetimos la misma cuestión retórica:
¿es necesario el teatro?, pero preguntamos sólo a fin de ser capaces de
respondernos: sí lo es, porque es un arte que ha sido siempre joven y siempre
necesario. La venta de las representaciones se organiza a gran escala, sin
embargo nadie organiza los auditorios de cine y la televisión de la misma
manera, Si todos los teatros se cerraran en un solo día gran cantidad de gente no
se enteraría sino varias semanas después; pero si trataran de eliminar los cines
y la televisión, toda la población estaría aullando al día siguiente. Mucha
gente de teatro es consciente de ese problema pero se ha buscado la solución
errónea: si el cine dominad al teatro desde el punto de vista técnico, ¿por qué
no convertir el teatro en algo más técnico? Inventan nuevos escenarios, realizan
representaciones con cambios repentinos de escenografía, con decoraciones e
iluminaciones complicadas, etc., pero nunca logran la habilidad técnica del
cine y la televisión. El teatro tiene que reconocer sus propias limitaciones.
No puede ser más rico que el cine, dejemos que sea pobre. Si no puede ser tan
atractivo como la televisión, dejemos que sea ascético. Si no puede ser una
atracción técnica, renunciemos a toda la técnica exterior. De esta manera nos
quedamos con un actor “santo” en un teatro pobre.
Hay un solo elemento del
que el cine y la televisión no pueden despojar al teatro: la cercanía del
organismo vivo. Debido a esto cada desafío del actor, cada uno de sus actos
mágicos (que el público es incapaz de reproducir) se vuelve algo grande, algo
extraordinario, algo cercano al éxtasis. Es necesario por tanto abolir la
distancia entre el actor y el auditorio, eliminando el escenario, removiendo todas
las fronteras.
Dejemos que las escenas más drásticas sucedan frente al espectador, para que esté al alcance del actor, para que se pueda sentir su respiración y oler su sudor. De aquí se infiere la necesidad de un teatro de cámara.
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